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AUMENTA LA VIOLENCIA EN MEDIO ORIENTE
La guerra de los almanaques

Mientras se multiplican los incidentes en la región, Estados Unidos le dijo a Israel que ya comenzó el período de calma.

Vista desde el lado diplomático, la peor crisis entre palestinos e israelíes desde la firma de los Acuerdos de Oslo en 1994 parece más bien un chiste. En el terreno, las noticias no son otras que las de un conflicto agravándose. El ejército israelí secuestró ayer en territorio palestino a un militante de la organización extremista Hamas, que respondió al secuestro prometiendo más ataques suicidas dentro de Israel. Ayer fue el funeral de un niño palestino de 11 años muerto anteayer por disparos israelíes. Estas noticias, que son las de todos los días en Medio Oriente desde hace por lo menos ocho meses, contrastan con la iniciativa diplomática en la región. El secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, le dijo ayer al premier israelí Ariel Sharon que ya comenzó “el período de calma” necesario para instaurar confianza entre ambas partes.
El chiste se completa con las interpretaciones palestina e israelí del remanido “período de calma”. Para la Autoridad Palestina (ANP), ya terminó. Para el gobierno israelí, ni siquiera comenzó. Claro que en la medida en que “la calma” se define efectivamente por la falta de incidentes y la intención de ambas autoridades de tratar de que éstos no recomiencen, la guerra de almanaques afecta en forma directa al período en cuestión. Seguramente Powell, buscando defender el marco del acuerdo del “período de calma” firmado hace tres semanas por palestinos e israelíes bajo el auspicio de la CIA, le dijo indirectamente a Sharon que detenga los asesinatos y las detenciones selectivas de palestinos que Israel lleva a cabo desde el mes pasado.
El argumento de Israel es sencillo. Como dijeron ayer fuentes militares israelíes, hay palestinos que están planeando atentados y el líder de la ANP, Yasser Arafat, no cumple su parte del acuerdo porque no hace nada para detenerlos: “Si no lo hace él, lo haremos nosotros”. Del otro lado, Arafat, según una nota publicada ayer por el New York Times, ya le dijo en una carta al presidente norteamericano George Bush que él “está haciendo el 100 por ciento de esfuerzos, pero no se puede pretender un 100 por ciento de éxitos”, por lo que considera que al período de calma no se le puede pedir la reducción de la violencia a cero. Y si es así, dice Israel, entonces no hay tal período.
Esta guerra de palabras y números se confirma en el terreno. En la ciudad cisjordana palestina de Hebrón, en pleno día, Ayub Fuad Charavi, militante de Hamas, fue secuestrado en pleno día por seis miembros del Ejército israelí cuando viajaba en su coche con su familia. En el funeral de Jalil al-Moghrabi, el niño palestino de 11 años que murió anteayer luego de que se lanzaran granadas de mano contra soldados israelíes, miembros de las brigadas Ezzedin al-Qassam, brazo armado de Hamas, dijeron por los altavoces que iban “a lanzar atentados suicidas dentro de Israel para vengar la sangre de los mártires”. “Tenemos diez hombres dentro de Israel listos para cometer ataques suicidas en venganza por la agresión israelí a nuestro pueblo”, señaló un dirigente de Ezzedin al-Qassam.
En otros incidentes registrados ayer, el ejército israelí derribó una casa palestina para instalar un puesto de vigilancia. Dos palestinos resultaron heridos por disparos israelíes en Jan Yunes, en el sur de la franja de Gaza, cerca de la colonia judía de Neve Dekalim.
En Nablus (Cisjordania), el Tribunal de Seguridad palestino condenó a trabajos forzados a perpetuidad a Thaer Walid Hassan Jaber, de 21 años, por haber facilitado informaciones al ejército israelí que le permitieron matar el 12 de mayo a un militante de Al Fatah, el movimiento de Arafat, y a un policía palestino. Desde el inicio de la intifada, el 28 de setiembre pasado, los servicios de seguridad palestinos detuvieron a más de 150 presuntos colaboradores, acusados de haber ayudado al Estado israelí.

 

 

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