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La historia de la ciudad contada
por un palacio con alma de hierro

Por primera vez, el público podrá acceder al interior del Palacio de
las Aguas, en Córdoba y Riobamba. Allí hay inmensos tanques que almacenaron el agua que alimentó la ciudad, a fines del siglo XIX. También hay un museo y un archivo.

El agua llegaba por un caño maestro desde la planta potabilizadora y se distribuía en los tanques.

Por Eduardo Videla

Son pocos los edificios que pueden contar la historia de una ciudad como lo hace el Palacio de las Aguas con Buenos Aires. Esa construcción monumental, mezcla de estilos barroco y renacentista, esconde tras su fachada de cerámica multicolor un alma de hierro. Alberga en su interior inmensos tanques, desde donde se distribuyó el agua portable a todo el casco urbano hasta 1928. Ese sector, desconocido para la gran mayoría de la gente, estará abierto al público desde hoy, tras integrarse al Museo del Patrimonio que funciona dentro del edificio, ubicado en la avenida Córdoba, entre Riobamba y Ayacucho. No es el único tesoro que guarda en su interior: uno de los tanques, convenientemente reciclado, alberga un archivo único de planos de las viviendas construidas en la ciudad entre 1886 y 1960, cuyas instalaciones sanitarias fueron habilitadas por lo que antaño fue la Comisión de Aguas Corrientes, Cloacas y Adoquinado y, luego, Obras Sanitarias de la Nación.
Obra con destino de grandeza o delirio de país con sueños de opulencia, el Palacio es sólo la cáscara de una obra que nació para resolver el abastecimiento de agua a una ciudad que crecía. Construido entre 1887 y 1894, se emplazó en el punto más alto del entonces radio céntrico: desde allí, el líquido bajaba hacia la red de cañerías, por el solo efecto de la gravedad. Venía potabilizado desde la planta de Recoleta –en el mismo edificio donde hoy funciona el Museo de Bellas Artes– empujado por bombas a vapor, a falta de electricidad, que aún estaba por inventarse. El país estaba presidido, en esos años, por Miguel Juárez Celman, Carlos Pellegrini y Luis Sáenz Peña, y comenzaba a recibir oleadas de inmigrantes europeos. Una red de agua potable era fundamental para eliminar el riesgo de otra epidemia de fiebre amarilla.
El edificio fue diseñado por un estudio de ingenieros ingleses. La mampostería fue revestida en su exterior por piezas de terracota esmaltada de la fábrica Royal Doulton & Co., de Londres. “Es una suerte de mecano de alta precisión: cada pieza –en total son 300.000– tiene un número y una letra, que se corresponde con su ubicación en cada una de las fachadas y con la indicación en el plano”, explicó a Página/12 el arquitecto Jorge Tartarini, investigador del Conicet, a cargo del equipo que reconstruyó la historia del Palacio de las Aguas. El trabajo fue impulsado por Aguas Argentinas, concesionaria del servicio de agua potable y administradora del edificio.
La construcción sirvió para albergar una momumental estructura de hierro: doce tanques gigantes, ubicados de a tres, uno sobre otro, en cada una de las cuatro esquinas, con capacidad para contener 72 millones de litros de agua, “un volumen similar a todo el Luna Park”, dice, para graficar, el arquitecto Tartarini. Esos tanques están sostenidos por 180 columnas de hierro, cada una de ellas unida a las vigas por articulaciones móviles, para que eventuales vibraciones no afecten la integridad de la estructura. La parte metálica de la construcción fue fabricada en Bélgica y armada aquí por unos 400 operarios. Una parte de ese el sector estará ahora abierta al público.
Tanta inversión quedó chica ya en 1912, cuando hubo que construir otras dos plantas, en Caballito y Villa Devoto, gemelas a las de Córdoba pero con menos lujos. El Palacio de las Aguas es Monumento Historico desde 1987. Los otros dos son edificios abandonados.
El corazón metálico del Palacio está conectado con el museo, que funciona desde 1996, y que fue ampliado este año. Allí pueden verse desde las piezas de terracota esmaltada, enviadas por los fabricantes ingleses como repuesto para la fachada, hasta una colección de inodoros exóticos, muchos de los cuales ni siquiera llegaron a usarse. “Los fabricantes debían presentar los nuevos modelos ante la Oficina de Contraste, que se encargaba de aprobarlos para su instalación en viviendas”, explicó Tartarini. En esa muestra pueden verse engendros tales como un inodoro con bidet incorporado, que nunca fue aprobado; un extravagante mingitorio femenino, y unos denomimados “inodoros de taza”, una suerte de maceta de barro esmaltado utilizado en las viviendas de menores recursos. La parte escatológica de la muestra se completa con una colección de depósitos, flotadores y cañerías.
El trabajo de recuperación de materiales y reconstrucción histórica estuvo a cargo de los investigadores del Conicet. La ampliación del museo fue inaugurada anoche, con la presencia del presidente de Aguas Argentina, Juan Carlos Cassagne, y el secretario de Cultura del gobierno porteño, Jorge Telerman. El lugar se podrá visitar de lunes a viernes, de 9 a 12, por la entrada de Riobamba 750, con ingreso libre y gratuito.

