Por Horacio Verbitsky
El Ejército sigue usando
los servicios del abogado neonazi Juan Enrique Torres Bande, pese a que
su jefe de Estado Mayor, Ricardo Brinzoni, dijo que lo había despedido.
El Estado Mayor General del Ejército envió un nuevo recurso
de hábeas data al Centro de Estudios Legales y Sociales, con el
mismo texto, la misma tipografía, el mismo diseño y fijando
el mismo domicilio legal que en los presentados en marzo último
con el patrocinio de Torres Bande.
Al cabo de cuatro meses en los que Brinzoni concurrió a la Delegación
de Asociaciones Israelitas, DAIA, a pedir disculpas por haber contratado
al dirigente y apoderado del partido del Nuevo Triunfo, la única
diferencia es que ahora la firma de Torres Bande no figura, como se aprecia
en los facsímiles que acompañan a esta nota. Sin embargo,
el domicilio constituido para el nuevo recurso de hábeas data,
Marcelo T. de Alvear 777, piso 2º, departamento D, es el mismo en
el que Torres Bande recibió el 23 de abril la respuesta a más
de 600 recursos de hábeas data, entregada en sus propias manos
por los directivos del CELS. El abogado supo de la presencia de los integrantes
del organismo de derechos humanos por los periodistas que se agolparon
en la puerta, descendió hasta la calle y acompañó
a sus visitantes hasta el estudio, de cuya puerta tenía llave.
El nuevo pedido de hábeas data, firmado por el capitán Guillermo
Oscar Voget, fue enviado al CELS en un sobre con membrete de la Secretaría
General del Ejército en su frente. Al dorso lleva un sello del
Estado Mayor General y su dirección, Azopardo 250, y el franqueo
fue cargado a la cuenta 11047 del Correo Argentino.
La respuesta entregada en abril a Torres Bande por el Centro de Estudios
Legales y Sociales informó sobre nueve oficiales por su posible
intervención en crímenes atroces y aberrantes durante la
guerra sucia, diez por haber participado en los alzamientos contra el
orden constitucional, dos por su eventual responsabilidad en otros delitos
y nueve por haber cursado en la Escuela para torturadores de las Américas.
Gracias a Brinzoni ahora sus archivos asocian a 663 oficiales con el neonazi
partido del Nuevo Triunfo, que dirige Alejandro Biondini, secundado por
el abogado de confianza de Brinzoni.
La constatación de que Torres Bande sigue trabajando para Brinzoni
implica:
1. Desobediencia a la directiva del ministro de Defensa, Horacio Jaunarena,
quien ordenó a Brinzoni no insistir con el envío de recursos
de hábeas data a organismos de derechos humanos.
2. Desmentido a la afirmación oficial de que los 663 recursos de
hábeas data presentados en marzo habían obedecido a iniciativa
personal de sus firmantes, entre ellos Brinzoni y todo el generalato,
con excepción del jefe de la Casa Militar de la Presidencia, general
Julio Alberto Conrado Hang. Queda una vez más en claro que se trata
de una política institucional, dispuesta por el jefe de Estado
Mayor.
3. Comprobación de que Brinzoni y su secretario general, Carlos
Alfonso, faltaron a la verdad cuando, luego de ser descubiertos, dijeron
que habían prescindido de los servicios de Torres Bande. Un trascendido
oficioso dijo que dos oficiales habían sido sancionados por la
contratación de Torres Bande, pero no hubo ninguna información
oficial. Fuentes castrenses dijeron a este diario que el responsable directo
fue el coronel Dalmiro Sosa Mendoza, el mismo al que Alfonso envió
a Ezeiza recibir como un héroe al ex mayor Jorge Olivera, cuando
escapó de la Justicia italiana gracias a la falsificación
de un documento sobre el destino de su víctima, la ciudadana franco-argentina
Marie Anne Erize.
Brinzoni brindó sus explicaciones personales a Jaunarena y al presidente
Fernando de la Rúa, a quienes les dijo que tenía convicciones
democráticas y que había sido sorprendido en su buena fe.
Brinzoni negó en un reportajeser nazi y admitió que se había
comportado como un estúpido. El 6 de mayo, en un reportaje
al diario chaqueño Norte, Brinzoni reconoció que en Margarita
Belén no se había producido un intento de fuga, como era
la versión oficial, sino el fusilamiento de más de veinte
detenidos. Con las solicitudes de hábeas data y las solapadas reivindicaciones
de la dictadura, Brinzoni intenta protegerse, rodeándose de oficiales
jóvenes que, por razones generacionales, no tuvieron participación
alguna en la dictadura militar.
El 28 de mayo, el CELS lo denunció ante el juez federal de Resistencia,
Carlos Skidelsky, como cómplice o encubridor de esa masacre, ocurrida
en diciembre de 1976, mientras él era alto funcionario político
de la intervención militar en esa provincia. El 29 de mayo, en
el Día del Ejército, el Presidente ratificó su confianza
en Brinzoni, aunque Jaunarena le ordenó que se dedicara a conducir
el Ejército y no volviera a hablar de la guerra sucia militar contra
la sociedad argentina de la década de 1970. Esta noche, después
de las 21, De la Rúa dirigirá un mensaje a los militares
durante la comida anual de camaradería de las Fuerzas Armadas,
que se realizará en el Salón San Martín del Edificio
Libertador. Allí tienen su sede el ministerio de Defensa, la Jefatura
del Estado Mayor Conjunto y la Jefatura de Estado Mayor del Ejército.
No puede descartarse una nueva referencia a la proximidad del abogado
nazi a la conducción del Ejército.
