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Le gano a Brasil el postergad por las eliminatorias
Uruguay supo cómo

Con un penal convertido por Magallanes tras gran jugada de Recoba �la figura� Uruguay revivió en el Centenario ante un Brasil decepcionante. Las Eliminatorias se ponen al rojo vivo.

Por Juan Pablo Bermúdez
Desde Montevideo

La mejor imagen de la impotencia de Brasil fue el pelotazo de Roberto Carlos a la tribuna cuando el árbitro terminó el partido. El equipo brasileño se pasó la última media hora del partido tratando de empatar, pero no hubo caso. Uruguay se llevó el triunfo y con él ganó una oportunidad para acercarse al lote de los clasificados al Mundial del 2002. Ahora quedó cuarto, a dos puntos de Colombia y la meta no parece tan difícil.
Empezó bien Uruguay. Marcando bien a Rivaldo, firme en el fondo y con criterio para salir desde la mitad de la cancha. El problema lo empezó a tener desde temprano por el costado derecho. Juninho, el mejor jugador de la cancha, se turnaba para enloquecer a Méndez y a Montero y, eventualmente, a Sorondo. Pero los celestes no se desesperaban. En lugar de irse todos encima del rubio volante, taponaban a todos los posibles receptores, entonces los desbordes de Juninho terminaban en la nada.
A pesar de la insinuación de los primeros minutos, Brasil se quedó y creció Uruguay. Recoba se corrió a la izquierda, se adelantó unos metros y empezó a ser la manija. Pablo García ordenó el mediocampo, Guigou empezó a mandarse por el lateral y los brasileños quedaron desbordados. A los veinte minutos, el mismo Guigou no llegó a una pelota profunda de Recoba por un suspiro y un rato después Silva acertó con una volea impecable en la puerta del área que Marcos sacó después de una volada espectacular. A Uruguay le faltaba el gol, y el gol llegó.
Se podrán decir muchas cosas de la jugada de Recoba, pero la tentación del lugar común es irresistible: fue de otro partido. La recibió en la mitad de la cancha, se dio vuelta con Cafú pegado en la espalda, esquivó 47 patadas, un manotazo y cuatro insultos, gambeteó a otro más, entró al área y se metió entre los últimos tres defensores brasileños para que le hagan el penal que finalmente le hicieron. Magallanes le pegó suave, a la derecha de Marcos, y puso el 1 a 0.
No cambió el partido. Brasil seguía sin encontrarle la vuelta y los desbordes de Juninho seguían terminando en la nada. Pudo aumentar Uruguay cuando se terminaba el primer tiempo: otro pelotazo impecable de Recoba y esta vez fue Magallanes el que se quedó a un número de calzado para mandarla dentro del arco.
El segundo tiempo parecía que sería más de lo mismo. A los tres minutos Recoba se fue solo por la derecha y la quiso poner al lado del palo cuando salía Marcos, pero la pelota se fue apenas por el pedacito de poste que se olvidaron de construir. Debe haber sido por eso que el recién sancionado jugador del Inter desapareció del partido. Y fue el turno de Brasil. El problema, para Brasil, es que tuvo nada más que las ganas de empatar (motivados también por la desesperación, porque se les complica el asunto), porque Juninho seguía jugando como el Houseman del ‘73, Roberto Carlos seguía ganando todas las pelotas que le ponían adelante, pero Rivaldo y Romario seguían sin aparecer. Y a Elber le tendrían que haber avisado la fecha y el lugar del encuentro.
Tuvieron sus oportunidades los brasileños. Rivaldo –en su única aparición trascendente– empalmó una volea casi calcada de la de Silva en el primer tiempo y la pelota se fue apenas por un par de centímetros. Lo tuvo Roberto Carlos en un bombazo al ras del piso con su impronta y en el rebote de esa misma jugada la pelota se negó a entrar de puro caprichosa. Pero también creció Carini, muy firme de arriba, y Brasil se empezó a quedar. Antes, Púa había sacado a Silva, a Recoba y a Magallanes con lo cual casi obligó a Brasil a salir a buscar el empate, porque sin ellos tres Uruguay perdía peso arriba y se dedicaba a aguantar el partido. Ganó Uruguay principalmente porque tenía que ganar, porque jugó cuando había que jugar y metió cuando había que meter, porque las líneas anduvieron firmes, y porque Guigou fue un gigante. Brasil también sabía que tenía que ganar. El problema es que no supo cómo.

¿La cumbia del qué?

Por J.P.B.

La Auténtica se llama la banda de cumbia más popular de Uruguay, y por eso la invitaron a tocar en vivo en el Centenario minutos antes del partido. La cancha era una fiesta anticipada, la gente bailaba y cantaba como si el triunfo ya se hubiese consumado. Entonces fue el turno del hit de La Auténtica, la elíptica “Cumbia del orto” (sic), cuyo estribillo dice, precisamente: “Me gusta la cumbia/ la cumbia del orto”. Que todo el estadio cantase el estribillo a los gritos ya de por sí era un lindo espectáculo. Pero lo mejor llegó cuando el cantante arengó a la multitud cambiando la letra: en lugar del estribillo, propuso “A los brasileños/ le rompemo’ el orto”. Y obviamente la multitud se prendió. Lo mejor fue que mientras todo el estadio cantaba el pegadizo estribillo escatológico, los jugadores brasileños estaban ahí, precalentando, a unos veinte metros de la banda. Como para hacerles sentir la famosa garra charrúa.

