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MAÑANA CIERRA EL CICLO "TEATRO X LA IDENTIDAD"
“No se puede construir una sociedad sobre la mentira”

Más de 30 mil personas concurrieron
a las obras gratuitas que se montaron en distintas salas de la ciudad. Los responsables del evento coinciden en que �la problemática de los chicos desaparecidos y apropiados no es solamente un asunto que atañe a las Abuelas, sino a la sociedad entera�. Desde el inicio del ciclo se presentaron 63 chicos para hacerse el ADN.
El ciclo 2001 de Teatro x la identidad, iniciado el 9 de abril, cierra mañana, pero
las obras saldrán de viaje por el interior.


Por Hilda Cabrera

“Mi primer miedo era que no se presentaran obras, después que fueran todas iguales y que, habiendo muchos teatros disponibles, las salas estuvieran medio vacías”, confiesa la actriz Valentina Bassi junto a sus compañeros de la comisión directiva del ciclo Teatro x la identidad. Esta experiencia tuvo su origen en A propósito de la duda, un montaje con dramaturgia de Patricia Zangaro y dirección de Daniel Fanego que nació en el 2000, impulsado por Abuelas de Plaza de Mayo. La apuesta fue entonces un semimontado sobre fragmentos de testimonios de la Agrupación Hijos, de Nietos, Madres y Abuelas referidos a los niños desaparecidos, secuestrados y apropiados durante la dictadura militar, que viven con la identidad robada o falseada. Aquellos miedos de Bassi sobre la propuesta de este año se disiparon pronto. Esta experiencia fue única, como sostiene la actriz Cristina Fridman, ultimando detalles para el cierre de mañana del ciclo 2001, que con entrada gratuita se ofrece en varios teatros de la ciudad. Reunidos en Entrecasa del Espectáculo, el teatro–café de Salguero 666, allí donde al finalizar el 2000 festejaron el apoyo del público obtenido con A propósito..., los integrantes de la comisión dicen sentirse reconciliados con parte de la historia. “Esto que nos parecía una locura tuvo un resultado maravilloso. Más de 30 mil personas estuvieron circulando por el ciclo –cuenta Fridman– y se presentaron 63 chicos en Abuelas pidiendo hacerse el ADN. Sentimos que el arte cumple una función en la sociedad y nos compromete, porque la problemática de los chicos desaparecidos y apropiados no es solamente un asunto que atañe a las Abuelas, sino a la sociedad entera.” La responsabilidad social no es precisamente un asunto tabú para esta comisión que integran, además de los entrevistados por Página/12, Eduardo Blanco, Joaquín Bonet, Norberto Díaz, Daniel Dibiase, Camila Fanego, Claudio Gallardou, Eugenia Levin, Coni Marino, Martín Orecchio y Luis Rivera López.
El ciclo 2001, que se inició el 9 de abril, cierra mañana, pero las obras saldrán de viaje por el interior. La experiencia ha sido además registrada en formato libro. Es así que durante el transcurso del III Festival Internacional de Buenos Aires (entre el 12 y el 30 de setiembre) se presentará el libro Teatro x la identidad, que incluye los textos de las 41 obras estrenadas, fotografías y testimonios. Este trabajo, editado por Eudeba, se completará con una muestra fotográfica a cargo de alumnos de fotoperiodismo de TEA.
Teatro x la identidad reunió a unas setecientas personas, que trabajaron gratis y autofinanciaron sus espectáculos. Los aportes recibidos, aunque escasos, permitieron solventar algunos gastos, como los de iluminación, sonido, fletes e impresión gráfica. Para reunir fondos se pusieron a la venta en los teatros adheridos bonos–contribución de un peso, sobre diseño gráfico del dibujante Hermenegildo Sábat, y remeras con un logo alusivo. Según cuentan no sufrieron provocaciones ni desaires dentro de la sala, así como tampoco nadie, entre los que colaboraron, buscó capitalizar el apoyo brindado. “Ese fue un estilo de trabajo interno que los demás recogieron”, puntualizó el actor y director Daniel Fanego. “Nos planteamos incluso si el ciclo sería más aceptado si utilizábamos caras conocidas. Decidimos que no, que era el movimiento el que debía ser aceptado”, aporta la actriz Susana Cart.
