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EL MINISTRO AGOTO CASI TODAS LAS CARTAS PARA SALIR DE LA CRISIS
Cavallo y senderos
que se bifurcan
En el equipo económico imaginan dos caminos: más poder en el gabinete, u oportuna salida.

Por Maximiliano Montenegro

Domingo Cavallo sabe mejor que nadie que con una tasa de interés equivalente a un riesgo país de 1165 puntos, como se disparó ayer, no hay gobierno ni empresas que aguanten mucho tiempo sin quebrar. Para tener una idea, antes de la salida de Chacho Alvarez del Gobierno, con Machinea en Economía, el riesgo estaba en 700 puntos y, nadie, salvo el propio ministro, veía atisbo de reactivación. Ahora, no sólo se está más cerca del abismo sino que Cavallo ya gastó en dos meses una batería de medidas que en cualquier país del Primer Mundo llevaría años aplicar. Así, especulan sus colaboradores, le quedan sólo dos caminos. Uno es más cavallismo en el gabinete, o sea, como los viejos tiempos del menemismo, el ministro acaparando casi todas las áreas clave de gobierno. El otro, la salida antes del colapso, denunciando que “no se materializó el poder político que le prometió el Presidente” para escapar de la crisis.
En abril de este año el riesgo país rozó los 1300 puntos, un nivel de tasa de interés (13 por ciento por encima de lo que paga el Tesoro norteamericano) que no sólo dejó al Estado nacional al borde de la cesación de pagos. Además, aceleró la ruptura en la cadena de pagos y hasta sorprendió a los endeudados con créditos hipotecarios a tasa variable, que en muchos casos soportaron el aumento de la cuota de hasta el 25 por ciento.
En esas condiciones, obviamente, nadie podía esperar una salida de la recesión y, ya se sabe, sin reactivación no hay cuenta fiscal que cierre.
Primero, porque la recaudación, basada en los impuestos al consumo, es superdependiente del nivel de actividad en el mercado interno. Segundo, porque ningún inversor está dispuesto a poner plata en una economía que ya lleva más de tres años de recesión, sin señales de salida a la vista, por más ajuste que se haga para ordenar las cuentas públicas. Así, a manera de trampa, el riesgo país se mantiene elevado porque no hay reactivación y no hay recuperación posible con semejantes tasas de interés.
El propio Cavallo planteó este diagnóstico y, entonces, todavía tenía varias cartas para jugar. Y las jugó todas en tiempo récord. Al principio, buscó instalar la idea de que el tiempo del ajuste había pasado con la intención de mejorar las expectativas de los consumidores. Para los empresarios, anunció “planes de competitividad”, con reducción selectiva de impuestos. Como se le retobaron los “mercados”, acordó un nuevo ajustazo fiscal con el FMI: prometió baja de gasto público, pero por sobre todo aplicó un impuestazo record, al gravar las operaciones por cuenta corriente. Como el consumo seguía en el fondo del pozo, ensayó una baja de impuestos para la clase media, pero por otro lado generalizó el IVA para no descuidar el flanco ortodoxo de los mercados. En el medio, además, concretó el megacanje, postergando vencimientos de la deuda pública, con la intención de ganar tiempo, aunque para ello pagó una tasa de interés más que “ruinosa”, hipoteca que caerá a partir del próximo gobierno.
Con todas las cartas en la mesa, la economía sigue planchada; los potenciales consumidores o tomadores de créditos hipotecarios están más asustados que nunca; y el riesgo país no para de subir. En este contexto, son dos los caminos que imaginan los colaboradores del ministro:
u Lograr el control total de áreas por las que el ministro peleó y perdió: una AFIP sin radicales en la conducción, la Anses, el PAMI, la Jefatura de Gabinete, para avanzar con la reforma del Estado, y hasta el Ministerio del Interior para comandar la negociación con los gobernadores, enumeran en el cavallismo. Y dicen que así cambiaría el “humor de los mercados”.
u Apurar la salida antes del colapso, con la excusa que tuvo suficiente aval político. Y dejar abierta la puerta para un regreso pleno de “superpoderes” en el marco de un acuerdo político entre gobierno y oposición.

 

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