Por
Fabián Lebenglik
En
el Centro Cultural Recoleta se presenta una gran antología retrospectiva
de Juan Carlos Castagnino (1908-1972), con pinturas y dibujos que abarcan
el período que va desde 1938 hasta su muerte.
El dato que impacta de un primer golpe de vista es el color de sus pinturas
y el montaje. Elegida con ojo experto, la muestra fue curada por Martha
Nanni y coordinada por el hijo del maestro, Alvaro Castagnino, un incansable
galerista, difusor y descubridor de artistas desde hace varias décadas.
La muestra se inicia con una sección documental y fotográfica
y luego avanza cronológicamente con la pintura, en un circuito
muy bien trazado y definido, que no abruma y que al mismo tiempo sorprende,
porque el Castagnino fijado en la memoria colectiva está muy firmemente
arraigado en la figuración. Pero la exposición, titulada
Otra mirada, ofrece la imagen más abarcadora, no sólo
del Castagnino comprometido con la imagen, el sentido y las luchas populares
a través de la figuración, sino también amplio en
sus gustos, prácticas y técnicas, devoto de los clásicos
pero asimismo de las vanguardias, cuyas innovaciones supo incorporar y
dosificar en su obra, especialmente desde fines de la década del
cincuenta y comienzos de la del sesenta.
Cuando se recorre la muestra de acuerdo con el criterio curatorial, se
descubre que antes del supuesto final, la muestra continúa. Desde
la Sala Cronopios se pasa a la Sala C, en donde sólo hay grandes
dibujos, contundentes, clásicos, muy bien montados.
Estos dibujos todos obra de un virtuoso son fundamentalmente
desnudos, figuras femeninas y masculinas, que muestran distintos tratamientos
plásticos del cuerpo: desde un acercamiento que va modelando el
volumen e identificando al modelo, hasta un trazo más abocetado
y esquemático, en el que la apariencia de grandes croquis dinámicos,
los vuelven cercanos al presente del espectador, como recién terminados.
Hijo de un herrero rural que se instala en Camet, a los siete años
-cuando muere su padre, Castagnino se muda con su familia a la cercana
ciudad de Mar del Plata.
A los 20 años, instalado en Buenos Aires, avanza en el estudio
de la arquitectura pero luego abandona la carrera para ingresar a la Escuela
Superior de Bellas Artes.
Militante político de izquierda, a fines de la década del
veinte se incorpora al Partido Comunista.
En 1933 es convocado para colaborar en el mural que estaban realizando
Siqueiros, Spilimbergo y Berni en la quinta de Botana, a comienzos de
la década del treinta.
Al año siguiente, Castagnino recibe el impacto de la gran muestra
de Picasso que se realiza en Buenos Aires, con obra de la primer época.
A los 31 años hace su viaje iniciático a Europa (especialmente
a París) donde vive prácticamente durante un año.
Frecuenta la pintura clásica pero se interesa además por
las vanguardias. Pocos meses después de estallar la guerra, vuelve
a la Argentina, a mediados de 1940. En una carta a su mujer, Nina, narra
dramáticamente el clima bélico, como si fuera un cronista
de guerra: ... El viaje de Ginebra a París con los trenes
llenos de soldados y con los espectáculos dolorosos de los que
se despiden de sus familiares y luego París en donde estuve tres
días pues era imposible quedarse. La mayoría de la población
ha evacuado la ciudad que de noche permanece a oscuras. Ya habían
volado cinco veces los aviones sobre ella y todos llevan sus máscara
contra gases....
En 1941 termina su carrera de arquitecto pero nunca ejerce la profesión.
En 1943 gana el tercer premio del Salón Nacional y al año
siguiente presenta su primera exposición individual y se incorpora
al taller de pintura mural de Spilimbergo, Urruchúa, Berni y Colmeiro,
con quienesrealiza los murales para las galerías Pacífico
en 1945. En 1948 gana el primer premio en el Salón Nacional pero
por no acceder a afiliarse al peronismo lo expulsan de su cátedra
docente y decide irse a Europa, donde vive por una año.
A su vuelta a la Argentina, a comienzos de la década del cincuenta,
su obra incorpora el mundo industrial, en el contexto del paisaje rural.
Esa incorporación se ve muy bien el en el montaje de la muestra,
en la transición que va de telas como La fragua y Herrería
en el campo, hasta Fábrica en el paisaje.
En diciembre de 1952 viaja a un congreso político en Viena y a
comienzos de 1953 va a Moscú, pero no comulga con el languideciente
régimen de Stalin (que muere en marzo del 53). Castagnino
Viaja a Pekín, Berlín y Milán.
En 1956 gana el gran premio del Salón Nacional. En 1959 inicia
un viaje de un año por América latina y expone al año
siguiente en México. Visita Cuba, reside en Lima y allí
presenta una exposición.
En 1962 llega su consagración popular con la serie de ilustraciones
para la edición del Martín Fierro que edita Eudeba.
