Por
Roque Casciero
El
Mono, cantante de Kapanga, lanza la pregunta: ¿A quién
no le gusta andar con la música por todos lados?. Seguro
que a su banda sí, porque la semana pasada salió a la ruta
para encarar una Gira asesina que terminará en agosto
con el primer show de la banda en Cemento. Y el vocalista, todo un personaje,
tiene el entusiasmo de un adolescente... O de un Bob Dylan, ese incansable
trotamundos que hace más de doscientos shows por año. Sin
embargo, El Mono precisa aclarar los tantos. Para hacer como Dylan
o como Manu Chao, que se mete a tocar donde no va nadie, tenés
que ser muy especial. Hoy, en mi situación, yo no sería
Manu Chao. Tengo familia, estoy esperando un hijo... Si es por laburo
y tengo que irme de gira por uno o dos meses, todo bien, pero más
no puedo. Además, no soy tan hippie, estoy acostumbrado a estar
detrás del mostrador de mi pizzería en Quilmes. Pero me
encanta la ruta, porque se comparte mucho con la banda y eso crea un vínculo
muy fuerte. A los que tenemos familia se nos hace difícil irnos
de gira, pero nuestras mujeres saben que nos subimos a este barco hace
diez años y que peleamos mucho por este lugar, así que ahora
no podemos bajarnos. Ni en pedo.
El lugar del que habla El Mono es uno bastante difícil de delimitar.
Por ejemplo, el debut de la banda, A 15 centímetros de la realidad,
llegó a disco de oro gracias a canciones que mezclaban cuarteto
con hardcore, como El mono relojero (un pachanguero palo para
Duhalde y sus límites horarios) o Ramón (himno
fumón con chiste musical inspirado en Soda Stereo). El segundo
disco, Un asado en Abbey Road, contenía la canción Indultados,
un enojado alegato contra Videla, Massera, Astiz y demás represores
de la última dictadura militar, que no hacía la vista gorda
con quien los dejó en libertad a través de un indulto y
que terminaba con un sonoro hijos de puta. Ese álbum
hizo posible que la banda teloneara con éxito a Los Auténticos
Decadentes y La Mona Jiménez (el ídolo de El Mono) en River,
durante el primer Argentina en Vivo, y que pudiera girar por Estados Unidos
y Puerto Rico. Pero, a la hora de presentar el flamante Operación
rebenque, Kapanga todavía no ha logrado tocar en Cemento, un reducto
habitual para otros grupos de Quilmes, como La Covacha o La 25, que no
cuentan con el apoyo de una multinacional como El Mono y los suyos. Nos
falta tener más gente en Buenos Aires, reconoce el cantante.
Somos una banda nueva en el circuito. Hay gente que recién
nos está conociendo. Nos va a llevar un par de discos hacer que
la gente entienda cómo somos.
Los Decadentes les gustan a todo el mundo pero no generan una sensación
de pertenencia como La Renga. ¿A ustedes les sucede eso?
Sí, es posible. Nosotros no tenemos problemas en tocar en
discotecas, y el público de discotecas no es de aguante: toque
Kapanga, los Rolling Stones o Damas Gratis, la gente va a bailar. Si hacés
música popular o medio divertida, la gente cree que es chingui
chingui y no te toma como una banda de rock. Para nosotros, Kapanga es
una banda de rock que mezcla diferentes cosas y que hace divertir a la
gente, pero en algunas canciones podemos poner mensajes. Como con El
mono relojero y con Indultados: dentro de toda la fiesta
y la pachanga, tratamos de meter lo que pensamos.
A pesar de que el cuarteto y el hardcore siguen mezclándose,
en el último álbum ampliaron la variedad de ritmos y sonidos.
Sí, hay reggae, country, un tema que parece de Babasónicos
(con el cantante Adrián Dargelos como invitado), Bucaneros
es medio salsero... Cuando armamos la banda hacíamos sólo
temas de La Mona Jiménez, pero con un poco más de power,
porque nosotros tenemos guitarra eléctrica y batería. Ahora
incorporamos violines, bandoneón... El bandoneón lo tocó
Ernesto Baffa: cuando se lo conté a mi viejo, que es re tanguero,
casi se muere. Mi abuelo fue de los primeros que cantó tango en
Radio Nacional. Si hoy viviera, se habría sacado el sombrero cuando
le dijera que canté con Baffa. Fue un gusto que nos dimos, como
tener a los hermanos Di Salvo tocando las cuerdas. Pero lo más
lindo es ir a la compañía, decirles che, queremos
invitar a éste y ver qué cara ponen.
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