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CUBA EMPIEZA A ENCARAR EL TEMA DE LA SUCESION DE FIDEL
De eso no se habla... hasta ahora

Después del desmayo en público del máximo líder cubano hace 12 días, la isla hierve con especulaciones sobre el futuro, cómo será su hermano Raúl al frente y las políticas que pueden esperarse.

Equilibrio: �Unos lloraron; otros lo celebraron, pero todo el mundo se preocupó. La gente intuye que Fidel es el equilibrio y que sin él puede venir el caos�.

Fidel Castro nunca había protagonizado un episodio así.

Por Mauricio Vicent
Desde La Habana

“¿Y después de Fidel, qué?” La pregunta, formulada de súbito a un cubano común minutos después de que el líder comunista sufriera un desmayo el sábado 23 de junio, en medio de un discurso, tuvo contestación inmediata: “Lo primero, reja pa’la casa”, es decir, proteger la vivienda ante cualquier circunstancia. La reacción del joven, cuando aún no se conocía la gravedad de lo sucedido, fue, además de ingeniosa, reveladora: como él, muchos cubanos, desde los fidelistas a los más acérrimos desafectos, contemplan con incertidumbre y hasta temor el futuro después de la muerte de Castro.
Aunque en apariencia sólo fue un susto, el breve desmayo que le dio al líder máximo hace 12 días en La Habana cuando llevaba dos horas hablando bajo el sol provocó un estremecimiento nacional y éste sirvió para dos cosas. Primero, hizo que, de sopetón, la gente cayese en la cuenta de un hecho evidente, pero que hasta ese momento muy pocos se planteaban: que Fidel Castro es humano y mortal. En segundo lugar, puso en primer plano un tema sensible del que en la isla raramente se habla: el de la sucesión del Comandante.
Desde luego, Castro es humano y mortal. Pero para muchos en Cuba hasta el pasado 23 de junio este tema no era un asunto preocupante. La inercia de 42 años de “revolución victoriosa” y la imagen del líder, que pese a sus 74 años mostraba una vitalidad envidiable y era capaz de hablar siete horas seguidas, crearon en torno suyo un halo de eternidad. En numerosas ocasiones, el propio Castro se ha referido a su sucesión. Sus ideas sobre este asunto son conocidas: la revolución no peligra, pues desde hace años los líderes históricos comparten las tareas de gobierno con dirigentes jóvenes que, asegura Castro, defienden con igual o más fuerza los principios socialistas.
Es visible que desde hace años el mandatario se ha rodeado de jóvenes salidos de la Unión de Jóvenes Comunistas o de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU). La mayoría, después de trabajar un tiempo cerca de él, pasaron a ocupar puestos relevantes. Entre ellos está Felipe Pérez Roque, de 36 años, quien durante siete fue su ayudante personal y desde hace dos es canciller; también Carlos Lage, de 49, que es vicepresidente y lleva las riendas de la economía. Más jóvenes aún son Carlos Valenciaga, su actual secretario, y Hassan Pérez, presidente de la FEU, junto al líder en todos lados. Ellos mismos se han ocupado de desmentir la imagen de aperturistas que algunos cubanólogos les han querido atribuir.
Bromeando –o no–, Roque ha definido a los dirigentes como él de “muyahidines de la revolución” y en la calle los calificativos van más allá. “Son talibanes, y quien piense que la cosa aflojará si ellos son el relevo, se equivocan”, dice Yunieisi, una ingeniera. Yunieisi cree que el desmayo de Castro “sí es importante”. “Si un simple desmayo provoca tal conmoción, pese a que los mecanismos de sucesión ya están previstos, imagínese lo que pasará cuando de verdad falte Fidel.”
Lo que dice esta joven tiene sentido: durante los 15 minutos que duró la lipotimia de Castro hubo un desconcierto general. “Unos lloraron, otros lo celebraron, pero todo el mundo se preocupó. La gente intuye que Fidel es el equilibrio y que sin él puede venir el caos.” Quizá Yunieisi exagera. Pero muchos ven con igual incertidumbre el futuro, pese a los mensajes tranquilizadores de las autoridades. “Aquí no va a haber ningún vacío de poder”, dice un dirigente. Lo establecido es que si Castro muere antes que su hermano Raúl, sea éste quien asuma el poder. No en balde, es segundo secretario del Partido Comunista, primer vicepresidente del Consejo de Ministros y ministro de Defensa.
Las cábalas abundan estos días y algunas son de lo más imaginativo. Algunos dicen que Raúl es más duro que Fidel, otros que es más práctico, y casi todos que no podrá sustituir el carisma de su hermano y mantener el poder mucho tiempo. Otros hablan de que tras una breve transición uno de los jóvenes, sea Lage, Pérez Roque o el presidente del Parlamento, Ricardo Alarcón, se convertirá en primer ministro y después vendrán las reformas. “Lo que sí es seguro es que hacia más socialismo no irán”, cree D. J., un empresario extranjero que, como es comprensible, no quiere dar sus datos. Algunos disidentes, como Elizardo Sánchez, opinan que “en Cuba no hay socialismo, sino fidelismo”, y que por eso sería deseable que cualquier cambio contase con su apoyo –al menos al principio– para evitar situaciones traumáticas y desórdenes. Si es cierto lo que dice Sánchez, la pregunta es: ¿será posible el fidelismo sin Fidel?
Y después, otras: ¿quién será el relevo? ¿Pérez Roque, el joven que tuvo el temple para subir a la tribuna tras el desmayo de Castro aunque junto a él había tres comandantes históricos? Y los que hoy se declaran guardianes del testigo revolucionario, ¿lo defenderán mañana o serán quienes lo entierren? ¿Habrá derrumbe o transición? ¿Continuismo? ¿Caos? Doce días después de la primera pregunta, el joven filósofo criollo del primer párrafo habló de nuevo con deslumbrante agudeza: “Mire, compadre, después no sé. Pero hágame caso: lo primero, reja pa’la casa”.

 

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