Por
Pedro Lipcovich
Como
esas enfermedades insidiosas que avanzan sin que la persona se dé
cuenta, aumenta el precio de los medicamentos. En un contexto de deflación,
la vacuna y suero antitetánicos, y el suero antitetánico
subieron el 70 por ciento desde principio de año. El glucagon,
medicina que pueden necesitar los diabéticos para salvar su vida
en emergencias, casi se triplicó en un año, llegando a más
de cien pesos la dosis. El PAMI tuvo que retirar de su vademécum
140 productos porque habían sufrido aumentos de hasta el 308 por
ciento. Además están los que un farmacéutico llama
aumentos encubiertos, donde la suba se disimula bajo modificaciones
en la presentación o cambios menores en la fórmula del medicamento.
Estos aumentos son insidiosos; la sociedad puede no darse cuenta porque,
para las estadísticas, se diluyen en un desproporcionado
vademécum total de 18.000 medicamentos, como no existe en ningún
país del mundo, al decir del presidente de la Confederación
Farmacéutica Argentina. La noticia de estos aumentos toma sentido
en el marco de un mercado realmente enfermo, cuyo diagnóstico abarca,
desde las maniobras que victimizan a los afiliados del PAMI hasta los
regalitos que los médicos reciben de su visitador médico.
El pronóstico de esta enfermedad del mercado, librada a su curso,
no es bueno, ya que los medicamentos nuevos no están sujetos a
ningún límite.
Un criterio posible es relevar qué medicamentos aumentaron entre
enero y junio de este año: así, la albúmina sérica
humana (necesaria para reponer el volumen sanguíneo en quemaduras
o heridas graves) subió de 80,50 a 94 pesos; el Celestone (corticoide)
pasó de 4,12 a 6. El Decidex (descongestivo), de 6,67 a 9,40; el
Meticorten (corticoide), de 4,61 a 7,05. El Urisept (quimioterápico
para vías urinarias) subió de 8,90 a 11,90. El Tolestan
(ansiolítico), de 5,40 a 6,70; el Salicrem (analgésico,
antiinflamatorio), de 8,90 a 9,90; el Sumal (para la tensión premenstrual),
de 4,98 a 5,98 o de 8,95 a 10,95, según el tamaño; el Tonekín
(tonificante muscular), de 42,90 a 49,90; el Lidil (descongestivo) pasó
de 4,58 a 5,58; el Plidan (ansiolítico), de 3,88 a 5,60; el Endocorion
(hormona), de 18,88 a 20,88.
Pero los aumentos más fuertes se registraron en las antitetánicas:
el Tetabulín subió de 10.50 a 17.05 y de 19.45 a 29,48,
según los tamaños; el Gammatet, de 10,50 a 17 y de 19,45
a 29,50. Un farmacéutico comentó a este diario que a
fines del año pasado, el Gammatet y el Tetabulín (incluyen
suero y vacuna, para prevenir esa enfermedad mortal en caso de que personas
no vacunadas sufran lastimaduras) estuvieron cuatro meses en falta. No
entregaban, pedíamos a la droguería y mandaban dos unidades
nada más... Es que a menudo, cuando están por aumentar un
medicamento, lo dejan en falta unos meses y después lo mandan con
aumento.
¿Qué hace la gente cuando necesita vacuna antitetánica
y no hay? Página/12 no pudo evitar la pregunta.
Y..., recorrerán farmacias contestó el farmacéutico
que, como todos los consultados para esta nota, pidió anonimato:
No vaya a escrachar el nombre de esta farmacia, reclama. Escrachar,
¿ante quiénes?
También pide anonimato el farmacéutico que menciona los
frecuentes aumentos encubiertos: es el caso del Lexotanil:
de 3 miligramos por 50 comprimidos, vale 9,56, pero en la nueva presentación,
de 60 comprimidos, vale 15,95; el de 6 miligramos, vale 12,90, por 50,
y 19,65 por 60. En realidad estos datos son públicos, figuran
textuales en el Manual del Farmacéutico. Con el Lexotanil, el
laboratorio deja de entregar la presentación de 50, entrega la
de 60, está tanteando para ver si puede instalar el nuevo precio.
Mientras que otros aumentos encubiertos se valen de cambios menores
en la fórmula del producto: el Celestamine F, que se vendía
a 6,35 en enero, se convirtió en Celestamine L, antialérgico
basado en la betametasona que se vende a 12,96, más del doble.
