Por
Gustavo Veiga
La FIFA, como el Vaticano, tiene su propia guardia suiza. Andreas Werz
es uno de sus integrantes. Igual que el presidente Joseph Blatter y el
secretario general Michel Zen Ruffinen, el jefe de prensa del Mundial
Sub20 que acaba de finalizar nació en ese paradigma de paraíso
fiscal europeo. Oriundo de Saint Gall, con diez años de actividad
en la profesión de periodista, trabaja hace dos temporadas en la
poderosa corporación del fútbol mundial. A su cargo están
las publicaciones de la federación, FIFA Magazine y FIFA News.
Werz defiende con convicción a su máximo jefe de las acusaciones
de mala administración, irregularidades con una cuenta bancaria
en Luxemburgo y, además, de la oposición en el corazón
de la entidad que tiene su sede en Zurich. Vaya curiosidad geográfica.
Como si todos los grandes negocios del fútbol condujeran a Suiza.
¿Qué significado tuvo para Blatter la presencia del
ex presidente de la FIFA, Joao Havelange, en Buenos Aires, quien no dudó
en respaldarlo ante la delicada situación política que atraviesa?
No, su presencia no tuvo que ver con lo que usted dice. El presidente
honorario de la FIFA, el señor Havelange, está presente
en cada congreso que se realiza, en cada torneo, es algo totalmente normal.
Pero a nadie escapa que continúan manteniendo una relación
muy fluida que le resulta útil a Blatter ante los adversarios que
tiene en la FIFA.
Su vínculo es el de dos muy grandes amigos. Es muy bonita
la forma en que se abrazan, se saludan, como ocurrió aquí.
Tiene que saber que Havelange es la persona que llamó a Blatter
para que fuera a la FIFA. Eso ocurrió en 1975, cuando aquél
lo nombró al actual presidente como director del Departamento de
Desarrollo. Y así empezó su carrera. Luego fue elegido secretario
general y, en 1998, lo ungieron sucesor de Havelange como titular de la
FIFA.
Periodistas europeos sostienen que la relación entre Blatter
y el secretario general Michel Zen Ruffinen dista de ser buena. ¿Esto
es así?
El presidente de la FIFA está en una posición tan
alta, es una personalidad tan grande, que siempre hay especulaciones.
Para mí, Blatter posee el nivel del presidente de una república,
de un jefe de Estado. Lo afirmo por la atención que le dan los
medios de comunicación. Siempre se va a decir que es amigo de tal
persona y enemigo de otra, qué hace, qué no hace. En realidad,
Blatter se entiende muy bien con Zen Ruffinen. A veces, no tienen la misma
opinión, aunque eso sucede de pronto entre el jefe de redacción
de su periódico y usted, es algo natural.
De todas las acusaciones que ha recibido Blatter en los últimos
meses, aquella que sostiene la existencia de una cuenta mal habida en
Luxemburgo ¿es la más perjudicial para su imagen?
De las cuentas que hay en Luxemburgo, del dinero negro o sucio,
¿cómo se dice acá?... no hay pruebas. Son cosas que
se escriben, que se escuchan, pero no hay elementos.
Sin embargo, el periodista británico David Yallop denunció
al presidente de la FIFA en un libro y dejó maltrecha su reputación.
Yo entiendo a qué se refiere. Pero la venta de ese libro
se prohibió, porque según el señor Blatter muchos
pasajes de ese trabajo eran simplemente falsos y no aportaba pruebas.
Por eso, para no dañar más la imagen del presidente, ese
libro se prohibió en su momento. Nunca lo leí y, por tal
motivo, no puedo opinar más. Pero si un juez británico impidió
su venta, habrá sido por algo.
¿Cómo es la relación de Blatter con la prensa
en general?
Es una persona muy elocuente. Yo antes era periodista y todavía
lo soy, porque hago las revistas de la FIFA. Por eso, digo que siempre
es un placer hablar con él, porque surgen noticias. Resulta interesante
porque tiene humor, es chistoso, hay sustancia en los diálogos
y la prueba está en que la FIFA recibe muchos pedidos de entrevistas.
