Por
Martín Granovsky
Médico
sanitarista, gerente interventor del PAMI Capital y funcionario de confianza
de Aníbal Ibarra, experto en sistemas de seguridad social y salud
formado con el ex ministro Ginés González García,
Jorge Fainstein pide no tomar el PAMI como una caja pero tampoco liquidarlo.
En el ambiente sanitario, ¿cómo son recibidas las
ideas de Domingo Cavallo para salud?
Hasta ahora, al menos, Cavallo ve la salud con la misma óptica
de los organismos de financiamiento internacional. Un lugar donde todavía
la Argentina gasta mucho y en forma ineficiente. El problema
es que a la eficiencia no se va a llegar con una óptica de racionalización
salvaje ni de desfinanciación compulsiva. Además, Cavallo
es la única persona en el mundo que, cuando fue ministro, tomó
fondos del sistema de salud para cubrir otros baches del Estado. La sociedad
argentina está madura para rechazar este tipo de actitudes porque
nadie duda hoy de que YPF es una empresa eficiente, pero existen Mosconi
y Cutral Có como resultado de la política que aseguró
la eficiencia. Lo importante es que el sistema de salud es el último
sistema de redistribución de la renta que existe en la Argentina.
El jubilatorio perdió esa característica y el educativo
está sesgado por el enorme costo que tienen las universidades nacionales
en proporción a la educación primaria y secundaria. Después,
quedan políticas focalizadas: subsidios, planes trabajar y bolsones
de comida. En la Argentina todos los expertos coinciden en el diagnóstico
de un gran problema: la fragmentación del sistema de salud.
¿Los sistemas no son diversos también en otros países?
Sí, pero siempre descansan claramente sobre un soporte. En
Alemania, en los descuentos de la nómina salarial y la cobertura
a través de distintas cajas. En Gran Bretaña, sobre el sistema
de salud alimentado por rentas y servicios generales. Eso, porque después
de 1945 el gobierno dijo a los ingleses: Ustedes merecen tener un
sistema de salud por lo que sufrieron en la guerra. En la Argentina
hay muchos subsectores: hospitales públicos, obras sociales (sindicales,
provinciales y el PAMI) y prepagas (sistema privado).
¿Y eso es malo?
Sí no está coordinado sí, porque la proliferación
de subsistemas y cajas aumenta el costo administrativo. Todo el mundo
está de acuerdo en que con el gasto que hace la Argentina en salud
(7 u 8 por ciento del PBI) los resultados son pobres. Costa Rica y Cuba
gastan menos con mejores resultados. Y Uruguay obtiene mejores resultados
gastando lo mismo que nosotros. En cuanto a los países desarrollados,
tienden a garantizar cobertura para todo el mundo. Agregan dinero a la
seguridad social, por ejemplo. No toman dinero de la seguridad social
para cubrir baches del Estado, como han hecho los gobiernos en la Argentina.
¿Cómo juega el sistema basado en la atención
privada?
Obviamente son más eficientes para administrar recursos.
Pero no garantizan la equidad porque en general ofrecen cobertura según
los ingresos de cada uno. Y además, gastan parte del dinero en
marketing y lujos. Suelen rechazar a los pacientes pobres y con riesgos
adquiridos o potenciales, y no están interesados en procesos de
prevención porque saben que no retendrán a todas las personas
durante un tiempo largo.
¿Por qué no se puede resolver la crisis de la salud
en la Argentina si el dinero que se gasta es respetable?
Porque todos quieren articular el funcionamiento desde el sistema
de salud, pero la gran mayoría empieza por la financiación.
Y fracasa. Acá todos son guapos de café. Dicen: Yo
junto los 60 dólares per cápita por mes y con esto aseguro
una salud de la gran flauta. Pero incluso en los años 70
un Estado muy fuerte y un gobierno tan fuerte como lo era el peronista
hasta 1974 fracasaron en tratar de juntar financiación y Estado
con el Sistema Nacional Integrado de Salud. En los 80, con un Estado
menos fuerte, con un gobierno menos fuerte que el peronista como el de
Raúl Alfonsín, el intento volvió a fracasar. En los
90, la idea de achicar el Estado, más la fuerte presión
de los organismos de financiación internacional, a punto tal que
el Banco Mundial terminó siendo más importante en el sector
sanitario que la Organización Mundial de la Salud, hubo una apuesta
a que el mercado articulase los sistemas. La ilusión era que la
gente huyera de las estructuras existentes y entonces el mercado, espontáneamente,
articulara el sistema de salud. Fracasó.
