Por
Juan José Panno
S e puede decir que lo ganó a los 7 m, cuando Colotto clavó
el primero. O a los 27m del segundo tiempo, cuando Maxi Rodríguez
metió el tercero; se puede decir que lo ganó tácticamente
o que justificó su victoria en las diferencias técnicas;
se puede decir que lo liquidó con el pressing o que la sola actuación
espectacular de DAlessandro fue suficiente; se pueden recordar los
antecedentes mundiales de uno y otro para entender; se pueden
hacer números respecto de la forma en que llegó cada uno
a la final; se puede hablar del peso psicológico de jugar en la
casa propia y suponer, a partir de ahí, que el partido se ganó
antes; se puede argumentar que los pibes argentinos querían más
y los ghaneses ya se daban por satisfechos con haber llegado; se puede
hablar de Saviola, del partidazo de Maxi Rodríguez, de Burdisso,
de una defensa que no dio ventajas; de un arquero protegido al punto de
que casi no tocó la pelota en el primer tiempo... Se pueden buscar
diferentes claves, pero será mejor quedarse con la suma de todas
ellas para entender claramente por qué Argentina le ganó
por 3 a 0 a Ghana en el partido final y se quedó con el Mundial
para menores de 20 años.
El equipo de Pekerman fue de menor a mayor, creció partido a partido
y aunque en la final no deslumbró como lo había hecho en
algunos pasajes de semi ante los paraguayos, dio una lección de
fútbol sólido, práctico y contundente. A la hora
del balance, se recordarán partidos más difíciles
(China, Francia) que el que jugaron ante los ghaneses. La sensación
que quedó fue que se ganó con absoluta facilidad, pero lo
real es que se hizo todo bien, con prolijidad, con precisión, con
justeza, con solidaridad para recuperar la pelota y buena técnica
para jugarla y todo eso, dejó al desnudo la impotencia del rival.
Dicho de otro modo, los ghaneses no son ningunos giles para jugar al fútbol;
sólo lo parecieron. En 6 partidos les habían marcado sólo
dos goles; Argentina les hizo 3 en 90 minutos.
El primer gol llegó con una jugada de pelota detenida, de madrugada,
(como contra China, Jamaica, Paraguay y Francia), con un remate de Colotto.
El segundo fue una peinada de Saviola, un ratito más tarde, cambiándole
la trayectoria a la pelota tras un centro medido de DAlessandro,
sin ghaneses a la vista, y el tercero lo concretó Rodríguez,
tras un pase brillante del mejor jugador de la cancha, DAlessandro.
De los tres, el que más festejaron los chicos argentinos, curiosamente,
fue el tercero. Es que en el segundo tiempo los africanos estaban apretando,
habían tenido un par de acercamientos, corrían como si recién
empezara todo y amenazaban con dar vuelta la cosa, como lo habían
hecho contra Brasil. El gol de Rodríguez terminó con cualquier
incertidumbre y abrió las compuertas de la fiesta en todo el estadio.
El tercer gol fue la confirmación de que ahí adentro no
había más nada que discutir.
En el primer
período, Argentina había hecho un planteo inteligente, con
y tres en el fondo siempre auxiliados por Arca y Ponzio según de
donde viniera la jugada; con Romagnoli, Rodríguez y DAlessandro
cambiando permanentemente de andarivel, Medina, sosteniendo la bandera
en el círculo central y Saviola de punta. La pelota era de los
ghaneses, pero no tenían posibilidades de progresar, porque invariablemente
aparecía alguien para anticipar o porque se tapaba a los posibles
receptores, obligándolos a entregar la pelota mansamente o a resolver
en la individual. Dos goles, un remate de Rodríguez que tapó
el arquero y un zurdazo de Saviola que hizo salir la pelota junto a un
poste después de una doble pared, certificaron el manejo argentino
de la situación. En el otro lado, un remate muy desviado del grandote
que jugaba con el 4, Essien, había sido la mejor aproximación
de los africanos. Sin equivalencias.
Tanta era la superioridad del equipo argentino; tan controlado tenía
todo que el partido empezó a aburrir a los más exigentes
que pretendían más continuidad en las pisadas de DAlessandro
o Romagnoli o en las paredes de Saviola con Maxi. En favor de Pekerman
y de sus chicos hay que decir también que no hicieron una de más,
que no cancherearon ni una solapelota, que no intentaron humillar en ningún
momento a sus rivales técnicamente inferiores. El equipo tuvo en
el torneo momentos espectaculares, algunos de confusión y tuvo
la irregularidad propia de los chicos de esa edad. Pero se tomó
todo muy en serio, con respecto a los rivales y por la historia del fútbol
argentino, que es lo mejor.
Salute, campeones.