En 1963 es seleccionado como integrante de dos envíos argentinos:
por una parte a la Bienal de San Pablo y por la otra a una muestra en
París.
Vive dos años en Europa, donde participa activamente de la vida
cultural así como de las polémicas entre las distintas facciones
de izquierda. En la muestra del Centro Recoleta se pueden ver algunas
obras de este período, como las que homenajean a Miguel Angel y
a Goya.
En Buenos Aires, poco tiempo antes de morir se instala en su casa taller
de San Telmo, en Balcarce al 1000.
La muestra Otra mirada corrobora el fuerte sentido popular
de la obra de Castagnino, los tonos terrosos y rojizos de su pintura,
el modo en que se jugó por el mundo del trabajo.
Se hace evidente que el color es el eje compositivo y el principio constructivo
de sus cuadros. En la práctica experimentó con todas las
técnicas: óleo, pastel, acuarela, acrílico y hasta
alguna técnica inventada por él.
Si sus compañeros en el taller de muralismo, Spilimbergo y Berni,
evocan en sus cuadros la marginalidad urbana, Castagnino se vuelca hacia
su experiencia rural infantil y ése es el mundo predominante en
su obra, donde el trabajo está asociado al sacrificio pero también
a cierto contexto idílico del paisaje.
Los cuadros más cercanos a la mirada actual, aquellos que comienza
a pintar a fines de la década del cincuenta muestran la amplitud
de la mirada del artista que llega hasta lo gestual.
Los elementos rítmicos del color y cierta fragmentación
dinámica y gestual de algunos sectores del cuadro (en distintas
series de obras) mostraban que se permitía incorporar a partir
de un ojo ávido y abierto a todas las tendencias, especialmente
las que, desde comienzos del siglo XX aportaron soluciones plásticas
a la relación entre color y movimiento. Pero a pesar de esta actitud
y del deseo de pintar en sincronía con sus gustos, Castagnino nunca
fue un pintor de avanzada, sino más bien relativamente anacrónico.
A mediados de los sesenta su raíz figurativa aflora nuevamente
con fuerza, junto con el componente político. Pero el artista tiene
clara conciencia de la división entre recursos formales e intereses
temáticos e ideológicos. Al mismo tiempo que en su obra
muestra sus preocupaciones por las tragedias del mundo ciertos elementos
compositivos se liberan para permitir inclusiones como noticias de diarios,
transposiciones fotográficas, fragmentaciones de la imagen y algún
elemento del lenguaje publicitario. En la serie de las crucifixiones,
el pretexto religioso da lugar a la cita de otras realidades actuales
que remiten al martirio del hombre presente. Una de sus series se inspira
en el retablo de Grünewald (del siglo XVI), uno de los conjuntos
pictóricos más extraordinarios y anticipatorios de la historia
del arte, que está en la pequeña ciudad francesa de Colmar.
La tragedia y el sufrimiento contemporáneos, la presencia en la
tela y en el papel de los conflictos y las tomas de posición en
el presente, vuelve de lleno a su obra con la serie sobre la guerra de
Vietnam, así como con la figura del Che Guevara, o con el alzamiento
del Cordobazo.
En las citas goyescas, por ejemplo, se cruzan los desastres de la guerra
que registró Goya con el militarismo de 1965.
Un mes antes de su muerte, Castagnino concedió un reportaje a la
revista Siete Días, en el que confiesa: Yo no sé si
estoy comprometido porque es la pintura la que debe actuar. Hay quienes
quieren sostener una ideología con la pintura y no la sostienen
porque se trata de una actitud, una fórmula o una preocupación.
Cuando una pintura resulta efectiva desde el punto de vista total, el
artista no lo ha pensado antes. No es un hecho preconcebido. El arte es
un reflejo fiel de la actitud del artista....
La muestra, que cuenta con el apoyo de la Fundación Banco Ciudad,
está acompañada por un muy buen catálogo de 202 páginas.
(Hasta el 22 de julio, en el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930.)
DE
LA FUNDACION BANCO CIUDAD
Premios
indisciplinados
El
relanzamiento de la Fundación Banco Ciudad viene produciendo
buenos resultados en el terreno de la plástica, no sólo
por las muestras que apoya sino también por el Premio Fundación
Banco Ciudad a las Artes Visuales, para el que se invita a participar
a artistas de todas las disciplinas. El concurso, que contará
con un jurado internacional y se va a llevar a cabo en el Museo
Nacional de Bellas Artes (MNBA), entregará un primer premio
(adquisición) de $ 30.000, sin restricciones de edad; un
segundo premio (adquisición) de $ 15.000, para artistas de
hasta 40 años y cinco menciones (no adquisición) de
$ 2500 cada una. Está abierta la inscripción en el
MNBA hasta el 10 de setiembre y las obras deberán presentarse
entre el 25 y 30 de ese mes. La exposición está programada
para el próximo mes de diciembre en el Museo de Bellas Artes.
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