No sólo por el alto cargo que mantiene, sino también porque
los periodistas saben que en lasconversaciones siempre hay algo atractivo.
Blatter guarda una relación muy buena con la prensa de todos los
continentes. En las últimas semanas redujo el número de
entrevistas por razones obvias. Viajó mucho por la quiebra de ISL
y no porque quería esconderse, sino porque no tenía suficiente
tiempo.
¿De qué modo asimila el presidente de la FIFA las
múltiples dificultades que atraviesa?
Las críticas que él ha recibido, más que nada
desde la UEFA y de algunos periódicos alemanes, lo han herido.
Significaron una gran desilusión para él. Ya se expresó
de esa forma en varias entrevistas. Pienso que Blatter no merece esto,
porque no hay pruebas y, hasta que se demuestre lo contrario, una persona
no es culpable. Creo que él no ha cometido ningún error.
Página/12 estuvo en Copenhague durante un congreso independiente
Play the game que se realizó en noviembre de 2000 y durante el
que también se denunció a la FIFA y a sus principales dirigentes
de distintas irregularidades. Usted no debería afirmar que no se
han cometido errores.
Blatter recibe varias críticas; son muchos los golpes. Y
ésa es una consecuencia de una persona que posee un rango tan alto.
Toda la gente lo mira. Le tiran flores, pero también lo quieren
golpear. Cada paso que él da, la prensa escribe o las cámaras
de TV lo filman. Copenhague es uno de esos ejemplos. Y aunque a ninguna
persona le gusta que la critiquen y, mucho menos, sin pruebas, ciertos
comentarios hirieron al presidente, lo afectaron.
Después del fracaso estrepitoso de la sociedad entre la FIFA
y la empresa ISL, ¿ustedes continúan alentando el gerenciamiento
de los clubes, su imagen y sus productos?
Bueno, el problema de la quiebra de ISL es muy complejo. Los medios
de comunicación, en los últimos meses, tendieron en la filosofía
de sus comentarios a echarle la culpa a la FIFA. No es así. El
grupo ISMM-ISL era socio de nosotros, y a ellos les vendimos los derechos
para televisar varios eventos. Pero ellos quebraron y no la FIFA. Porque
se metieron en negocios sobre los que no tenían mucho conocimiento.
Y donde invirtieron demasiado dinero. Por tal motivo, nos da lástima
lo que sucedió, aunque nuestro camino tiene que seguir y, por eso,
fundamos la empresa FIFA Marketing AG. La gran mayoría de sus empleados
trabajaba para ISL. Son gente capaz.
Le preguntaba si alentaban este tipo de fórmulas comerciales
porque en la Argentina hay todo un debate en torno de esto. Hay quienes
están a favor de que los clubes sigan bajo el actual status jurídico
y quienes abogan por el gerenciamiento.
Ese tema debería preguntárselo al presidente Blatter
o al secretario Zen Ruffinen. Son preguntas que ellos tienen que responder.
¿Usted conoce los aspectos reglamentarios que juzgan la conducta
de los dirigentes cuando no cumplen con las normas que les fueron encomendadas
o cometen ilícitos?
Nosotros, en la FIFA, no tenemos una lista que diga: cuando se comete
este error, se recibe este castigo. Una suspensión por determinado
tiempo, una multa o algo así. Cada caso debe estudiarse y tomarse
una decisión.
Pero, si así fuera, los castigos sólo seguirán
aplicándose a los futbolistas, entrenadores y árbitros.
Obviamente, nuestro reglamento también contempla sanciones
para dirigentes. Pero depende de cada situación, de la gravedad
de la falla.
En nuestro país se habla hoy, acaso con más énfasis
que en otras épocas, de castigar a los clubes que no cumplan ciertas
pautas económicas. ¿Qué debería hacer la FIFA
ante las instituciones futbolísticas mal administradas?
Lo que usted menciona es cosa de la AFA, eso de castigar a dirigentes
de clubes. La FIFA no sanciona a las instituciones deportivas; esos problemas
se tratan directamente con las asociaciones nacionales. Lo quejamás
aceptamos es que un gobierno intervenga en el fútbol. Y eso ha
sucedido en varias oportunidades. Ocurrió en países como
Líbano, Grecia, en el pasado en Camerún y alguna otra nación
africana. En ese aspecto, tomamos decisiones drásticas. Esto significa
que un equipo de dicho país, una selección... no tiene ni
el derecho a jugar un partido amistoso.