Aumentos menores, pero siempre por encima del costo de vida, sufrieron
desde enero los siguientes medicamentos: Adiro, Aeroseb, Aloebel crema,
Amplus, Amze, Andropel, Benadryl, Bentophyto, Espadol, Expectosan, Ona-aday
y Tabcin.
Si tomamos
un rubro de productos de venta libre, como las aspirinas, encontramos
que la Bayaspirina llegó en junio a 7,91 la caja de cien: costaba
7,39 en enero, pero en marzo de 2000 estaba en 6,90. Su competidor el
Geniol cuesta 7,32, pasando por 6,67 en enero y partiendo de 6,23 en marzo
del año pasado. No es ésta una competencia que haga bajar
los precios.
Otros medicamentos no aumentaron este año pero sí, y mucho,
en los últimos meses del año pasado. Es el caso del Pen
Oral (antibiótico), que subió de 6,57 a 8,61, o del Tetanol
(vacuna) que pasó de 8,42 a 10,49. En rigor la lista podría
ser interminable, ya que los aumentos no son privativos de los últimos
meses sino que se escalonan a lo largo del tiempo, estadísticamente
inadvertidos en un vademécum que, en la Argentina, se acerca a
los 18.000 fármacos. Es una cantidad desproporcionada, que
no existe en ningún otro país del mundo y se debe a las
facilidades de aprobación casi automática que rigen desde
1991, según Daniel Alvarado, presidente de la Confederación
Farmacéutica Argentina.
Cuando muy ocasionalmente se instala una competencia real,
sí que bajan los precios, y cómo. Así lo narra Néstor
Loreto, titular de la Asociación de Diabéticos de Buenos
Aires (Adiba): El Glucagon es una hormona inyectable que se usa
en emergencias, cuando uno cae en una hipoglucemia muy fuerte: la ampolla
(alcanza para una sola aplicación), que costaba 38,39 en marzo
del año pasado, pasó a 102,11; pero en diciembre apareció
el Glucagen, de otro laboratorio, a 49,69. Ahora, al que compra una ampolla
de Glucagon le ofrecen dos por el mismo precio.
Otro criterio posible es cotejar los precios actuales con los del vademécum
del PAMI, que se fijó por última vez en 1997 por convenio
con la industria farmacéutica. Los medicamentos que desde entonces
aumentaron de precio quedaron automáticamente fuera del vademécum
(ya veremos con qué consecuencias). Tomando como base los precios
de enero de 2001, el PAMI dio a conocer una lista de 140 medicamentos
que por ese motivo quedaron fuera de sus recetarios. Por ejemplo, el Kenacort
A subió de 2,94 a 12 pesos (308 por ciento); el Max-Uric, de 21,05
a 69,80 (232 por ciento); el Lembrol, de 7,75 a 21,12 (172 por ciento);
el Urisept, de 7,74 a 17 (220 por ciento); el Pen Oral, de 8,32 a 12,88
(55 por ciento); el Tryptanol, de 12,19 a 16 (31 por ciento).
Una alta fuente del PAMI explicó que cuando un medicamento
queda fuera de convenio y no hay otro que lo sustituya, la obra social
permite, por vía de excepción, que el afiliado lo reciba
por fuera del convenio. Y aquí está el meollo de la cuestión:
al laboratorio puede convenirle que el medicamento quede por fuera del
vademécum y así cobrarlo más.
El trámite de excepción debe ser más
difícil para el afiliado observó Página/12.
Es más engorroso. Necesita autorizarlo en la agencia correspondiente,
no es lo mismo que ir simplemente a la farmacia con su carnet contestó
la fuente del PAMI.
Ese trámite engorroso debe hacerlo el jubilado que necesite antitetánica,
ya que, por sus aumentos, los medicamentos ya citados quedaron fuera del
vademécum, en el que tampoco figuran el Tetavax ni el Tetavenin.
La lista de PAMI explica también los mencionados tanteos
del fabricante de Lexotanil: el envase de 50 entra en el vademécum
y el de 60 no, y el laboratorio todavía no decidió qué
le conviene más. La referencia al vademécum del PAMI conduce
a la definición estructural del actual mercado de medicamentos,
que permite entender su funcionamiento. Hasta 1991, los remedios tenían
el recordado precio fijo y uniforme establecido por el Estado.