Si no se articula desde la financiación, ¿cómo
se arranca?
Desde la parte operativa. Desde que nombraron gerente del PAMI hablé
con los secretarios de Salud del gobierno autónomo con Pablo
Bonazzola, con Marcos Buchbinder y con Aldo Neri para que coordinásemos
un primer nivel de atención de abajo hacia arriba. Las obras sociales
sindicales y las de la ciudad están construyendo un sistema que
se basa cada vez más en el médico de cabecera. ¿Por
qué a esos médicos no les damos un programa común,
criterios comunes de tratamiento, normas para el uso racional de la aparatología
diagnóstica, para confeccionar la historia clínica? Podríamos
contar con un enorme banco de datos. En la ciudad de Buenos Aires ya existe
un proyecto para montar un seguro de salud que cubra a todo el mundo.
Incluso a los que no tienen cobertura. Podríamos informar a los
médicos sobre las principales patologías en la ciudad y
el conurbano. Tener en cuenta las evidencias. Las normas. Los avances.
Cuándo pedir una resonancia sin pasar por la radiografía,
o cuándo acudir directamente a la resonancia. En la ciudad, las
causas de muerte son los infartos, el cáncer y los accidentes de
auto. También podríamos pedir al médico que, a su
vez, nos informe sobre nuevas patologías. Y conectar a todos los
médicos de cabecera.
¿Aquí participarán los privados?
Nadie tiene por qué quedar afuera. Y hay que tomar toda el
área metropolitana, y no solo la ciudad, como una sola unidad sanitaria.
Así, el sistema de la ciudad compensará en calidad al del
conurbano. El problema, en la Argentina, es que cada uno quiere pasar
a la historia haciendo la gran reforma del sistema de salud. No estoy
de acuerdo: lo que luce menos pero da más resultado son los movimientos
simultáneos. Pero eso es imposible sin la famosa política
de Estado, que en salud es mucho más que una frase: por la naturaleza
del sistema, ningún ministro de Salud podrá ver el producto
de su reforma. Aquí el dinero se despilfarró y la clase
política dio su batalla dentro del sistema de salud. Ahora, tal
vez no hagan falta grandes y nuevas leyes de salud. Basta con que se cumplan
las que están. La ley ya limita la administración de las
obras sociales. Bien: con solo aplicarla, la Argentina terminará
teniendo menos obras sociales.
¿Es una crítica?
No. Menos obras sociales u obras sociales agrupadas bajarán
su costo administrativo y harán economía de escala. Uno
no asegura un auto solo, ¿no? En salud también hacen falta
muchos que acudan al seguro. Los sanitaristas solemos preguntarnos si,
en la reforma necesaria, vale la pena concentrarse en el PAMI y en los
sectores provinciales. Pienso que sí, porque en la Argentina el
eje debe estar en la seguridad social.
¿Incluso cuando la desocupación aumenta?
Sí. El Estado puede aumentar sus subsidios. El hospital puede
pasar a ser parte del sistema vendiendo servicios a la seguridad social.
Pero no se puede sacar a los hospitales del presupuesto y lanzarlos a
captar indigentes que tendrán un voucher. Eso es inviable en la
Argentina. Además la obra social está muy impuesta en la
cultura argentina. Un carnet da un derecho, y hace que la persona se sienta
portadora de más derechos.Siempre se dice que es importante darle
previsibilidad al sector privado, pero al sector público también
hay que darle previsibilidad. Si no, siempre estará amenazado por
el fantasma de la racionalización. Empleados y médicos dirán:
Me van a echar porque no alcanza la plata para pagar la deuda externa
y yo voy a pagar esto con mi trabajo. Eso quita creatividad, disciplina
y eficiencia. Y, por la misma razón, el sector salud no puede seguir
con la costumbre de financiar al sector político y al sector sindical
en la Argentina.
¿Cuál es la alternativa para el PAMI?
