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UNA REFLEXION SOBRE LO QUE DIJO ANGEL ROZAS
Decir lo que se siente

La frase ayudó al sacudón que vivió el país: “El Presidente está desbordado”. Pero el gobernador chaqueño dijo apenas lo que muchísimos sienten, por lo que la real pregunta es ¿por qué hubo tanto escándalo?

La frase de Rozas no debió merecer tanta atención, porque la evidencia debió atenuar su efecto.

Por Mempo Giardinelli

Las declaraciones del gobernador del Chaco y vicepresidente primero de la Unión Cívica Radical, Angel Rozas, contribuyeron a la sacudida que vivió el país a mitad de la semana. La frase “El Presidente está desbordado” adquirió una entidad impresionante a pesar de que velozmente el mismo Rozas relativizó lo dicho y, con buena cintura, se comunicó con Fernando de la Rúa y toda la jerarquía radical evitando así ser condenado por sus pares.
En mi opinión, el episodio debiera resumirse en algo muy sencillo: Rozas dijo lo que sentía. Expresó lo que siente en su fuero interno porque debe estar cansado de ponerle el cuerpo a una política económica con la que -suele decir a quienes lo rodean– está profundamente en desacuerdo. Y sea porque se levantó en un mal día o porque lo traicionó el subconsciente, expresó de paso lo que su provincia y gran parte del país comprueba a diario: que el presidente De la Rúa está desbordado. Por la vertiginosa realidad social, por su entorno de amigos y familiares (esa pesadilla nacional que se repite), por su carácter frío y distante que hace pensar que es un distraído o un incapaz y también, claro, por esa especie de Rasputín argentino que desde hace veinte años es economista favorito de dictadores, peronistas y ahora radicales.
Pero la pregunta que uno debería formularse no es si Rozas dijo o no dijo lo que sí dijo, sino: ¿por qué una expresión así prende tanto en los medios y en la sociedad? ¿Qué es lo que hace que una frase que no es extravagante y además es compartida por millones de argentinos que simplemente ven lo que pasa produzca semejante barahúnda?
La respuesta, a mi parecer, tiene que ver con lo que cualquiera percibe: que es verdad que De la Rúa muchas veces parece desbordado. Como si sólo tuviera talento para ir en contra de los acontecimientos, está llevando adelante una política económica y militar que es suicida para la democracia. Para colmo, acaso está enfermo, pero en su entorno creen que ésa es una cuestión privada y no un asunto de vital interés colectivo.
La pregunta debe responderse, además, teniendo a la vista el hecho cada vez más evidente de que en la Argentina muchos medios, y muchísimos periodistas, tienen precio y/o son funcionales a los sectores golpistas y al menemismo más corrupto y barullento. Recuas de movileros y cronistas acaso aceitados con monedas y prebendas por jefes y operadores de nula eticidad, fogonean todos los conflictos de modo sensacionalista y tilingo como jamás lo hicieron en otros tiempos.
Lo que Rozas dijo, entonces, no debió merecer tanta atención. Las dos evidencias (que el Presidente es sobrepasado constantemente por los acontecimientos y que buena parte de los medios argentinos son útiles al Menem-golpismo político-económico) debieran atenuar los efectos de lo dicho. El furcio de Rozas, o como se llame su espontánea sinceridad, no deja de ser celebrable. El verbo elegido es perfecto para el caso: indica que el primer mandatario está sobrepasado, superado por los hechos. Sugiere que no parece capaz de encauzar la crisis que heredó (es cierto), pero que él incentiva con una vocación que paradójicamente parece menemista.
Es obvio que el poder político está muy debilitado y eso incluye no sólo al gobierno, abúlico e indeciso, sino también a la oposición, que está no sólo sentada sobre una bomba de tiempo sino que, día a día, fabrica pólvora debajo de su propio asiento. Es esa debilidad la que permite que el discurso dominante hoy en la sociedad argentina sea el de la “mano dura”, el del “orden” y la represión. Golpismo inconsciente perfecto, para llamar a las cosas por su nombre. Aquí en el Chaco nadie se escandalizó. Las declaraciones fueron tapa de los tres diarios locales, por supuesto, pero enseguida la realidad -tozuda como es– dibujó nuevos perfiles: el cobro de sueldos demorado; un documento del PJ local que acusa al gobierno como si el justicialismo chaqueño fuera ajeno a la destrucción de esta provincia; la disputa frepasista por una diputación y problemas ya crónicos en el campo chaqueño diluyeron las polémicas palabras de Rozas. Y se habló más de la próxima elección de vicegobernador, que algunos observadores juzgan un error del gobierno porque, no siendo candidato Rozas, el radicalismo puede perder las elecciones.
Es que Rozas es un hombre de notable carisma que ha hecho bastante de bueno por esta provincia y es por eso que lo han reelegido masivamente una vez. A él le gusta decir que el Chaco es la primera provincia gobernada por la Alianza, pero en realidad la coalición se ha reducido a proveer de buenos empleos a media docena de frepasistas. Su sonrisa bonachona y su carácter espontáneo casi siempre, aunque inasible muchas veces, le granjeó votos y afectos. Pero su gestión viene siendo acusada de irregularidades y presuntas corruptelas: es muy cuestionada su política comunicacional y su dos veces vicegobernador, Antonio Pibernus, acaba de ser destituido y enfrenta un procesamiento severo ante la Justicia.
Aunque “Angelito” (o “El Grandote” como también lo llaman) se la ha pasado inaugurando obras y escuelas y muestra algunos logros (los servicios de agua y electricidad siguen en manos del Estado y no deficitariamente; la creación de la empresa ferroviaria provincial; una consistente campaña de alfabetización; la reducción de la tasa de mortalidad infantil y un ordenamiento en el plano educativo), de todos modos enfrenta la permanente hostilidad del justicialismo, desocupados y piqueteros. Y también de Lilita Carrió, con quien mantiene una disputa que él suele negar, pero ella subraya a cada rato. Un enfrentamiento entre dos chaqueños relevantes que muestran estilos políticos diversos, distintos modos de acumulación de poder y dos propuestas diferentes para una misma aspiración: ser presidentes en 2003. Pero ésa es otra historia.

 

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