Ese año, una resolución del entonces como ahora
ministro de Economía Domingo Cavallo estableció el mercado
libre para los medicamentos.
Los resultados de esa liberación fueron terribles desde los
puntos de vista económico y sanitario, agregó Alvarado,
del Colegio de Farmacéuticos de la Argentina.
Lo que pasó desde entonces puede entenderse tomando como base el
precio promedio de venta al público por unidad de medicamento,
que según la fundación Isalud era de 6,39 pesos en 1991.
Desde entonces, en plena convertibilidad, este valor pasó a 7,03
en 1992, 8,50 en 1993 y 10,46 en 1994, siempre según la misma fuente.
Ese año se firmó el primer convenio con PAMI, que modificó
las cosas, al aparecer en el libre mercado un comprador con
poder de negociación, que muchas obras sociales tomaron como referencia.
Esto, sin embargo, no impidió que el precio promedio unitario se
elevara a 13,15 en 1996, 13,69 en 1997, 14,20 en 1998, 15,05 en 1999 y
15,46 en 2000. A partir de 1994, el aumento del precio promedio
se debe a la incorporación de productos nuevos: no todos estos,
pero sí algunos, son realmente novedades terapéuticas, y
en todo caso aparecen a precios a veces muy superiores a los de los medicamentos
que reemplazan, según el estudio Isalud.
Al precio promedio del año pasado, que implica un incremento del
141,94 por ciento en dólares desde 1991, deben añadirse
los aumentos de los últimos meses.
Claves
- En los
últimos meses, los laboratorios efectuaron aumentos selectivos
en los precios de medicamentos que llegan al 70 por ciento.
- Del vademécum de PAMI, que en alguna medida funciona como
referencia de precios para el mercado, a enero de este año
se habían retirado 140 fármacos, por haber sufrido
aumentos de hasta el 308 por ciento.
- Se denuncian diversas maniobras para obtener beneficios extra:
por ejemplo, aumentos encubiertos bajo cambios menores en la fórmula
o la presentación.
- Según testimonios de farmacéuticos, otra práctica
reiterada consiste en retirar durante un tiempo de la venta de medicamentos
que, después, reaparecen con precio aumentado. Esto habría
causado, en los últimos meses del año pasado, escasez
de vacunas y sueros antitetánicos.
- Desde 1991, cuando entró en vigencia la Convertibilidad
y la venta de medicamentos quedó librada a la libertad
del mercado, el precio promedio unitario de los medicamentos
subió de 6,39 a 15,46 pesos, el año pasado.
- Todos los puntos precedentes quedan abarcados por la hipótesis
de que el mercado de los medicamentos no debe funcionar en forma
desregulada: porque la fuerza relativa del comprador
(el enfermo) es muy inferior a la del vendedor, y porque quien decide
la compra (el médico) no es el que paga.
- Aun en los países donde más rige la libertad de
los mercados, el de medicamentos está sujeto a criterios
especiales, que incluyen el recurso a los denominados genéricos
y, por parte del farmacéutico, la función de comunicar
qué medicamentos pueden sustituir al recetado.
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PROPUESTAS
PARA SOLUCIONAR EL PROBLEMA DEL MERCADO MEDICO
Genéricos
y una dosis de transparencia
Por
P.L.
Si
la nota principal de esta página puede equivaler a un examen clínico
del afiebrado mercado de medicamentos argentino, ésta corresponde
al momento en que los familiares, al acompañar al médico
hasta la puerta, le preguntan por qué el ser querido está
tan enfermo: ¿Tiene cura, doctor? Página/12 dialogó
con dos hombres de amplia trayectoria en la lucha por el mejor acceso
de la población a los medicamentos, que piensan que el enfermo
mercado tiene cura. El remedio es barato y ha dado excelentes resultados
con otros pacientes. Como se verá, incluye el recurso a los denominados
medicamentos genéricos, el diseño de mecanismos
ingeniosos para transparentar el mercado y la adjudicación de responsabilidades
específicas a médicos, farmacéuticos y pacientes.
Eso sí, el tratamiento requiere un compromiso muy fuerte y puede
resultar doloroso... para algunos.
