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Por María Esther Gilio --¿A qué pregunta o preguntas intenta responder la Teología de la
Liberación?
--La Teología de la Liberación parte de hechos, hechos de opresión.
Hay situaciones opresivas, hay acciones liberadoras y hay una reflexión
sobre este conjunto de hechos antinómicos.
--Opresión, conducta liberadora y reflexión sobre arribos serían
los puntos fundamentales.
--Sí, pero con una característica: esa reflexión se hace a la
luz de la palabra de Dios. O sea, la reflexión se intenta con la razón
humana que acepta la fe y busca aclarar tanto el sentido de las
situaciones de opresión cuanto los intentos de liberación.
--¿La palabra "liberación" está en la Biblia?
--La Biblia anticipa en Isaías que vendrá un liberador. Y
nosotros entendemos que es Jesús. Jesús mismo según Lucas en el
discurso escatológico que marca las características de la última etapa
de la historia humana, después de describir los apremios que habrá de
pasar la humanidad, termina con una frase significativa: "Cuando
sucedan estas cosas, levanten la cabeza porque se acerca su liberación".
--¿Cómo podría, esa palabra dicha hace más de 2000 años,
dar lugar a la liberación tal como la entendemos hoy?
--Empecemos por una circunstancia real. El continente
latinoamericano es el que más eco da hoy a la teología de la liberación.
Por su gran población católica y por su situación de injusticia social.
De verdadera opresión.
--Usted ve entonces como algo natural que sea aquí donde esos
textos hayan sido más valorizados.
--Textos del antiguo y nuevo testamento que muestran que Dios no
está ausente de la historia, sino presente en este intento liberador que
va cundiendo más y más como una nueva etapa de la independencia que
comenzó en el siglo XIX.
--Incluso, si sólo nos preocupara la salvación del hombre y no
su felicidad, el hombre difícilmente podrá ocuparse de su alma si tiene
el estómago vacío. Jesús lo dijo: "Dad de comer al
hambriento".
--Hay una escena que es como simbólica, además de ser real. Los
discípulos se encuentran con que hay una gran masa de hombres, mujeres y
niños que han seguido a Jesús a la soledad. Se ha hecho tarde y no
tienen qué comer. Le dicen entonces a Jesús que despida a la gente. Jesús
dice: "No, no tienen por qué irse. Denles ustedes de comer".
--¿Allí es que Jesús multiplica los panes y los peces?
--No, esos panes y esos peces no son el resultado de la
prestidigitación. Salieron de la puesta en común de lo poco que había.
--No es eso lo que enseñaban a los niños en el catecismo.
--Pero es así. Los apóstoles fueron partiendo los panes. Sólo en
ese sentido se multiplicaron. Lo que había se repartió entre los que
estaban. Pero además de esto, y para corroborar lo que decimos, Jesús no
sólo insiste en el alimento espiritual como es la palabra de Dios. La
descripción anticipada del Juicio Universal comienza con esta frase:
"Tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de
beber". Es decir que Jesús describiendo el Juicio Final trae a
colación todo lo que es la relación asistencial entre los hombres, lo
cual muestra que, para sincerarnos en nuestra relación con Dios, siempre
tendremos que palpar esto concretamente, en nuestra actitud frente al
hombre.
--Esto está muchas veces en la Biblia. La frase más conocida
es tal vez "ama a tu hermano como a ti mismo".
--Con esto Jesús ha criticado la falsa religiosidad. El creer que
con hincarse en la iglesia, comulgar y rezar está todo hecho. Claro esto
es necesario, pero el test de la autenticidad cristiana comienza cuando el
hombre sale a la calle y encuentra al hombre. Así Jesús corrige la noción
de prójimo. Prójimo no es tanto el que se nos aproxima sino aquel al que
debemos aproximarnos.
--Durante siglos la Iglesia ha predicado la aceptación de la
pobreza. ¿Cómo se dio este cambio que hoy estamos viviendo?
--Yo creo que durante siglos se han dado las dos cosas. Se ha
predicado la pobreza, quizá desequilibradamente, y también el espíritu
de asistencia al pobre. Aunque se caía, y aún hoy se sigue cayendo, en
el peligroso error de aceptar como fatal el hecho de la pobreza en los
hombres.
--¿Por qué cree que pasa eso?
--Eso pasa cuando se encara la religiosidad con un falso
espiritualismo.
