|  
       Por Pedro Lipcovich 
         Esto es al revés 
        de la situación más común, donde la Argentina suele 
        pagarle licencias a Estados Unidos por tecnología, comentó 
        Página/12 y: ¡Sí, por eso estamos tan contentos!, 
        contestó José Mordoh, investigador superior del Conicet, 
        cuyo equipo acaba de firmar un convenio que autoriza a un laboratorio 
        norteamericano para usar un anticuerpo monoclonal desarrollado en Buenos 
        Aires: la sustancia permitirá, por de pronto, diagnosticar la gravedad 
        de diversos tipos de cáncer, a fin de orientar el tratamiento. 
        También podría servir para diagnosticar precozmente la existencia 
        de tumores y eventualmente para curarlos. Y se investiga una posibilidad 
        alucinante: desarrollar, a partir de este anticuerpo, una vacuna universal, 
        que prepare al sistema inmunitario para luchar contra enfermedades tan 
        disímiles como el cáncer o el sida.  
        Los anticuerpos monoclonales (AMC, que le valieron el premio Nobel al 
        argentino César Milstein) sirven para reconocer un antígeno 
        específico, para precisar una sustancia invasora: El AMC-501 
        lo desarrollamos nosotros: primero, para el cáncer de mama, pero 
        después nos dimos cuenta de que reacciona ante prácticamente 
        todos los tumores, contó a este diario José Mordoh, 
        jefe de cancerología de la Fundación Campomar e investigador 
        superior del Conicet.  
        Los tumores, en principio, no generan anticuerpos, ya que la malignidad 
        del cáncer consiste precisamente en que, como proviene del propio 
        organismo, el aparato inmunitario no lo ataca. Entonces, para conseguir 
        su anticuerpo, los investigadores inyectaron células tumorales 
        humanas a ratones. El sistema inmunitario de los ratones, sí, reaccionó 
        contra esas células extrañas, y los científicos seleccionaron 
        los anticuerpos obtenidos: En esto hay que tener un poco de ojo 
        y un poco de suerte, comentó Mordoh. Luego de la suerte de 
        haberlo encontrado, vino el trabajo de averiguar por qué ese anticuerpo 
        detectaba tantos tumores: Descubrimos que nuestro anticuerpo reconoce 
        un antígeno que se llama CD-63, perteneciente a la familia de las 
        tetraspaninas.  
        Las tetraspaninas son unas proteínas que están en las membranas 
        de las células cancerosas, desde donde transportan sustancias a 
        su interior. Hace sólo un par de años que se las estudia 
        y todavía no se sabe bien para qué le sirven al tumor. Lo 
        cierto es que un estudio, en Estados Unidos, sobre 6000 proteínas 
        distintas, mostró que sólo cinco, entre ellas el CD-63, 
        se presentan especialmente en los tumores de comportamiento más 
        benigno: Poder predecir cuán agresivo va a ser un tumor permite 
        tomar a tiempo decisiones estratégicas sobre el tratamiento. 
        Por esta virtud del anticuerpo patentado por los investigadores del Conicet, 
        la empresa Zymed Laboratories, de California, se interesó en comprar 
        la licencia: Se la concedimos por diez años, en forma no 
        exclusiva y sólo para investigación y diagnóstico 
        de malignidad de tumores, precisó Mordoh. En el acuerdo, 
        además de la empresa y del equipo de investigadores, intervinieron 
        la Fundación Sales que financió el proyecto 
        y el Conicet. Los kits de diagnóstico con el nuevo método 
        se distribuirán mundialmente en las próximas semanas. 
        El diagnóstico de malignidad se hace sobre células tomadas 
        por biopsia del tumor. Pero el anticuerpo desarrollado en la Fundación 
        Campomar también podría servir (asociado con un marcador 
        radiactivo, en un procedimiento ya estandardizado) para diagnosticar precozmente 
        si la persona tiene o no un cáncer. Y quizá para tratarlo: 
        Como tiene la propiedad de penetrar muy rápidamente en la 
        célula cancerosa, podría unírselo a sustancias tóxicas 
        para eliminar el tumor, explicó el investigador del Conicet. 
        Pero la posibilidad más impresionante es la vacuna universal: 
        así, nada menos, la denomina Mordoh. Se basa en que la proteína 
        CD-63 no sólo está presente en las células cancerosas 
        sino también, aunque en menor proporción, en una clase de 
        células sanas, pertenecientes al sistemainmunitario, llamadas dendríticas. 
        En éstas sí se sabe para qué sirve la CD-63: hace 
        entrar en la célula dendrítica los antígenos, las 
        sustancias extrañas que el sistema inmunitario debe eliminar. La 
        célula dendrítica les presenta a las otras células 
        inmunitarias, como en una vidriera, los antígenos que deben atacar, 
        dice Mordoh, y continúa con la metáfora: ...Pero es 
        una especie de vidriera de saldos, donde hay muchos antígenos entre 
        los que el sistema inmunitario debe distribuirse. 
        La vacuna universal se fabricaría pegándole a nuestro 
        anticuerpo trozos de virus del sida, o de otros virus, o de células 
        tumorales, y haciéndolo dirigirse a las células dendríticas 
        para que lo tomen y lo presenten al sistema inmunitario: no se va a tratar 
        ya de una vidriera de saldos sino de una vidriera con un único 
        producto para que el sistema inmunitario reaccione específicamente, 
        potenciando su respuesta, explica Mordoh, y precisa: Estamos 
        trabajando en eso. 
       |