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MARTA MINUJIN MONTO UN “REALITY ART SHOW” EN UNA GALERIA DE ARTE
“Podrían poner cámaras en la cárcel"

La artista plástica se encerró en un cubo de vidrio para que la gente pueda espiarla y votar por su escultura preferida. El ganador de un sorteo final será modelo de una escultura. Minujin también quiere que Marcelo Tinelli la incluya en su programa.

Por Julián Gorodischer

Marta vive en una cápsula ocho horas por día, y nunca presta demasiada atención a una sola cosa. Prefiere dispersarse y, por ejemplo, cortarle la cabeza a Orly Benzacar (a una escultura con su cara, claro) mientras atiende un llamado y mira de reojo a otros ojos que se asoman por la mirilla. La están mirando mientras vive, trabaja y, sobre todo, habla por teléfono. Ella es la única participante de este Reality Art Show que, desde una galería de arte, juega con la fórmula más gastada de la tele del 2001. A Marta Minujin, la heredera del Di Tella, “señora disparate” (según su propia presentación), se le ocurrió montar este cubo de vidrio en la galería de arte Ruth Benzacar, para dejarse mirar todo el día y aspirar a ser televisada. “Quiero que Marcelo Tinelli me incluya en su programa y que el público pueda votar y decidir cómo voy armando una escultura”, afirma durante una entrevista con Página/12.
–¿Le gustan los reality shows?
–Para nada. Son muy aburridos. Yo encerraría a los participantes sin agua o sin comida, o sin camas, a ver qué pasa. O pondría a convivir a presos violentos. Podrían poner cámaras en la cárcel ¿no?.
–¿Y por qué, si no le gustan, creó uno propio?
–Esto es lo opuesto a los de la tele. En mi Reality Art Show no se va nadie de la casa sino todo lo contrario. Cada vez hay más obras que voy produciendo. Soy observada por el público a través de mirillas y no me aíslo. Estoy comunicada a través de teléfonos e Internet.
–¿Y la gente vota, como en “Gran Hermano”?
–Eligen una escultura, la que más les gusta y, si salen sorteados, se ganan la inmortalidad.
–¿Tanto?
–Yo les tomo el molde de sus caras, y creo esa misma escultura, pero con sus facciones. Después la dono a la Municipalidad. Es el extremo opuesto a todos esos nuevos famosos que desaparecen cuando se terminan sus programas.
De pronto, lo admite: la cápsula, por momentos, la sofoca. Le produce ahogo. Hacia afuera, si uno se encuentra delante del vidrio opaco de la sala de esculturas (las del clásico cuerpo o rostro desagregado, una marca de autora), sólo se traspasa al otro lado a través de una franja transparente de unos centímetros. A veces, se distinguen unos inquietantes ojos que espían. Marta, la rehén de esta historia, no los registra. Su entorno está hecho de presencias de yeso o metal. Durante ocho horas, tolera la luz fuerte y pone la mano en la masa. La simulación del encierro (todo sea por el Arte) se acepta como viene. Pero algo anda mal, ahora mismo, si su mano intenta abrir la puerta del taller para ir a “lavarse las manos” (una obsesión que vuelve) y la puerta no se abre: está trabada desde afuera. “Abran”, dice con la vehemencia de su voz grave. Presa sí, pero no es para tomárselo tan a pecho.
“Yo capté el inconsciente colectivo que me pedía esto”, dice, más tranquila, con la libertad disponible. “Quiero demostrar que hay algo más en la Argentina que el miedo a perder el trabajo.” ¿Una parodia a la tele? La artista lo niega, pero se divierte cuando diseña a su antojo un reality con buzos en el fondo del mar, o en el espacio. O cuando asume: “Yo pensé en anotarme en una de esas casas televisadas. Pero mis compañeros deberían ser Jean–Paul Sartre, Steven Spielberg, Julia Roberts, Woody Allen...”.
–¿Sería un reality... de estrellas?
–Apenas uno de gente interesante. No una cárcel inventada para comprimirnos.
Su último gran capricho es ser televisada de tiempo completo, como cualquier participante estándar, aunque con ligeras variaciones. “El show de Videomatch”, insiste, le parece un espacio tentador: “¿Usted no puede llamar a Tinelli?”.
–¿Y qué podría verse en ese segmento que usted protagonizaría?
–Yo hablaría con la gente, como lo hace Soledad Silveyra. El público, en vez de echarme, me iría indicando cómo hacer mi obra.
–¿Cree que ese reality tendría interés televisivo?
–Acá pasan cosas todo el tiempo. Ahora, por ejemplo, verían esta entrevista.
–¿Y qué más?
–La vida del artista; el proyecto invisible de la creación. Mi vida cotidiana en este taller.
La participante de este reality, autoconsciente de ser mirada (aquí no hay mediaciones, por ahora), sabe que no basta con exhibir sus obras para mantener viva la atención. No es suficiente con la exposición de buena parte de su producción reciente. Su show personal incluye el momento del envoltorio (Marta se cubre de telas de la cabeza a los pies), el revoleo del tapado de leopardo (o un animal parecido) y el recitado (afuera, ¿se escucha?) de un poema o discurso aprendido de memoria. Dice: “Yo no soy una diva y menos Marilyn; no me creo Picasso, soy Marta Minujin”.
–¿Y si la acusan de efectista?
–¿Qué es eso?
–Buscar el impacto con este formato tan popular.
–Qué me importa. Yo nunca respondo nada a nadie. Voy con una misión por el mundo.

Similitudes y diferencias

Reality Game Show
- Los participantes son encerrados en un ámbito artificial que recrea el ámbito de una casa.
- Los participantes están aislados.
- Pueden ser observados por los televidentes las 24 horas.
- No tienen teléfonos, computadoras ni televisores.
- El público participa para decidir quién debe abandonar la casa.
- Los participantes se van yendo hasta que queda un ganador.

Reality Art Show
- La artista es encerrada en un estudio-casa en la galería Ruth Benzacar.
- Marta está aislada de sonidos en un cubo blanco de vidrio y luz.
- Es observada por el público a través de mirillas.
- Como en su vida cotidiana, está en comunicación a través de teléfonos e Internet.
- El público participa eligiendo la obra que más le gusta. El que sale sorteado, es retratado.
- Nadie abandona el estudio sino que, a medida que se corre la voz, aumenta la cantidad de visitas.

 

 

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