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LOS ARTISTAS ARGENTINOS SE LUCEN EN EL FESTIVAL GREC 2001
Buenos Aires se cotiza en catalán 

Un auditorio con mayoría de españoles ovacionó a Los Macocos, que presentaron �La fabulosa historia de los inolvidables Marrapodi�. 
El festival Grec es un hervidero de espectáculos que abarcan la música, 
la danza y el cine, con buena 
presencia argentina.

 
�Los Marrapodi�, una obra que superó en Barcelona las barreras �idiomáticas� del porteñismo. 
Los Macocos establecieron contactos para representar a la brevedad �Los Albornoz�, su nueva puesta.



Adriana Varela y Susana Rinaldi actuarán en el hermoso anfiteatro Grec.
El espectáculo �Êl Fulgor Argentino� es otra de las vedettes del festival.

Página/12
en España

Por Eduardo Fabregat
Desde Barcelona

Hay que reconocer, aunque en eso no haya ningún mérito, que el hadadismo es un mal que no reconoce fronteras. Así queda demostrado cuando el taxista que va del aeropuerto al casco antiguo de Barcelona señala una carrer, mira por el espejito y advierte al pasajero: �Cuando vaya a la Rambla no tome esa calle, que está llena de moros. Ese es el problema de esta ciudad. El noventa por ciento de los ladrones son moros�. Basta cambiar el término �moro� por boliviano, o paraguayo, o simplemente �inmigrante ilegal�, y se tiene el mismo personaje que escucha Radio 10 por Corrientes y pide mano dura. La palabra �sudaca� parece haber perdido algo de actualidad en Barcelona, al menos lo suficiente como para que el Festival Grec 2001, el más importante de Cataluña, tenga a Buenos Aires como ciudad invitada y a varios artistas argentinos como huéspedes de honor en escenarios de toda la ciudad. El arte, por lo general, elude las banderías y se dedica a consagrar otras cosas.
Si de consagraciones se trata, lo que les sucedió aquí a Los Macocos puede ser entendido como un paso más que importante, sin falsos fuegos artificiales pero con una innegable sensación de éxito. El domingo por la noche, en la sexta y última función de La fabulosa historia de los inolvidables Marrapodi en el Poliorama, un auditorio con mayoría de españoles coronó las dos horas de espectáculo con francas carcajadas y un conmovedor aplauso final, que terminó de diluir los temores del grupo con respecto a la respuesta del público local a una historia en la que hay no pocos guiños argentinos. A la salida, las explicaciones pasaban por otro lado, como ese hombre que le hacía gestos a su compañero y le decía �hombre, pues, el mate...�. 
Ocurre que Barcelona es una ciudad adicta al teatro, y el Grec es un evento que nadie quiere perderse. En estos días se desarrollan 75 espectáculos que abarcan también la música, la danza, una retrospectiva de cine argentino o performances �solistas� como la de China Zorrilla, que el 26 dejó absolutamente embelesado al público con dos horas de... anécdotas. O la de Joaquín Sabina, que debía presentarse hace unos días pero finalmente lo hará hoy, porque el día de su solo de palabras estaba �algo indispuesto� y dejó al director Borja Sitjà con algo similar al ataque de nervios. Borja, el organizador de este gigantesco colectivo cultural, es de todos modos un hombre afable, anfitrión experto y agradecido: el domingo, tras el cierre de Macocos, no quiso ocultar su entusiasmo y les brindó una cena de honor en el restaurante del Teatre Grec, un hermoso anfiteatro construido donde antes había una cantera, y donde Adriana Varela (mañana) y Susana Rinaldi (el sábado) podrán comprobar las excelencias de la acústica y cautivar a puro tango orillero.
�Teníamos miedo, claro. El día del ensayo general nos empezó a agarrar como un frío, una cosa de �no se va a reír nadie, no se va a reír nadie, nos van a escuchar hablando con acento español y nos van a matar��, dice Daniel Casablanca a Página/12. Sin embargo, solo hicieron falta un par de explicaciones anexas al espectáculo que se vio en el Teatro San Martín, y la funesta saga de los Marrapodi, y la performance del cuarteto que se multiplica en escena, hicieron el resto. �Los técnicos, que eran gente más bien poco expresiva, en ese ensayo se rieron lo suficiente como para que saliéramos con los nervios de un debut, pero más confiados�, completa el director Javier Rama, mientras Martín Salazar apunta que incluso los momentos más porteños, como cuando encarna al tanguero lunfardo Carlitos, fueron celebrados precisamente por su incomprensión: �Si ni en Buenos Aires entienden lo que dice...� dice entre risas. Para el grupo, la experiencia catalana llegó en un buen momento: Borja eligió específicamente a Marrapodi, pero hubo contactos con empresarios españoles que están dispuestos a abrirle espacios a Los Albornoz, la ácida obra sobre una familia en total decadencia moral que pasado mañana retomará sus funciones a sala llena en el Teatro de la Ribera. �El año podría terminar mañana y nosotros, entre esto, Los Albornoz y la puesta de Turandot en la provincia de Buenos Aires, estaríamos hechos�, señalan ellos. En el Poliorama, situado en la Rambla que es el centro de actividad turística (y a pocas cuadras de donde Cecilia Rossetto revienta el Teatre Principal con Rojo Tango), hubo incluso escenas de pedido de autógrafos y fotos, y ninguna acusación de sudacas que vienen a quitarle el trabajo a los españoles.
Trabajo, por otra parte, es lo que supone la puesta que los responsables de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, capitaneados por Jorge Telerman, esperan con ansiedad: hoy, en la sala Maria Aurèlia Capmany del Mercat de les Flors, será el ensayo general de El fulgor argentino, el espectáculo del Grupo Catalinas Sur dirigido por Adhemar Bianchi que puede dejar a los catalanes con la boca abierta. Las anécdotas del viaje de los cien integrantes del grupo ya son la comidilla de la delegación argentina. Y esa delegación, funcionarios, artistas y periodistas, vive este Grec como una circunstancia difícil de olvidar, por la potencia artística de la oferta, pero también por una cuestión obvia llamada Barcelona. La ciudad de los modernistas de Gaudí, tan diferente a todo lo conocido, parece un lugar ideal para traer la expresión cultural de las pampas, pero también para perderse en los tiempos muertos. En algún caso, en sentido literal: de paseo por el Temple de la Sagrada Familia, Daniel Casablanca caminó por la Avenida Gaudí, se internó en otro edificio de sobrecogedora belleza y ya estaba a punto de sacar fotos cuando descubrió un cartel que decía �Sala de espera�. En el corazón de Cataluña, hasta el Hospital de la Santa Creu I de Sant Pau es una obra de arte.

 

 

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