Por Fernando DAddario
Omar Giammarco nació
en Villa Urquiza y vive desde hace años en Saavedra. Su alusión
al concepto de Sur en el CD Por estos barrios trasciende,
no obstante, las limitaciones geográficas, instalándose
en un territorio de pertenencia emocional. Hay también en su música
un viaje temporal, que va recogiendo a través de los años
(con especial énfasis en las primeras décadas del siglo
XX) a todos los parientes cercanos y lejanos, reconocidos o no
asimilables al tango. Claro que Giammarco no pertenece a la familia
del género, aun cuando en sus padres y abuelos el tango se manifestó
casi como un agregado genético. Su mirada tanguera es entonces
heterodoxa y genuina, adjetivos que en estos tiempos ya no entran en conflicto.
Hice un disco que, bueno o malo, es sincero, señala
en la entrevista con Página/12. Giammarco lo presenta todos los
domingos de julio a las 20.30 en Café Homero (Cabrera 4946).
Tiene 33 años. Fue abanderado en la secundaria, uno de esos bronces
que no se borran así nomás: su banda de rock pos adolescencia
se llamó Azulunala. Después trabajó con Alberto Muñoz
y en las últimas cinco temporadas hizo música para televisión,
en la productora de Gastón Portal: escribió para Magazine
for fai, PNP y Medios locos, entre otros
ciclos. Giammarco no cree que su trabajo televisivo entre en contradicción
con su búsqueda artística actual. La TV me sirvió
para entender que del otro lado hay otro, y en realidad son muchos, y
no son estúpidos. Hay mucha música mía por ahí
dando vueltas, y es anónima, pero por ahí estás en
un bar, ponen la tele, y lo que están viendo un montón de
tipos es algo que vos hiciste. Además, siempre tuve libertad para
trabajar. Para PNP, por ejemplo, había hecho una música
muy deforme y se me ocurrió que podía meterle unos coros
líricos, y el productor, en lugar de desacreditarme en esa locura,
me trajo cantantes del Colón..., cuenta, desmitificando el
carácter jinglero que se le atribuye a la música para la
pantalla chica.
El disco derrocha frescura, una virtud que le debe menos a los ritmos
elegidos (milonga, murga, candombe, vals, todos ligados al tango en su
origen) que a la originalidad del ensamble instrumental, en el que sorprende
gratamente la gravitación sonora del acordeón y del violín.
Letras sobrias e inteligentes, que abundan en un porteñismo no
acartonado (Renová el stock, Chan Chan,
Por estos barrios) completan un disco interesante. Sin ánimo
rupturista, el quinteto que lidera ensaya versiones muy particulares de
Malena (con trompeta) y Oro y plata. Se
que con esto puedo chocar con la ortodoxia, pero no quiero, justamente
lo que quiero es eludir la ortodoxia, se ataja Giammarco, quien
reconoce que tardó en plasmar profesionalmente su inclinación
tanguera: Le tuve siempre mucho respeto al tango, y eso me paralizaba.
El nacimiento de mi hijo, Tomás, cerró el círculo
de mi historia. Vi en él cosas de mi abuelo, de mi padre. Y pude
darle un sentido a esa cosa de barrio que uno lleva adentro, haga tango,
rock o lo que sea. El barrio tiene cosas que van más allá
del estereotipo de la esquina, y de los pibes que se juntan para tomar
cerveza. Hay pudores, formas de hablar. Mi hijo no recrea el pasado, es
del siglo XXI, pero se va a criar como un pibe de barrio.
¿Hay en el disco nostalgia o una parodia de la nostalgia?
No hay parodia, hay humor. No tuve la intención de ponerme
por encima de nada, porque no sería yo. Hice un disco que, bueno
o malo, es sincero. Lo que hay es melancolía porteña. Alguna
vez escribí algo y después me decía tarado,
acordate que naciste en 1967. Pero es así, el tango está
lleno de alusiones a cosas que no vivimos, que nos contaron, que imaginamos,
que añoramos sin haberlas conocido. No quise incurrir en eso de
¿te acordás hermano que tiempos aquellos?, porque
sería mentirme.
En la canción Por estos barrios hay una dedicatoria
a Juan Gelman...
No lo conozco, pero hay una frase en esa canción que dice
que la murga volverá (...) a denunciar con su belleza al
que nos mata la ilusión. Y Gelman siempre me pareció
un tipo que al dolor le puso belleza. Porque haygrandes escritores que
viven como despegados de la vida. Y otros autores malos que escriben panfletos.
Gelman es uno de los que logró una poesía que integra la
belleza con el compromiso.
¿Hay una nueva manera de acercarse al tango?
No se puede hablar de un tango joven. Lo que se ve es mucha chica
con vestido negro haciendo La última curda. Otros grupos
escriben sus canciones, pero no somos muchos. Estamos empezando. Los que
venimos del rock tenemos eso de componer nuestra música, pero también
tenemos que aprender de los grandes de la época de oro, como Troilo,
que hizo temas impresionantes, pero con toda naturalidad grababa tangos
de otros, así como los otros grababan tangos de él. No tenemos
que ser autistas.
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