Por Fernando Martin
Desde Madrid
Leonard Cohen regresa a la actividad musical a los 67 años, nueve después de la aparición de su último disco con temas nuevos, The Future. Por entonces llevaba cuatro años de ostracismo y afirmaba: �Es mi sino: no he podido jamás desaprovechar la oportunidad de autodestruirme�. El vigésimo tercer trabajo oficial de su discografía es en colaboración: son canciones coescritas con la cantante Sharon Robinson, quien, aparte de aportar su voz, también lo produce. El álbum se editará en septiembre en buena parte del planeta Tierra y se llamará escuetamente Ten New Songs. �Un título simple para unas canciones simples�, dice el responsable, que parece hoy menos tentado que nunca por la autodestrucción. Nacido en Montreal, Canadá, en 1934, Cohen está considerado uno de los más grandes autores de canciones populares del siglo XX �entre ellas �Suzanne�, �Everybody nows� o �Pequeño vals vienés��, para muchos en el nivel de las firmas de Bob Dylan, Lennon�McCartney o Jagger�Richards, y aquilata además un sólido prestigio literario, como narrador y poeta. �No hubiese sido poeta �dice- si a los 15 años no hubiese comprado un libro de Federico García Lorca.�
Vestido con traje oscuro, con un diario bajo el brazo y un comboloi -especie de rosario de cuentas de origen griego� en las manos, Cohen deambula por el vestíbulo del hotel madrileño en el que va a tener lugar la entrevista. Pese a que millones de personas en todo el mundo retienen sus rasgos físicos en la retina y afirmarían que son capaces de reconocerlo en cualquier situación, pasa completamente inadvertido entre los clientes del hotel. Un hombre mayor, silencioso y de movimientos lentos. Pero, ya en la suite elegida para la charla, lo primero que pide es un cigarrillo. Tras encenderlo, su atención se centra en un moderno reproductor de compactos de diseño cortesía del hotel, en el que está sonando su disco. Se acerca al aparato, se hinca de rodillas ante él y empieza a manipular los mandos digitales, mientras exclama: �Tiene una gran calidad. Es mucho mejor que el mío. Nunca había oído mis canciones sonar tan bien. Es muy moderno. Casi como una escultura�. Acto seguido, añade con actitud bromista: �¿Cree que me cabrá en la maleta�.
Cohen, que viajó a Madrid a realizar una selecta promoción del disco, relata así todo este tiempo de silencio discográfico: �Después de terminar mi última gira, en el �93, me fui a vivir a un monasterio zen en San Diego, California. Estuve allí seis años. Fui a reunirme con un viejo maestro, pero también tuve tiempo de escribir�. No obstante, no ingresó allí en busca de respuestas religiosas: �Yo ya tengo una religión. La mejor religión. Fui allí porque ya había estado con ese maestro del alma trece años y nos hicimos buenos amigos. Yo tenía casi sesenta años, y él, casi noventa. Fui a completar mis estudios con él. Ahora tiene 94 años, pero en algunas cosas es como si tuviera veinte. Es un gran ejemplo, un gran amigo y una gran compañía para beber�.
Precisamente, el tema de la bebida aparece de forma reiterada en algunos de los temas del nuevo disco como �Here it is� o �That don�t make it junk�. Cohen reflexiona acerca de la mística de la botella y sus diversos contenidos: �A mi maestro le iba más el sake (vino de arroz), pero para mí el sake es una bebida muy complicada. No obstante, si sos capaz de apreciar las cualidades del sake, no debería serte difícil disfrutar del buen vino francés. Pero él acabó prefiriendo su sake. En fin, todo esto no quiere decir que yo beba mucho. Ahora casi no bebo, excepto cuando salgo de gira�.
Cohen reivindica el carácter de estabilidad que poseen sus nuevas composiciones: �Aunque sean distintas unas de otras, uno puede sentarse y relajarse escuchándolas. Gracias a Sharon Robinson, han quedado unas canciones con las que podés pasar un rato tranquilo o abrazar a tu mujer. Aunque, si querés también podés tratar de sacar algo más profundo de lasletras. Si lo hacés, creo que encontrarás alguna que otra historia sólida en ellas�. En esas historias hay mucho de agridulce aceptación con cargo a la madurez; una forma de ver las cosas sin mucha esperanza, pero, sobre todo, sin búsquedas inútiles: �Por ejemplo, �Boogie Street� es la calle en la que vivimos todos y de la que siempre tratamos de escapar. Cuando tenés un hijo, cuando te sentís amado, cuando tomás un vaso de agua fría porque estás sediento, te olvidás de vos mismo. Pero, como digo en esa canción: �Tú me besas los labios y ya está todo hecho. Regreso a Boogie Street�. Siempre volvemos�.
Un cierto nihilismo del que cuelga un hilo de negra ironía define temas como �The Land of Plenty�: �En esa canción trato de ser honesto y decir que no sé para qué estamos aquí, que no tengo el coraje de soportarlo, que soy un cobarde. A pesar de eso, alzo mi voz para rezar: �Puede que las luces del paraíso resplandezcan sobre la verdad algún día�. Es una especie de plegaria, aunque no sé por qué ni a quién�. Mientras recita estos versos, su voz, personal e increíble, hace que casi floten las palabras que pronuncia a su alrededor.
Pero, al hacer referencia a ello, Cohen afirma: �Nunca he tenido demasiada confianza en mi voz y, sabés, después de 50 mil cigarrillos... Nunca tuve mucha voz, incluso antes de los cigarrillos, así que, cuando empecé a cantar, lo tuve en cuenta. Me encanta que a mucha gente le guste, pero para mí es demasiado baja y se mueve sólo entre cuatro o cinco tonos�. No obstante, no se lamenta de los errores o excesos, de consumo de todo tipo de sustancias, cometidos en su vida: �Yo soy como Edith Piaf: ¡Non! Rien de rien. ¡Non! Je ne regrette rien (�¡No! Nada de nada. ¡No! No me arrepiento de nada�). Es una de mis canciones favoritas�.
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