El premier israelí Ariel
Sharon inició anteayer una postergada minigira por Europa en el
marco de la ofensiva diplomática que cruzan israelíes y
palestinos para inclinar la balanza a su favor en el conflicto en Medio
Oriente. La de Sharon parecía una parada brava porque los países
de la Unión Europea tienen una posición propalestina y el
premier sabía que le iban a llover recriminaciones. Lo que no sabía,
o lo que sabía pero no entraba dentro del cuadro político,
era que su persona podía estar involucrada en un caso judicial
como el de Pinochet, ya que una fiscalía belga admitió dos
denuncias en su contra por las masacres de Sabra y Chatila, en el Líbano,
en 1982. Como Sharon no quiso pisar Bélgica, el canciller belga
Louis Michel se entrevistó con él en Berlín para
decirle que no está de acuerdo en absoluto con la decisión
de la Justicia de su país y le pidió que lo reciba en algún
momento en Israel.
El de Bélgica es un caso testigo de los problemas y soluciones
de una justicia global que se expande cuando no existe ningún Tribunal
Penal Internacional que la administre. Michel hizo notoria su figura cuando
celebró la detención y el juicio de Augusto Pinochet en
Londres. Que la ley funciona en Bélgica, no hay dudas: cuatro ciudadanos
ruandeses ya fueron condenados el mes pasado por genocidio. Pero no es
lo mismo que el acusado esté o no en el poder. Por eso, Michel
ya no celebró el caso Sharon. De hecho, expertos del Ministerio
de Justicia belga están estudiando una enmienda a la ley que filtre
aquellas denuncias que se refieran a personas que tengan cargos gubernamentales.
Entretanto, la lucha judicial global en torno a Sharon ya estalló.
El líder cristiano libanés Elie Hobeika, ex jefe de la milicia
proisraelí Fuerza Libanesa, dijo estar dispuesto a declarar en
cualquier sitio contra Sharon. Es que Hobeika fue condenado por
responsabilidad directa en las masacres de Sabra y Chatila
por una comisión parlamentaria israelí, la misma que había
condenado a Sharon de responsabilidad indirecta. Por otro
lado, el gobierno libanés estudia la posibilidad de acusar al Estado
de Israel ante el Tribunal de La Haya, incluso con pedido de indemnización,
por las reiteradas incursiones aéreas israelíes en su país.
Y entre todo esto, claro, está la cuestión circunscripta
a la batalla diplomática entre palestinos e israelíes. Ayer
por la mañana, Sharon llegó a Berlín y se entrevistó
con el jefe del gobierno alemán, Gerhard Schroeder, quien no perdió
la oportunidad de exigirle a Sharon que Israel muestre más
flexibilidad en cuanto al freno de la construcción de las
colonias judías en territorio palestino, una medida que figura
para el mediano plazo en el informe Mitchell de la ONU que es la base
de la actual tregua no-tregua que sostienen israelíes y palestinos.
Después fue el turno de París. Sharon le planteó
al presidente francés Jacques Chirac que la Unión Europea
tiene que presionar todo lo posible a los palestinos para que detengan
la violencia en sus territorios, a lo que Chirac le respondió que
evite debilitar la posición de Arafat en el mundo palestino
porque eso será contraproducente para Medio Oriente.
Hoy Sharon se reúne con el premier francés Lionel Jospin.
Una manifestación de cientos de personas, organizada por unas 30
organizaciones de derechos humanos en el centro de París, protestó
por la presencia de Sharon en Francia: Sharon, persona non grata,
gritaban, en alusión a cuando el gobierno francés, calificó
así al actual premier por responsabilizarlo del estallido de la
Intifada palestina, el 28 de setiembre pasado.
Pero también hubo actividades del otro lado. En Israel, el consulado
belga en Jerusalén Tel Aviv fue atacado con piedras en reacción
a la noticia proveniente de Bruselas. A globalización de la justicia,
globalización de los conflictos. O viceversa.
CHILE
TAMBIEN QUIERE INTERROGARLO
Kissinger, turno 3
El juez chileno Juan Guzmán
confeccionó una lista de preguntas para el ex secretario de Estado
norteamericano Henry Kissinger sobre el asesinato del periodista estadounidense
Charles Horman ocurrido en 1973 a manos de las fuerzas represivas
de Augusto Pinochet y relatado en la película Missing. Las preguntas
fueron elevadas a la Corte Suprema que, ahora, debe decidir si enviarlas
o no a Estados Unidos.
Kissinger, premio Nobel de la Paz, está siendo implicado judicialmente
por numerosas y controvertidas actuaciones internacionales de Estados
Unidos durante su mandato, incluyendo el bombardeo a Camboya y el apoyo
a gobiernos autoritarios como el de Pinochet. Mientras visitaba París
en mayo Kissinger fue citado a declarar sobre la muerte de
ciudadanos franceses bajo el régimen pinochetista. Se negó
a concurrir aduciendo otro compromiso. Al mismo tiempo, el juez argentino
Rodolfo Canicoba Corral está buscando su testimonio en la causa
referida a la Operación Cóndor, por la cual las dictaduras
latinoamericanas intercambiaban información y planificaban acciones
conjuntas.
A fines de los 70, la esposa de Horman inició una acción
civil contra Kissinger y otros oficiales norteamericanos acusándolos
de negligencia, connivencia y encubrimiento por la muerte de su marido.
Sin embargo, abandonó el caso argumentando que el gobierno norteamericano
retenía la información necesaria para continuar. La mujer
declaró ayer: Kissinger era el verdadero responsable en cuestiones
de Estado y de la CIA sobre lo que pasaba con los americanos aquí.
Es él quien debe responder las preguntas por la desaparición
de mi marido.
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