Es de titanio y plástico;
su peso no supera el kilo. Tiene un sonido suave y un valor exorbitante
100.000 dólares, pero su función para muchos
no tiene precio: es el primer corazón artificial completamente
autónomo. Médicos estadounidenses anunciaron ayer en Louisville
la exitosa implantación del artefacto, un logro que podría
dar esperanzas a muchos enfermos. Pero los especialistas aún son
cautos a la hora de evaluar si constituye una revolución para los
pacientes cardíacos. Por lo pronto, es un paso sustancial sobre
los anteriores corazones artificiales, con cables que sobresalían
de la piel y provocaban infecciones en buena parte de los casos.
Poco se informó del paciente. Tras una operación de siete
horas está descansando cómodamente, se limitaron
a aclarar los responsables del Jewish Hospital de Louisville, en Kentucky.
No se ha establecido aún cuánto puede prolongar esta prótesis
la vida del paciente. Pero según la empresa fabricante, Abiomed,
con sede en Danvers (Massachusetts), este corazón artificial, fruto
de tres décadas de trabajos y ensayos, puede extender la esperanza
de vida de una persona de 60 días a cinco años.
El paciente implantado es el primero de un total de cinco personas que
recibirán esta prótesis cardíaca denominada Implantable
Replacement Heart (Corazón implantable de reemplazo). La
prótesis se encuentra en su fase de prototipo y por lo tanto no
ha sido comercializada. Apenas fue aprobada en enero por la Administración
de Alimentos y Medicinas estadounidense (FDA), por ahora para su uso en
pacientes cardíacos cuya esperanza de vida no supera los 30 días
y para quienes el transplante es la única alternativa.
El corazón, fabricado en titanio y plástico poliuretano
translúcido, está equipado con un motor silencioso y una
batería interna que permite al paciente disponer de una completa
libertad de movimientos. Se trata, en realidad, de varias unidades: una
en el tórax, el corazón en sí mismo con un peso cercano
al kilo y que comprende dos ventrículos artificiales y sus respectivas
válvulas, así como un sistema de bombeo hidráulico;
una batería interna y un tablero de comandos externo que se coloca
sobre el abdomen del paciente, que controla y vigila las funciones cardíacas.
La revolución aportada por este aparato, que cuesta 100.000 dólares
(fuera de los gastos de operación) es que la batería interna
es recargable a distancia por medio de pulsiones eléctricas enviadas
a través de la piel por una batería externa del tamaño
de una cinta de video, que se puede llevar en la cintura. La batería
interna dispone de una autonomía de 30 minutos, lo que permite
por ejemplo al paciente poder tomar una ducha sin tener que llevar la
batería externa siempre conectada.
El cambio es importante: los corazones artificiales anteriores tenían
que ser llevados por los pacientes conectados una fuente externa de energía,
mediante tubos y alambres, incrementando el riesgo de una infección.
Claro que en este caso la independencia no es total. El sistema exige
una atención constante: las baterías tienen que ser recargadas
cada cuatro horas y el monitor externo avisa siempre que están
bajas.
Pero hubo festejos: Hemos estado tratando de desarrollar un corazón
totalmente artificial implantable durante 20 años, dijo David
Faxon, presidente de la American Heart Association, para quien el transplante
es un hito en este tipo de investigaciones.
Los doctores e investigadores directamente afectados mantuvieron ayer
un mutismo total, aunque se esperaba que ofrecieran hoy una conferencia
de prensa en Louisville. Se especulaba que esperaban un plazo prudencial
para saber cómo evolucionaba el paciente.
La empresa, en tanto, aclaró quienes son los potenciales usuarios
del corazón artificial: El Abiocor está dirigido a
los pacientes cuyo músculo cardíaco presenta fallas en los
ventrículos izquierdo o derecho y para quienes los métodos
de intervención quirúrgica o de terapia son inadecuados,
precisaron.
LA
EVALUACION DE LOS ESPECIALISTAS ARGENTINOS
Para casos irrecuperables
El corazón artificial
autónomo que se implantó a un paciente terminal en Estados
Unidos despertó el interés entre los especialistas argentinos.
Página/12 consultó a tres cardiólogos, que ofrecieron
distintas opiniones sobre la trascendencia del hecho y abrieron el paraguas
ante varios aspectos: la prótesis sólo podría aplicarse
en ciertos casos y, para la mayoría de los pacientes, en el país
su costo resulta prohibitivo.