Los apuros de Ricardo Teixeira en la CBF
Panorama negro en Brasil

Por Darío Pignotti
Desde San Pablo

El presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol, Ricardo Teixeira, llegó con los tapones de punta al Centenario: sabía que una derrota de “su” selección podría complicarle las cosas. Ayer, Teixeira se jugaba parte de su destino ante los uruguayos.
Sabía que si Brasil perdía ayer en el Centenario, hoy, además de títulos catástrofe, la prensa recordaría las 13 denuncias contra el dirigente radicadas en la Policía Federal y el ministerio público. Si Brasil ganaba, es posible que policías y fiscales no pondrían tanto empeño. Ahora sabe que debe esperar lo peor. Las causas contra el dueño de la CBF surgieron después de 9 meses de investigación de una comisión parlamentaria. En las 800 páginas del informe se lo acusa de lavado de dinero, enriquecimiento ilícito y otras lindezas por el estilo.
Teixeira no se afilia al “jogo bonito” ni a la austeridad táctica. El hombre juega su juego, tiene un dribling hábil, especialmente entre bastidores donde negocia cifras escandalosas con la red televisiva O Globo, la cervecera Ambev (Antartica y Brahma) y fundamentalmente la Nike. Esa marca de indumentaria deportiva se quedó, gracias a Teixeira, con el “control soberano de la selección”, según el diputado Aldo Rebelo, presidente de la comisión investigadora: “Ellos pueden decidir calendarios y hasta jugadores –explicó–. Teixeira negoció en favor de sus intereses un patrimonio cultural de todos los brasileños”.
A pesar de su destreza para los negocios, en la cancha las cosas se han complicado para Teixeira. Y más con lo de ayer. Luego de sacrificar dos fusibles, los técnicos Vanderlei Luxemburgo y Emerson Leao, la selección de Teixeira podría quedar, ahora es factible, fuera del Mundial. La opción por Scolari ha sido también una apuesta de últimas, el hombre tiene el temple para batallar en horas difíciles: después de Uruguay, Brasil debe vérselas con Paraguay, un fixture nada simpático.
Al asumir, el gaúcho Scolari no anduvo con sutilezas, sepultó cualquier veleidad: Brasil no haría juego de “bailarines” –dijo– sino de “hombres” que antes que gustar deberán traer la clasificación. Scolari convocó a jugadores de su paladar como Roque Junior (Milan) y Mauro Silva (La Coruña) –que no juega, lesionado– además de las estrellas Romario, Roberto Carlos y Rivaldo, estos dos últimos excluidos por el efímero Leao. En esa misma conferencia de prensa, días antes de que se conocieran las denuncias de la comisión parlamentaria, Teixeira abogó para que la selección fuera un equipo de “bandidos”. Sí, de “bandidos”, pero en “el buen sentido de la palabra”, aclaró con media sonrisa de lado, sabedor de que el “cartel del fútbol” ya había persuadido, comprado o apretado a la mayoría de los diputados que lo investigaban por bandido. Fue así que la comisión quedó partida, apenas pudo sobrevivir el informe en que se lo imputa. La operación se completó con la ruidosa reconciliación PeléTeixeira, en la que después de los abrazos y fotos del caso, ambos se despacharon contra los diputados.
La semana pasada, mientras la selección entrenaba en Teresopolis, sierras cariocas, Teixeira siguió dando puntadas para recomponer su poder. Ratificó su lealtad a la red O Globo anunciando que la CBF no tomará parte de la Copa Mercosur, controlada por la Traffic, competidora de O Globo. Luego organizó una conferencia de prensa asegurando que Brasil sería la próxima sede de la Copa América, cuando la cuestión todavía era materia de discusión en la Conmebol.
A las movidas políticas de Teixeira, su empleado Scolari las acompañó con declaraciones para entonar el corazón de los suyos. Dijo que estaba logrando devolver un espíritu más amateur, de “amor a la camiseta” al equipo (aunque Romario y Roberto Carlos no coincidan mucho con eso) y, para completar, lanzó una leve provocación a los charrúas: durante la estadía estaría prohibido comer carne uruguaya, alegando prevenciones contra la aftosa. Todo suena casi grotesco después del 0-1.
Lo cierto es que ayer todo, o casi todo, Brasil estuvo prendido al televisor. Algunos pesimistas recordaron el fantasma del Maracaná en 1950; otros, ilusionados, prefirieron quedarse con la victoria de Brasil 2 a 1 sobre Uruguay en la inauguración del Centenario. Al fin también hubo quienes se tomaban el tema con ligereza y contaban chistes futboleros. Uno, escuchado a periodistas paulistanos, dice que en estos tiempos la selección brasileña se ha vuelto una señora puritana: no bebe, no fuma y no juega a nada. Y desde ayer, tampoco sonríe.

 

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