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EL HOMBRE QUE PROPUSO SALVAR A LAS PYMES DEL SUR
Un salvavidas para la crisis

Acosado por la crisis, un comerciante de Pompeya ideó un proyecto para salir del pozo: reunió a pequeños empresarios que arman estrategias para reducir costos y mejorar su producción.

El comerciante Norberto Payo (izquierda) y el grupo que trabaja en su centro de investigación.

Por Eduardo Videla

Para las pymes puede haber vida después de la recesión. Esa parece ser la premisa de Norberto Payo un comerciante de artículos eléctricos del barrio de Pompeya que ideó una estrategia para sobrevivir a la crisis. Cuando su negocio cayó en picada, armó en su local un espacio donde los fabricantes daban charlas técnicas a sus clientes, los electricistas. Este vínculo fue la semilla que derivó, tiempo después, en una asociación informal de empresas pequeñas y medianas de la zona sur porteña. La idea entusiasmó a muchos: concentrar esfuerzos para que unos puedan utilizar la capacidad ociosa de otros y mejorar su producción sin necesidad de invertir una suma imposible. Hoy suman 134 las pymes de la zona que conforman el grupo Buenos Aires al Sur (BAS), que consiguió el apoyo del gobierno porteño.
“Tengo una necesidad brutal de generar laburo”, se define Payo, con una frase acorde a su actitud hiperactiva. “Es que tengo ocho hijos, con sus familias, y me preocupa que tengan de qué vivir”.
Muchos de esos empresarios que conforman el BAS participaron anoche del taller organizado en el segundo piso de la firma Payo y Cía, en la calle Traful, a una cuadra de la iglesia de Pompeya. Hasta allí llegó el jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra, en respaldo a la experiencia.
Ese segundo piso, que Payo construyó como depósito de su comercio en tiempos de prosperidad, allá por los ‘80, se convirtió ahora en una sala de conferencias, en un aula donde se dan clases de electricidad, refrigeración y aire acondicionado, y en un gabinete tecnológico, donde trabaja un grupo de investigadores. “Estamos desarrollando un brazo robótico, comandado por computadora”, explica Fernando Bianco, estudiante avanzado de Programación, uno de los tres investigadores que dedican sus ratos libres, después del trabajo, el emprendimiento. “La idea es, en algún momento, autofinanciarnos, ofreciendo estos desarrollos a las empresas de la zona, para que puedan mejorar su producción y exportar”, agrega Rodolfo Bassi, encargado del área electrónica del proyecto.
El gabinete tecnológico, que funciona desde hace un año, es sólo una parte de la iniciativa Buenos Aires al Sur. El núcleo del proyecto es la posibilidad que han tenido los dueños de pymes de vincularse entre sí para hacer algo más que lamentarse sobre las consecuencias de la recesión. “Una empresa había comprado un centro de mecanizado, para la fabricación de elementos de goma. Por baja en la producción, el equipo estaba con muy poco uso. A través nuestro, la empresa se lo alquiló a precio de costo a otra, que no tenía ninguna posibilidad de hacer una inversión”, relató Payo a Página/12.
Hay otras anécdotas de asociaciones con resultados positivos, que aparecen en boca del comerciante, mientras atiende llamados y se preocupa por los detalles de la reunión con los funcionarios. “Un fabricante de gabinetes para equipos tenía dificultades para vender su producto porque venían unos de origen chino que incluían una fuente. Lo vinculamos con un fabricante de transformadores y ahora ambos están en mejores condiciones para hacer una oferta”, puso como ejemplo.
Payo empezó hace 30 años con el negocio. En los ‘80 llegó a tener sucursales en el centro, Liniers y la ciudad de Rosario. Después vino la caída y, más tarde, los proyectos. Dice que vendió dos departamentos para sostener la propuesta. Y no se arrepiente. En el 2000 se contactó con la Secretaría de Desarrollo Económico, que se interesó en el tema y comenzó a hacer su aporte.
“Se hizo un relevamiento de las necesidades puntuales de los empresarios de la zona sur y se los convocó a una reunión, donde se presentaron todos los instrumentos que el gobierno ponía a disposición de las pymes”, dijo a este diario Federico Sánchez, director general de Industria del gobierno porteño. A esa primera reunión, realizada el 4 de enero, concurrieron cerca de 70 empresarios. “El objetivo es asesorarlos para que tengan la posibilidad de trabajar mejor y aumentar su capacidad competitiva”, explicó Sánchez. El funcionario también trajo su ejemplo: el de unfabricante de envases que buscaba desesperado a un productor de tapitas. Lo encontró a pocas cuadras, gracias al encuentro de pymes.
Del relevamiento surge que, sobre las 134 empresas, la mayoría fabrica maquinarias (19 por ciento) y productos de metal (19 %), seguidos por la industria gráfica, caucho y plástico, equipos eléctricos y muebles. Cerca del 50 por ciento tiene su capacidad instalada ociosa y la gran mayoría, no ha realizado en los últimos años innovaciones tecnológicas, porque carecen de recursos para afrontar los costos.

 


 

REVISARAN EL CASO DE EL ALCAZAR
Un fallo muy polémico

Por H. C.

El beneficio de la duda, utilizado por el Tribunal 1 de Posadas para absolver el año pasado al médico acusado de colocar una bomba y asesinar a un chico de 11 años en El Alcázar, sufrirá ahora un efecto inverso: el Superior Tribunal de Justicia misionero anunció su decisión de revisar el polémico fallo, apelado por la fiscal de Cámara Mabel Picazo. En aquella ocasión, la sentencia había sido dividida hasta el extremo: dos jueces consideraron al imputado como inocente. El tercero, pidió cadena perpetua. Entretanto, el médico Fernando Salazar del Risco, que terminó el juicio con su libertad y un ojo en compota, ahora reside en la otra punta de Misiones, en la localidad de Andresito, atendiendo pacientes en un dispensario. En El Alcázar, nadie cree que, de realizarse un nuevo juicio, alguien pueda encontrar al médico para sentarlo en el banquillo. En ese aspecto, Salazar es el único que no parece tener dudas.
El 15 de octubre del ‘98, minutos después de las 6.30, una bomba casera rellena de clavos estalló a pocos metros de la puerta de Salazar del Risco, en la calle principal del pueblito de El Alcázar. Se encontraba oculta dentro de un maletín. La activó la curiosidad de Jorge –”el Pelado”– Brítez, de 11 años, hijo de un hachero de la localidad. Junto a él, caminaba su compañero Maximiliano Piris. El estallido destrozó el cuerpo del Pelado y provocó graves heridas a Maxi.
A partir de allí, la investigación fue cercando a Salazar, pero chocó con cuestiones procesales. Hasta que la recusación del juez abrió el camino a la investigación y la puerta de rejas al principal sospechoso, el médico del pueblo. Durante dos años, Salazar pasó sus días en la cárcel, hasta la iniciación del juicio, en noviembre del año pasado.
Durante las audiencias, las pruebas parecían llevar a una condena segura: los nudos del hilo que activaba la bomba eran de cirujano; los testigos señalaban movimientos sospechosos en la puerta de Salazar, momentos antes de que estallara la bomba y Salazar fue el último en acudir en auxilio de los chicos.

 

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