ETCHECOLATZ,
ARMADO Y SIN CUSTODIA
La pistola desnuda
Le embargaron la pistola al ex comisario Etchecolatz, por
no pagar los honorarios al abogado de Alfredo Bravo. Tenía el
arma en su casa, cargada y lista para disparar, pese a estar
bajo arresto. El beneficio podría ser revocado.
Miguel
Osvaldo Etchecolatz, ex subjefe de la policía con Camps.
Su Browning estaba cargada y en condiciones de funcionar.
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Por H. V.
El ex subjefe de la provincia
de Buenos Aires, Miguel Osvaldo Etchecolatz, cumple su arresto domiciliario
sin custodia alguna y armado con una pistola 9 mm cargada con diez proyectiles
y lista para disparar. Así lo comprobó ayer el ex juez federal
Juan Ramos Padilla, a quien Etchecolatz le debe 7800 pesos de sus honorarios
como abogado, cuando se presentó en el domicilio de Etchecolatz
junto con un oficial de justicia en busca de bienes a embargar. El juez
Fernando Larraín lo condenó a tres años de prisión
en suspenso por calumnias al diputado nacional Alfredo Bravo, quien lo
querelló con el patrocinio de Ramos Padilla, quien es abogado de
la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. La condena fue confirmada
por la Cámara Nacional de Casación Penal.
En abril de este año el juez federal de La Plata, Arnaldo Corazza,
ordenó la detención de Etchecolatz, por la sustracción
y supresión de identidad de una menor, hija de desaparecidos durante
la dictadura militar y le concedió el arresto domiciliario porque
tiene más de 70 años. La Cámara Federal de La Plata
confirmó justamente ayer su procesamiento (ver aparte). En la misma
causa están detenidos el ex jefe del Cuerpo I de Ejército,
Carlos Suárez Mason y el ex comisario médico de la policía,
Jorge Antonio Bergés. El ex subjefe de Ramón Camps también
fue procesado por amenazas e intimidación pública por el
juez correccional Omar Facciuto, quien lo absolvió. Ya durante
la audiencia pública en el juicio por calumnias el detector de
metales reveló que uno de los defensores de Etchecolatz, el ex
policía Alfredo Tadeo Torres intentaba ingresar armado, con cargador
completo y bala en la recámara.
Luego de tres años sin cobrar sus honorarios, Ramos Padilla reclamó
el embargo judicial sobre los bienes del ex policía. Ayer por la
mañana se presentó junto con un oficial de justicia en el
domicilio donde cumple su arresto Etchecolatz, en el departamento A del
9º piso del edificio de Pueyrredón 1035, en la Capital Federal.
En el momento del procedimiento no había custodia alguna en el
edificio; apenas un agente policial que recorría la cuadra y que
dijo estar afectado a la vigilancia de los bancos del vecindario. Recién
luego del aviso que ese hombre hizo por radio se presentó un patrullero
de la Policía Federal en el lugar. Etchecolatz dijo que no era
propietario del departamento ni de los bienes muebles en su interior.
Ni siquiera admitió poseer una zapatilla, dijo el ex
juez Ramos Padilla, quien en marzo de 1987 había arrestado y procesado
a Etchecolatz, Camps y otros nueve miembros de la banda, por la colocación
de una serie de explosivos, en la creación del clima que condujo
a la rebelión carapintada de Semana Santa. Ramos Padilla y el oficial
de justicia recorrieron el departamento en busca de objetos de algún
valor que fueran embargables, conducidos por la esposa del represor. En
un momento del recorrido, Etchecolatz advirtió:
Ahí no, que tengo el arma.
A ver insistió el oficial de Justicia.
El funcionario le pidió que le entregara la pistola, marca Browning
Nº 93875.
Cuidado que está cargada y funciona insistió
Etchecolatz.
A solicitud del oficial, el ex policía retiró un proyectil
del arma y nueve de su cargador. La pistola fue embargada pero el oficial
de Justicia la dejó en poder de Etchecolatz, ahora en carácter
de depositario. Esa es la conducta habitual en los procedimientos civiles,
pero es de dudosa aplicación a este caso, en el que la persona
embargada ha sido condenada por un juez y está a disposición
de otro, en arresto domiciliario. La ley, complementaria del Código
Penal, faculta en su artículo 33 la detención domiciliaria
de los mayores de 70 años. Pero el artículo 34 faculta al
juez a revisar ese beneficio. El artículo 502 del Código
Procesal Penal de la Nación dice que la detención domiciliaria
se cumplirá bajo inspección o vigilancia de la autoridad
policial, lo que no ocurría en este caso. Ramos Padilla solicitará
a los jueces que envíen a Etchecolatz a una verdadera cárcel,
y sin su arma.
En 1997, Etchecolatz publicó un folleto, La otra campana
del Nunca Más, en el que reivindicó los crímenes
de lesa humanidad cometidos durante la dictadura militar. La jueza Ana
María Bulascio de Rúa lo procesó por apología
del delito, dijo que nunca tuvo complejo o culpa por haber matado
y destacó su fanatismo cuando señala que fue convocado
por la Patria.
Durante el programa de televisión Hora Clave, Etchecolatz
agravió además al diputado Alfredo Bravo, a quien había
detenido y torturado durante la dictadura. Cuando Bravo narró ese
episodio, Etchecolatz lo llamó mentiroso y afirmó
que el tratamiento que nosotros le hicimos a lo mejor lo hubiese
curado de los callos y del pie plano. Se cree que la niña por cuya
sustracción fue procesado Etchecolatz es la hija de la desaparecida
enfermera Aída Celia Fernández, detenida en su domicilio
de San Antonio de Padua el 23 de diciembre de 1977, junto con su madre
Elsa Fernández de Sanz, quien había venido desde el Uruguay
al parto de su hija. Las dos mujeres siguen desaparecidas.
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