Hay tres posiciones. Una, dejemos todo como está. Otra, la
de los que dicen que como no lo sabemos arreglar y no encontramos
consenso, rompámoslo o privaticémoslo. La tercera,
hacerlo eficiente. La gestión de Víctor Alderete fue clave
para desorganizar el manejo de los recursos humanos. Eso era funcional
a que no hubiera objeciones a su política, que está siendo
investigada en sede judicial.
¿Se puede sanear PAMI sin despidos masivos?
Sí. Y sin retiros voluntarios donde se van los más
profesionalizados. Hay que eliminar la cultura del expediente y asegurar
otras funciones que hoy son muy necesarias. Programas de vivienda asistida,
acompañamiento a beneficiarios postrados, aumentar la cantidad
de lugares en los centros de jubilados. Yo sugiero poner empleados en
la atención directa a los beneficiarios en esos sectores y buscar
un consenso en el cual nadie vea en los procesos de eficientización
e informatización una amenaza para su trabajo. Además, en
un proceso de reforma largo, la planta se achicará naturalmente.
Si no, es cierto que el dinero nunca alcanzará, sobre todo teniendo
en cuenta que al PAMI no siempre se le paga por servicios que da al Estado.
Por ejemplo, los mayores de 70 que acceden a las prestaciones. El PAMI
tiene que tener un piso de financiamiento asegurado, de eso no hay duda.
Y no duda de que la gente se enferma mucho más porque es mayor.
El PAMI es la última obra social que tendrá una persona.
El PAMI toma discapacitados, pacientes con HIV, pacientes que se dializan...
El argumento en contra es que con un sistema de salud absolutamente
desregulado, los privados también los atenderán.
Sí, los ultraliberales dicen que obligarán a todos
los prestadores a formar un fondo compensador como era el Inder en seguros.
Si a una prepaga le tocan muchos dializados, muchos enfermos de Sida y
muchos postrados y discapacitados, le aumento la cápita. Esto es
una fantasía. Solo va en los papeles. El mercado siempre es más
eficaz que las leyes que buscan regularlo. Los aseguradores siempre buscarán
lo que se llama selección adversa al riesgo. Tratarán de
captar los jóvenes, los ricos y los sanos. Pensemos en alternativas.
Pensemos, mejor, no en desregular el PAMI sino en reconvertirlo internamente
sin despidos masivos, en acordar una política de Estado de largo
plazo y en la normalidad en serio, sin intervenciones recurrentes. Y dejemos
de tocar siempre el PAMI para resolver cuestiones menores de la política
partidaria. Cada pelea por una caja es un retroceso en la transparencia.
¿Es cierto que el ministro de Salud, Héctor Lombardo,
controla el PAMI a distancia?
Está bien que el PAMI sea integrado a las políticas
de salud de la nación. Es autárquico pero debe ejecutar
políticas públicas. Lo malo sería el hegemonismo
político de un partido o una línea.
¿Siguen funcionando mafias en el PAMI?
Cuando se hicieron los procesos de licitación pública
algunos posibles prestadores temían presentarse a la licitación
y off the record comentaban que padecían fuertes presiones externas
al Instituto para no entrar en un proceso de libre competencia. Es posible
que existan complicidades internas de larga data. Un claro ejemplo es
el fracaso de la licitación para salud mental. El PAMI no logra
hacer una licitación. Quizás con el proceso de descentralización
la presión de los grandes lobbies pueda ser compensada.
¿Tienen razón los prestadores cuando protestan por
problemas de pago?
Sí. Nadie puede armar negocios lícitos si no tiene
asegurado el pago puntual. Este gobierno tomó un PAMI con prestadores
semiquebrados, con muchos meses de atraso en el pago de facturas, prestadores
que aún hoy están haciendo trámites, que en general
son pymes y no tienen solo dificultad sino también imposibilidad
para acceder al crédito, porque para el ojo de cualquier oficial
de cuenta de un banco están quebrados y son insolventes de toda
insolvencia. Pero a pesar de que el Instituto recuperó su capacidad
de control enajenada por la anterior conducción, por más
voluntarismo y honestidad que exista en quienes tienen que exigir prestaciones
adecuadas, si no existe la contrapartida del pago a término resulta
muy difícil actuar.
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