La apuesta era temeraria, porque “todavía hay gente que califica de subversivas a las Abuelas”, consigna Fridman. Pero ante la respuesta del público comprobaron que no se habían equivocado. “La gente sabe que esto no es un entretenimiento, que hay temas dolorosos, pero viene igual. La propuesta es clara y los chicos lo saben. Los que tienen dudas quieren hacerse el ADN, pero no dan nombre ni apellido. Nosotros tampoco se los preguntamos. Lo concreto es que 63 chicos se presentaron en Abuelas.”Quienes recorrieron los teatros saben que el público es heterogéneo y de edades diferentes. Se los ha visto circular de sala en sala con el cuadernillo donde figuran todas las obras, pero siempre sorprendió el hecho de que hubiera una mayoría de jóvenes de edad semejante a la de los apropiados.
“Esto me conmueve, y lo vivo como un tema que responsabiliza a toda la sociedad. Me pregunto por qué tuvo que pasar tanto tiempo para darnos cuenta de que debíamos juntarnos y perder el miedo. No se puede construir una sociedad sobre la mentira”, apunta Bassi, maravillada de que el tema de la identidad haya sido abordado de manera muy distinta por los autores, algunos debutantes en un ciclo que cuenta con artistas de trayectoria. La actriz Marcela Ferradás se interroga a su vez sobre los alcances del teatro, sobre “cómo, a partir del teatro –porque todos los que estamos en esto venimos de ahí–, un discurso como éste, de apoyo a las Abuelas, tan cuestionado por muchos sectores, incluso por medios gráficos y televisivos que no nos ayudaron a difundir nuestro ciclo, puede movilizar a la gente”. Ferradás cree que se debe a la “avidez de saber”. Ella misma se dice modificada por esta experiencia, que –opina– “nos mejora como personas, se relaciona con la transmisión de ideales y con tomar la posta”. También actriz, Diana Lamas considera que su participación en A propósito de la duda y su labor dentro de la comisión ha sido de aprendizaje y crecimiento: “Casi 2500 personas se movilizaron todos los lunes para ver las obras. Ese es el motor que nos permite organizarnos para el ciclo del 2002, que tendrá otra temática, sobre la que todavía no decidimos.” Esa será una tarea conjunta con Abuelas –aclara Fanego–. Este año fue la duda. La intención era que nadie se quedara con la sospecha de ser hijo de un desaparecido, porque, como alentaron desde un principio las Abuelas, “no es la duda lo que daña, sino la mentira”.
En el 2002 “la consigna podría ser el miedo al cambio”, aventura el actor. Pero ésa es su propuesta personal. Entiende que el tema deber ser algo consensuado, partir “de una reflexión visceral” y descubrir “lo que está en el aire”. En su opinión, Teatro x la identidad es un combate contra el desánimo que abate a los argentinos y contra “una dirigencia sorda que nos está dejando sin país y sin futuro”. No lo sorprende que el primer elenco, compuesto por unas 30 personas, se haya puesto a cantar “una canción que está soplando en el viento”, dice parodiando un tema de Bob Dylan (“La respuesta, mi amigo, está soplando en el viento”). “No importa que haya gente que ni siquiera mencionó el ciclo; igual pudimos demostrar que la idea de organizarse está viva. Quiérase o no, hay un destino colectivo, aunque a veces el viaje sea individual. Lo comprobamos con este ciclo, sostenido por todos. Esta es una batalla ganada a la falta de estímulo y, fundamentalmente, a la dictadura y a sus consecuencias”.
Por su lado, la actriz Marta Betoldi confiesa sentirse en plenitud al poder plantear temáticas tan duras desde lo artístico: “Falta todavía muchos chicos por encontrar, pero la sensación es que desde el momento que alguien encendió una vela (con la pionera A propósito de la duda) y otros se le sumaron se produjo una gran luz.” Betoldi está entre los que se sienten “modificados” por este ciclo, que le permite comprobar –dice– “que estamos vivos emocionalmente”. La actriz Susana Cart se enoja con quienes sostienen que no hay público porque la gente no quiere salir de su casa: “Los teatros no sólo convocaban a 2500 personas todos los lunes, sino que muchas llegaban dos horas antes de la función para no quedarse afuera”. A ella también el ciclo la reconcilió con su profesión. “Sensibilizó a todos –resume Fanego–, sencillamente porque pudimos cantar esa canción que estaba en el aire.”

 

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