--Los sufrimientos en la tierra son algo secundario. Tengamos
paciencia. Seremos compensados en el más allá.
--Exacto. "En la tierra no todos podemos ser ricos".
"Esperemos el cielo, donde todos podremos ser felices". Esto
es inaceptable, porque habría algunos que tendrían una doble felicidad:
una aquí y otra en el más allá. Si bien Dios puede no aspirar a que
todos seamos ricos, si aspira a que todos seamos felices sobre la Tierra.
Por otra parte lo de la riqueza tiene sus límites: no podemos cohonestar
la acumulación indefinida de riquezas. Primero porque el rico, si es
cristiano, sabe que los bienes materiales fácilmente se transforman en ídolos.
San Pablo dice directamente que la codicia es una idolatría. Además la
riqueza no está en los planes de Dios. Lo que sí está en sus planes es
que cada uno tenga no sólo lo indispensable sino lo suficiente para que
pueda dedicarse con serenidad a educar a sus hijos, vivir en familia,
honrar a Dios y promover su propia felicidad en forma integral. --¿Cuál sería entonces la obligación del cristiano?
--La historia ha evolucionado, ya no la alcanza al cristiano con sólo
asistir. El verdadero cristiano debe reclamar justicia. La revolución
francesa, más allá de todos sus excesos y errores, ha sido un portazo a
toda una época de injusticia feudal y una apertura a una época más
fraterna. El siglo XX, que ha sido testigo de enormes inhumanidades físicas
y morales, presenta también cosas muy positivas. En verdad el hombre
nunca fracasa del todo. Y ha sido en este siglo que ha ido asumiendo la
causa de la justicia. Aunque falta aún mucho. En nuestras comunidades
cristianas cuesta que sea captada en toda su dimensión lo que es justicia
social y derechos humanos.
--Y hay creyentes que tienen horror a la simple frase
"derechos humanos", como si significara algo pecaminoso.
--El primero que habló de derechos humanos fue Dios, haciéndose
hombre y dejándose matar por los hombres... Y volviendo a nuestro tema de
la liberación, se comprenda que en un continente oprimido y bautizado
surjan profetas que intuyan mejor que el común denominador la estricta
relación que media entre una situación de opresión y un intento de
liberación.
--Jesús fue vanguardia ideológica mientras vivió. La Iglesia,
por más que en este sentido haya cambiado, no deja de ser moderada y
moderadora. ¿Considera que esa actitud de la Iglesia responde a su
voluntad de sobrevivencia?
--Jesús, más que ideología, lo que trajo fue un mensaje.
--Un mensaje de vanguardia que produjo cambios.
--Sí, por supuesto, enormes cambios. La atención al enfermo, como
un derecho de todo ser humano, la igualdad sustancial, por ser todos hijos
de Dios. Se trata de principios que hoy aceptamos como naturales, pero que
se introdujeron a través de los evangelios. Y no sin luchas. pero esos
momentos de luchas y tensiones, bueno es decirlo, a veces son buenos,
necesarios, para mirar la verdad de frente y no aceptar un orden falso.
Hay veces en que un régimen de falsa seguridad.
--¿Cómo el reciente?
--... nos hace creer que todo está en orden cuando nada está en
orden. Es así preferible la tensión que nos hace reexaminar
constantemente nuestra pastoral, nuestra conducta, a una falsa seguridad,
que esperamos haya sido alejada para siempre.
--¿Usted no cree que la Iglesia ha cometido graves pecados, por
lo menos de omisión, durante todo el gobierno militar?
--Sí, claro, la Iglesia ha pecado por omisión. Pero no es ésta
una situación excepcional. Siempre pecamos por omisión. ¿Quién de
nosotros dio todo lo que pudo a los pobres, visitó a los enfermos o a los
encarcelados? En ese sentido somos pecadores. Pero, además, sería muy
interesante que repasáramos todo a la luz de la palabra de Dios y de la
palabra de los hombres. Hagámoslo, sepamos cuestionarnos. Sabemos mucho
de todo lo pasado a través de cosas escritas y dichas en los medios.
Pensemos en el caso simple y rarísimo de alguien que viviendo en Tucumán,
por ejemplo, obtuviera un permiso para ver a su hijo preso o a su padre y
que no tuviera dinero para comprar un pasaje, ¿quién ayudaba?
--Yo me refería a cosas más graves. El no denunciar la situación,
por ejemplo. �Un amigo de
Dios y de los pobres�
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