BAJO
LA TACITA CONSIGNA DE ORDEN Y FESTEJO
Liniers
era una fiesta
Por
Facundo Martínez
Los
hinchas argentinos llenaron el estadio de Vélez para ver al equipo
de José Pekerman obtener otro Mundial Juvenil el tercero
en la historia del entrenador y el cuarto para el país, y
para festejar a lo grande, ordenadamente, un campeonato que les sacó
brillo definitivo a muchos de los chicos que ya habían asomado
la cabeza entre los jugadores de Primera como Javier Saviola, Fabricio
Coloccini, Leandro Romagnoli y Nicolás Medina y a algunos
de más reciente aparición: Andrés DAlessandro,
sobre todo. El torneo, destinado a la familia desde su inicio, cumplió
con todas las expectativas de un público que se mostró exigente
hasta los últimos minutos de juego, y que hasta se dio el gusto,
ya con el trofeo en las manos de los capitanes, de silbar a Julio Grondona,
presidente de la AFA y máxima autoridad en lo que respecta a certámenes
juveniles de la FIFA.
La tarde de ayer fue una fiesta completa porque además del título
del mundo, la Selección Argentina se quedó con otros premios:
tuvo en Saviola al goleador y mejor jugador del torneo y obtuvo la distinción
de Fair Play por ser el equipo más correcto durante el desarrollo
del Mundial, sin haber sufrido ninguna expulsión.
Mientras duró el partido, los hinchas sólo tuvieron algunos
picos de euforia, contenidos por la naturaleza del partido, que alternó
momentos buenísimos con regulares y malos. Pero bastó con
que sonara el pitazo final del árbitro español Mejuto González
para que el coro se uniera en un único grito ¡Dale
campeón, dale campeón! y para que se evidenciara la
cuidada organización de los festejos, sin invasores del campo ni
los oportunistas de siempre. Desde sus asientos ésa el la
norma de los campeonatos de la FIFA, todos los espectadores pudieron
apreciar el triunfo de los jugadores argentinos, la entrega de premios
y la emotiva vuelta olímpica de futbolistas y cuerpo técnico,
de la que participó también, llevado en andas por el capitán
Coloccini, el lesionado Alejandro Domínguez, quien fue ovacionado
largamente.
Una vez montado el escenario para que las autoridades de la FIFA repartieran
los premios, Pekerman y Saviola fueron los primeros en subir para recibir
el galardón de Fair Play al equipo con la menor cantidad de jugadores
amonestados y ningún expulsado Argentina ya se había
quedado con este premio en Qatar 95 y Malasia 97 y el premio al
máximo goleador con once tantos y al mejor jugador
del certamen votado por los periodistas acreditados por la FIFA.
En este último rubro DAlessandro fue pelota de plata y el
delantero francés Djibril Cisse, pelota de bronce.
Por último, los hinchas gritaron fuerte el nombre de Pekerman,
con quien la identificación parecer ser ya moneda corriente. Y
ya lo ve, es el equipo de José, se escuchó. Con el
título de ayer, Pekerman se convirtió en el primer entrenador
en obtener tres títulos de la categoría que, sumados al
que consiguió aquel equipo de César Luis Menotti en el 79,
hacen de la Argentina el país con más campeonatos mundiales
juveniles en su haber. En realidad, no quedó prácticamente
ningún rubro sin festejo.
LO
RECONOCIERON TODOS
Un
justo campeón
Tras
los festejos por la obtención del Mundial, los jugadores argentinos
señalaron que la actitud del
equipo, la concentración y el hambre de triunfo y la contundencia
ofensiva fueron las aristas elegidas por los protagonistas para enmarcar
este fenómeno, bautizado por todos como Los Pekerman Boys.
El mejor jugador del torneo, Javier Saviola, lo expuso con claridad: Este
equipo siempre tuvo hambre para salir campeón y trabajó
con humildad para lograrlo. Creo que fue muy contundente y nunca perdió
de vista el objetivo. El talentoso Andrés DAlessandro
coincidió con su compañero: Esta es una emoción
enorme, lo mejor que me pasó en la vida. Este equipo demostró
que salió a atacar en todos los partidos, por eso fue el mejor
de todos.
Por su parte, el capitán Fabricio Coloccini comentó que
este plantel demostró que tenía hambre de gloria,
y Maximiliano Rodríguez remarcó: Recién voy
a caer cuando lo vea por TV. Estuvimos siempre concentrados y eso quiso
que llegáramos al título. El apoyo de la gente no lo vamos
a olvidar nunca.
Por último, el defensor de Boca Nicolás Burdisso, uno de
los más eufóricos en los festejos, manifestó: Más
no puedo pedir, se me cumplieron dos sueños como ser campeón
de la Libertadores y ahora ganar este mundial. Nicolás Medina
resaltó la contundencia ofensiva y la capacidad goleadora
de Saviola.
Hidalgamente, el técnico de Ghana, Emmanuel Afranie, destacó
la conquista del equipo de Pekerman. La Argentina mereció
quedarse con el título porque fue el mejor de todos elogió.
Ghana es un equipo joven que participó en este certamen con el
objetivo de progresar con vistas al Mundial de 2006.
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