 


 

CANTABAN MIENTRAS LOS LLEVABA LA POLICIA
Los “cumbiancheros”, detenidos

Se hacían llamar “los cumbiancheros”, tal vez por el orgullo que sentían cada vez que la cumbia villera cantaba sus historias, su realidad. Cuando la policía los sacó de su escondite, bajo las camperas que cubrían sus cabezas podía escucharse, como el himno de una cofradía, el primer hit del grupo Flor de Piedra: “Sos un botón... nunca vi un policía tan amargo como vos”. “El Pulpo” y “La Parca”, dos adolescentes de 15 y 16 años, fueron arrestados el miércoles al mediodía en un departamento de Avenida de Mayo al 1400, sospechados de entrenar a otros chicos para cometer robos.
Fuentes ligadas a la investigación explicaron que “los cumbiancheros” reclutaban a sus aprendices en bailantas, locales de videojuegos o en las estaciones de trenes. “No siempre se trataba de chicos de la calle; muchas veces eran chicos de familias humildes, que se juntaban para cometer un delito y después volvían a sus casas”, señalaron. “El Pulpo” y “La Parca” los llevaban hasta la puerta de algún banco –siempre en la zona de Monserrat, Retiro o Constitución– y los entrenaban para la salidera: marcaban a un jubilado y el más “experimentado” de los chicos le robaba en la puerta del banco. “Los otros cumplían otras tareas relacionadas con el asalto: tomaban el tiempo, o vigilaban que no llegue la policía”, dijeron las fuentes.
En su viejo departamento de la Avenida de Mayo, “los cumbiancheros” tenían dos armas, varias tarjetas de crédito, camperas, carteras y relojes –robados en comercios de la zona–, además de la colección completa de discos de Flor de Piedra, la banda que inauguró la era de la cumbia villera. “Los que roban de verdad/ tienen la libertad / ellos son la mayoría/ de políticos y policías”, dice otra de las letras escritas por Pablo Lescano, el joven que formó Flor de Piedra y que canta en Damas Gratis, otro grupo de cumbia villera.
Lescano fue entrevistado hace algunas semanas en el programa “Puntodoc/2”, contándole a Daniel Tognetti cómo es la vida real detrás de la cumbia de la villa. A su lado, cantando “somos los dueños del pabellón/ estamos cansados de tanta represión/ y vamos a salir de esta prisión”, estaban sus amigos, “El Chino” y “El Coreano”. Dos días después de esa nota, “El Chino” y “El Coreano” volvieron a salir en la tele: entraron a robar a un pool de Tigre y terminaron tomando rehenes para escapar. Fueron detenidos a pocas cuadras del bar, en medio de un tiroteo.
“Cantaban esa canción contra la policía, pero nosotros lo tomamos como el antiguo ‘botón’ o ‘buche’ que nos gritaban durante un procedimiento”, contó a Página/12 el titular de la división Delitos contra Menores de la Policía Federal, comisario Rubén Aráoz. “Pero no creo que sea la cumbia en sí la que incita al delito. La música genera una reacción, un estímulo; algunos lo usan para divertirse, otros lo aprovechan para cometer delitos. Es el caso de los adultos que están detrás de esta banda, que reclutaban a los chicos en las bailantas y los ‘estimulaban’ con la cumbia para alentarlos a delinquir”, agregó.

 

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