Roberto Favaloro, presidente de la Fundación Favaloro, fue el que
se mostró más entusiasmado por el avance médico-tecnológico:
Por primera vez se está en presencia de un corazón
total implantable, sin ningún cable que ingrese al cuerpo de paciente.
De este modo se previenen las inevitables infecciones que sufren los que
tiene que permanecer conectados a una fuente externa de energía.
El cardiólogo Jorge Trainini, jefe de cirugía cardíaca
del hospital Eva Perón, también apuntó la importancia
de evitar la infección, que afecta al 60 por ciento de los
implantados con los aparatos utilizados en forma más generalizada.
Es ideal para un corazón con múltiples infartos e
irrecuperable, agregó Favaloro. Trainini, en tanto, se ocupó
en aclarar que en Francia y Alemania ya se realizó, en octubre
del año pasado, la experiencia con un corazón artificial
con similares características que el Abiocor.
El que intentó poner paños fríos al tema fue Guillermo
Bortman, coordinador de trasplantes del sanatorio Mitre: Lo considero
como una opción más y creo que hay que esperar por los resultados,
ya que hay una cantidad limitada para estudiar su funcionamiento.
Bortman, que también es miembro de la Sociedad Argentina de Cardiología,
no espera resultados mágicos, y detalló algunas puntos en
los cuales reparar: Hay que tener en cuenta los costos biológicos
que tiene el corazón artificial: durante la cirugía se corren
riesgos de infección y de hemorragias, entre otros. Tampoco hay
que desestimar los enormes costos económicos que representa un
aparato de este tipo. Bortman que se define como trasplantólogo
descree de la masividad que puedan alcanzar estos emprendimientos a pequeño
y mediano plazo, y pone el acento en los 200 pacientes que hay en la Argentina
a la espera de un trasplante de corazón, para los que el Abiocor
sería prohibitivo. De todos modos, apunta el impacto
que tiene en el desarrollo de nuevas terapias y destaca su uso en pacientes
con insuficiencias cardíacas terminales.
La energía trasdérmica con que se alimenta esta prótesis
también es destacada por los especialistas: Al ser eléctrico
y alimentarse con una pequeña batería, le aporta al paciente
una recuperación con mucha mayor calidad de vida, no está
atado a un aparato, apuntó Favaloro. Más allá
de las posturas que implican un mayor o menos entusiasmo con este desarrollo
tecnológico, los médicos no dudan en destacar su importancia
que lleva a la medicina a los terrenos, casi, de la ciencia ficción.
Las
nuevas cirugías cardíacas robotizadas
La cirugía cardíaca
robotizada va por buen camino. Transcurrido un año del primer experimento
piloto de cirugía endoscópica en EE.UU., los 19 pacientes
operados de corazón siguen vivos y en buen estado. Estos resultados
demuestran que es posible utilizar instrumentos endoscópicos para
realizar estas intervenciones, un procedimiento cuyas dificultades técnicas
han disuadido de su uso a los cirujanos durante largo tiempo.
Nuestros resultados demuestran que la parte más difícil
del procedimiento se puede realizar endoscópicamente con asistencia
robótica, afirma Ralph J. Damiano, jefe de cirugía
cardíaca de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington,
en Saint Louis. El sistema robótico ha solucionado muchas
de las limitaciones físicas de la cirugía endoscópica
tradicional en el ámbito microquirúrgico y ha aumentado
claramente nuestra destreza y rendimiento. Es alentador que después
de un año no se hayan manifestado complicaciones.
Es un tipo de cirugía que se adapta a la era de la información,
afirma Damiano, que publica su trabajo en la edición de junio de
Annals of Surgery.
Utilizar la endoscopia en cirugía cardíaca plantea grandes
problemas. Para evitar las grandes heridas quirúrgicas, los cirujanos
de otros campos pueden utilizar herramientas endoscópicas que se
insertan en pequeños orificios del tamaño de un lápiz.
Pero esos aparatos plantean diversas dificultades a los cardiólogos.
Los cirujanos cardíacos tienen manos firmes, pero es imposible
sujetar con firmeza instrumentos largos cuando se trabaja con vasos muy
pequeños, afirma Damiano. El especialista, sin embargo,logró
evitar estos problemas manipulando un robot que inserta instrumentos y
una cámara.
De El País, especial para Página/12
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