LA
TRASTIENDA DEL CONGRESO DE LA FIFA
Transparencia
en la que pocos creen
Por
G. V.
La
FIFA y sus súbditos, como una Babel ambulante, pasaron por Buenos
Aires dejando su impronta
de intrigantes operaciones políticas, negocios a plazo fijo y lo
que podría denominarse la constitución de un nuevo orden
futbolístico a escala mundial, su propia teoría de la globalización.
El Mundial Sub-20 y la Copa América más meneada de la historia
fueron el telón de fondo de una obra en tres actos. El primero
comenzó el jueves 5, cuando Joseph Blatter trazó un balance
sobre la actualidad de la institución que preside, no ajena a escándalos
que lo colocaron en una situación demasiado incómoda. Ese
día, después de seis horas de reunión del Comité
Ejecutivo, el suizo salió a jugar con nuevos bríos un partido
distinto. Había dado explicaciones adentro y, después, las
tuvo que dar afuera, ante los periodistas. Dijo que sus pares lo habían
aplaudido, aunque, cuando concluyó su breve conferencia de prensa,
sólo recibió ese gesto del brasileño Joao Havelange,
su antecesor. Pla, pla, pla... resonaron sus palmadas en el
salón Auditorio.
Este políglota de sonrisa fácil, que respondió preguntas
durante media hora en tres idiomas, dijo que la credibilidad de la FIFA
no estaba empañada, recordó que ésa, su gran familia,
mueve a 250 millones de personas activas en el mundo y sostuvo, a manera
de lacónica sentencia, que debemos luchar juntos por la transparencia
del deporte. Dejó la sensación de que muy pocos le
creyeron, entre los allí presentes. Y esa percepción se
volvió una certeza, en el instante que un periodista angoleño
le preguntó cuándo tendría Africa, su continente,
la oportunidad de organizar un mundial.
El bochorno que terminó con la designación de Alemania para
2006 es una mancha difícil de limpiar. Por eso llamó la
atención que en los días previos al congreso se anunciara
la presencia de Nelson Mandela como panelista en la conferencia sobre
racismo. El prestigioso líder político había sido
uno de los principales damnificados cuando el torneo le fue arrebatado
a Sudáfrica. Tampoco se hicieron presentes Pelé y el liberiano
George Weah.
Entre el viernes y el sábado se desarrollaron los dos actos restantes
de esta obra costumbrista sobre gerentes del fútbol. En parte,
ese papel de meros administradores de lo ajeno quedó corroborado
cuando la cuestionada empresa Traffic hizo su voluntad y obligó
a la Confederación Sudamericana a realizar la Copa América
ya, ahora, y en una Colombia desquiciada por su antigua guerra. Hoy
por hoy, el estadio es un gigantesco estudio de televisión. Se
juega para la tele, que te ofrece el partido en casa. Y la tele manda,
escribió Eduardo Galeano en La Telecracia, una de las historias
del libro El fútbol a sol y sombra.
Debería agregarse que, también, mandan los sponsors y hasta
actúan de manera decisiva los políticos quienes, al menos
sobre el fútbol, siguen ejerciendo la influencia que no tienen
sobre sus pueblos. Un llamado del presidente Fernando de la Rúa
a Julio Grondona y la visita al hotel Hilton de Marcelo Garraffo, el secretario
de Deporte, ablandaron la supuesta intransigencia del mandamás
futbolístico quien, adelantándose a todos, había
dicho que Argentina no concurriría a Colombia. Los auspiciantes
comerciales de la Selección nacional también habrían
hecho su parte. Ahora resta conocer de qué modo dará a conocer
la AFA mañana lo que ya se vislumbra. Un viaje a la tierra de las
FARC, los paramilitares y los carteles de la droga de un equipo alternativo
que, vaya a saber cómo, lo formará Marcelo Bielsa.
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