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La historia de la fotógrafa que se
hizo tan famosa como sus fotos

Annie Leibovitz se fue de gira con los Rolling Stones, hizo las últimas fotos de John Lennon, retrató a Demi Moore embarazada y desnuda. Un especial de Film & Arts cuenta esta noche la historia de su estilo.

David Byrne, por Annie.
Una marca de su estilo.

Por Roque Casciero

Durante los últimos treinta años, han sido muy pocos los fotógrafos que definieron un estilo seguido e imitado hasta el hartazgo. Entre ese grupo selecto, el nombre de Annie Leibovitz está bien arriba: desde las páginas de las revistas estadounidenses Rolling Stone y Vanity Fair, puede decirse que impuso una forma de fotografiar celebridades que marcó el rumbo para cientos de colegas en todo el mundo. El documental que Film & Arts exhibirá esta noche a las 21 dentro de su ciclo “Perfiles” demuestra cómo y por qué fue que llegó a su lugar de privilegio además de ofrecer una visión desde adentro de su forma de trabajo.
El programa incluye un muy buen relato acerca de las dos tomas más famosas de esta famosa fotógrafa. En 1981, mientras trabajaba para Rolling Stone, le propuso a John Lennon y a Yoko Ono una sesión con ambos desnudos. Pero Yoko, a último momento, no quiso sacarse los pantalones, así que Leibovitz le dijo que volviera a ponerse toda su ropa, mientras que el ex Beatle siguió completamente desvestido. Cuando Lennon vio las primeras instantáneas, se entusiasmó: “Así es nuestro matrimonio”, dijo. La foto recorrió el mundo, porque fue la última sesión del beatle antes de su asesinato. Jann Wenner, el fundador y director de la revista, decidió poner en tapa sólo la foto, sin titulares. Fue la única vez en la historia de la publicación en que sucedió eso.
Otra toma de Leibovitz que llegó a la primera plana de los diarios de todo el planeta, algo muy poco usual, fue la portada de Vanity Fair en la que se veía a Demi Moore desnuda y con un embarazo avanzado. “Me sentía muy sensual y quería transmitirlo”, explica la actriz en el documental. “No fue una idea reveladora lo que se nos ocurrió, fue sencillamente algo muy natural. La controversia que despertó la tapa provocó que la revista saliera embolsada. Los editores temían que así no se vendiera, pero el interés de los norteamericanos por la fruta prohibida fue demasiado y los ejemplares salieron como pan caliente.”
En un momento del documental, alguien plantea que cuando Leibovitz consigue fotos de un impacto tan grande, luego debe enfrentarse al problema de superar sus propios límites. Pero ella lo logra, una y otra vez. El método lo explica Mick Jagger, otro de sus frecuentes fotografiados: “Annie trabaja muy duro. Es muy perfeccionista, por lo que se pone furiosa si algo sale mal. Exagera el asunto hasta la tortura”. Wenner completa: “Ella siempre busca ideas nuevas. Se concentra en lo que hace. No acepta un no. Siempre logra lo que quiere”.
El director de Rolling Stone la definió como la mejor colaboradora que jamás tuvo. Ciertamente, el estilo de Leibovitz ayudó a definir el de la revista, a la que llegó en 1970, con portfolios como los de la renuncia del presidente Richard Nixon. En el ‘75 aceptó el convite de Jagger para que fotografiara una gira de los Rolling Stones. Allí, ella comenzó a involucrarse en el modo de vida de quienes miraba a través del lente de la cámara: su adicción a las drogas se hizo pesada. Sin embargo, nunca dejó de trabajar y eso fue lo que la salvó. A principios de los ‘80 hizo una movida arriesgada que le salió de maravillas. Abandonó a Wenner y los suyos, y aceptó un puesto en Vanity Fair, una revista que aplaude el culto de los famosos. Los aires habían cambiado y ella supo percibirlo. Trabajar en un medio en que las fotos no pueden sino ensalzar a los retratados le impuso límites, pero ella consiguió mejorar su estilo y filtrar, de modo sutil, su propia visión de quien se ponía frente a su cámara. La ostentosa imagen del matrimonio Trump es un buen ejemplo de esto.
El documental que se verá esta noche fue realizado hace poco menos de una década, por eso apenas se vislumbran los últimos pasos de la fotógrafa. En un momento, ella cuenta que se ha aburrido de la perfección que había logrado en sus tomas. Por eso decide intentar nuevos caminos, tan interesantes o más que los de su trabajo para revistas. En elprograma, alguien plantea que sólo el tiempo dirá si esas fotos sacadas por encargo son o no obras de arte capaces de reflejar una época. Han pasado más de diez años y, a esta altura, nadie en su sano juicio se atrevería a discutir el valor artístico de las fotografías de Leibovitz, o su carácter de escuela pública para miles de colegas de todo el mundo.

 

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