El mercado de medicamentos, librado a sí mismo, no funciona
como tal; aun los economistas fundamentalistas de la libertad económica,
como el norteamericano Milton Friedman, lo reconocen así,
empieza diciendo Ginés González García, titular de
la Fundación Isalud y ex ministro de Salud de la Provincia de Buenos
Aires. Es que el consumidor tiene tal grado de debilidad que siempre
pierde: porque quien elige es el médico, que no paga, y el que
paga no puede elegir; porque el consumo es urgente, no puede postergarse;
y porque el consumidor no puede elegir precio.
Pero esto es así cuando el médico prescribe por marcas,
que es la forma de encubrir el nombre verdadero, científico, del
producto: el nombre genérico; al recetar una marca, el médico,
más que prescribir un medicamento, está vendiendo un precio
explica González García. Por eso hoy, mundialmente,
se tiende a prescribir el genérico.
En Estados Unidos, el mayor productor y el mayor mercado del planeta,
más del 50 por ciento de los medicamentos que se recetan son genéricos;
los médicos del seguro social Medicare, que abarca a los jubilados,
sólo pueden prescribir genéricos. Lo mismo viene pasando
en Gran Bretaña, Alemania, España, agregó el
especialista.
Cuando el médico prescribe un genérico, el farmacéutico
está en condiciones y tiene el deber de presentar al consumidor
todos los medicamentos que, a distintos precios, contienen esa misma droga.
Esta posibilidad de sustitución rige, por ejemplo, en todos
los estados norteamericanos. Además, se pueden diseñar sistemas
de incentivo para que el consumidor, aunque esté cubierto por obra
social, pelee por el precio: en vez de que la obra social cubra un porcentaje
fijo, establecer un precio de referencia, de modo que si el consumidor
elige el precio menor, no paga nada o paga menos que si elige el precio
más elevado. Esto funciona en Alemania, Holanda y otros muchos
países. En España, donde todos los médicos trabajan
para el Estado, se les paga un sobresueldo si recetan genéricos,
para contrarrestar los regalitos de los visitadores médicos,
puso como ejemplo el titular de Isalud.
En la Argentina, cuando, en 1989, intentamos aplicar sistemas basados
en recetar genéricos, la industria farmacéutica se movió
para quebrar esa posibilidad. Es así que en PAMI (obra social de
referencia) se puede prescribir de cualquier manera, señala
el ex ministro de Salud.
Otro factor de distorsión que comenta González
García es el monopolio legalizado que el sistema de patentamientos
establece durante 20 años para cada innovación. El
reciente caso de Sudáfrica, que reclamó su derecho a producir
drogas contra el VIH, suscitó un escándalo internacional,
donde los propios países donde nacieron las multinacionales de
medicamentos las presionaron hacia una conducta más ética,
presionados a su vez por la opinión pública y las organizaciones
de pacientes: finalmente las 39 empresas retiraron la demanda que habían
entablado contra el Estado sudafricano. El farmacólogo Héctor
Buschiazzo (ex decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de
La Plata y actual presidente del Drug Utilisation Research Group en Latinoamérica)
revela cosas feas que pasan en las mejoras familias... de medicamentos:
Por ejemplo, la familia de los priles: un laboratorio
desarrolló un medicamento llamado Enalapril, para bajar la presión
arterial; luego, otra empresa sacó al mercado el Lisinopril, que,
con algunas variantes de fórmula, cumple la misma función;
y así otros, de la misma familia. Se calcula que el mercado admite
hasta siete u ocho medicamentos de cada familia, que compiten entre sí.
Compiten, qué bueno, esto debería bajar los costos, pero
en cada familia, los nuevos medicamentos suelen costar más
que los anteriores, observa Buschiazzo. ¿Cómo es esta
competencia donde gana el más caro? La mayoría de
los médicos no están suficientemente entrenados y actualizados
para analizar la eficacia y seguridad de los medicamentos: entonces, viene
el visitador, le anuncia un nuevo producto como muy bueno, el doctor lo
prueba, a los dos meses llega otro y también lo prueba... deja
lo científico en manos de terceros. Para Buschiazzo, esto
muestra un fracaso de las instituciones que en esto debieran ser regidoras,
como las cátedras universitarias de farmacología.
En todo caso, la clave está en la actitud del médico,
pero esto es muy difícil de modificar.
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