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EL GOBIERNO PORTEÑO ANALIZA RECUPERAR LA AUTOVIA ILLIA
Una autopista en las sombras

El secretario de Obras Públicas pidió a la Procuración General que estudie la posible rescisión del contrato. Hay irregularidades en el convenio que le permitió aumentar el peaje y le reconoció una deuda de 28 millones. Historia de la autopista más cara del mundo.

Por Eduardo Videla

La Procuración General del gobierno porteño estudia la posible rescisión del contrato con la empresa concesionaria de la autopista Illia. Lo hace a partir de un pedido del secretario de Obras y Servicios Públicos, Abel Fatala, tras detectarse presuntas anomalías en la renegociación del contrato entre la Ciudad y la empresa, en 1998, por el que se aumentó el peaje de 0,50 a un peso, se le reconoció a la empresa una deuda a su favor de 28 millones de dólares y se extendió la concesión a 20 años. La decisión se adoptó pues los originales de los tramos decisivos del contrato no fueron hallados en la sede del Gobierno porteño, donde sólo aparecieron fotocopias que no están firmadas. Esas presuntas anomalías fueron denunciadas por un particular ante la Justicia penal, donde se investigan los delitos de defraudación e incumplimiento de los deberes de funcionario público. La autopista podría considerarse como la más cara del mundo pero no solo por su peaje: desde su concesión, en 1981, la ciudad le pagó a Covimet 350 millones de pesos –sin contar los ingresos por peaje– por la Illia y la 9 de Julio Sur. La AU7, inaugurada por el gobierno porteño el año pasado, costó 14 millones de pesos, para una extensión ligeramente menor.
El caso derivó en un conflicto entre el gobierno porteño y la empresa Covimet, actualmente denominada CCI: la firma quiere cobrar parte de lo adeudado por la ciudad, que se niega a pagar hasta no aclarar los términos del contrato. No es lo único que mantiene paralizada la prolongación de la autopista hasta la General Paz: la construcción del tramo que falta requiere correr las vías del Ferrocarril Belgrano y desafectar parte de los terrenos de Aeroparque.
La autopista Illia conecta la 9 de Julio con la Costanera, hacia la provincia, y la avenida Cantilo con la 9 de Julio, hacia el centro. Concesionada en 1981, durante la gestión de la dictadura, el primer tramo se inauguró recién en 1995. Hasta la fecha, el contrato sufrió cinco renegociaciones (ver aparte). La última es la que hoy está cuestionada.
La denuncia inicial fue producto de una investigación particular realizada por Marcelo Gey, un ex dirigente del Partido Demócrata de la Capital, legislador porteño en 1973, quien fuera convocado por Fernando de la Rúa cuando asumió la jefatura de Gobierno, en 1996, para integrar un consejo asesor ad honorem.
Gey comenzó la investigación a partir de un hecho casi fortuito: descubrió en un edicto que la empresa Covimet “ofrecía como garantía para un crédito del Banco Provincia por 14 millones de pesos, la recaudación del peaje de la autopista Illia”, relató Gey a este diario. A partir de ese dato, pidió el expediente en mesa de entradas, haciendo uso del derecho que le otorga la Ley de Acceso a la Información Pública. “Allí me encontré con una serie de anomalías, como que el Anexo XIV, donde se establece el monto de la deuda de la Ciudad con Covimet, es una fotocopia sin firma, de una planilla de cálculos sin membrete, con entradas y salidas de dinero entre 1993 y 1998”, dijo el denunciante.
Gey le llevó el caso al propio De la Rúa, por entonces jefe de Gobierno. “Nunca tuve respuesta”, dice ahora. También le acercó la denuncia a su sucesor, Aníbal Ibarra, y a la Legislatura porteña, en octubre de 2000. En ambos casos, informa que presentó una denuncia por “estafa e incumplimiento de los deberes de funcionario público” ante el juez Nelson Jarazo y el fiscal Alejandro Molina Pico.
El gobierno porteño, a través del secretario de Obras y Servicios Públicos, Abel Fatala, hizo la denuncia ante el procurador general, Juan Carlos López, para que investigue la denuncia a través de un sumario. “Se constata que el anexo del contrato donde se fija el monto de la deuda es una planilla que no tiene firma”, coinciden las fuentes consultadas por este diario tanto en Obras y Servicios Públicos como en la Procuración. “Tal como está, el cálculo no aparece certificado por ningún funcionariodel gobierno de la ciudad”, agregan. Según las fuentes, el mismo faltante se detectó “en la renegociación realizada con la empresa por el ex intendente Jorge Domínguez, en 1995”
“Esto podría derivar en la nulidad del contrato y justificar la caída de la concesión y la captura de la autopista para la ciudad”, volvieron a coincidir las fuentes de ambas carteras. Los técnicos de la Procuración estudian ahora si una eventual rescisión de contratos puede ser vulnerable desde el punto de vista judicial: quieren evitar la sangría de recursos que provocó la ejecución de la autopista, en 20 años de concesión. En caso de pasar a la ciudad, la autopista sería gestionada por la Autopistas Urbanas SA (AUSA).
La renegociación del convenio con Covimet fue autorizado por el decreto 3135, firmado el 23 de diciembre de 1998 por De la Rúa y sus secretarios de Producción y Servicios, Nicolás Gallo, y de Hacienda y Finanzas, Eduardo Delle Ville. Curiosamente, el decreto fue publicado en el Boletín Oficial dos meses después, sin estar acompañado por los anexos que lo complementan.
Sobre los 28 millones que se le reconocieron a Covimet, el gobierno pagó 2,5 millones de pesos a principios del ‘99. El denunciante pidió que se investigue si el pago fue realizado conforme a la ley: el 16 de diciembre de 1998, la Contaduría General devolvió el expediente, justamente porque faltaban el maldito anexo.
Gallo –hoy secretario general de la Presidencia– dijo a Página/12 que el contrato firmado con Covimet fue sumamente ventajoso para la ciudad: “Se consiguió una tarifa de un peso cuando la empresa pedía 1,30, establecido en el contrato original”, afirmó. Con respecto a los expedientes originales faltantes, solo dijo que “ya están en el juzgado”, aunque no aclaró por qué no aparecían ni cómo llegaron hasta allí. Fuentes vinculadas con la causa dijeron a este diario que fueron aportados hace una semana por la empresa Covimet.
Covimet cambió su nombre por CCI cuando se presentó a licitación para otra controvertida obra, la canalización del arroyo Vega, cuya suspensión derivó en las inundaciones de febrero último, en el barrio de Belgrano.

 

 

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