Por David Cufré
La presión de los mercados
fue creciendo a cada hora, con cada dato y con cada variación del
riesgo país. La licitación de títulos de deuda de
corto plazo dio tan mal como la mayoría sospechaba, con el Estado
pagando tasas de interés de entre 14 y 16 por ciento, largamente
por arriba del 11 por ciento que a Domingo Cavallo le pareció ruinoso
hace tres meses. La histeria en la city se fue extendiendo a ciudadanos
de a pie, que ante los rumores decidieron hacer cola frente a los cajeros
automáticos para sacar su dinero. Y mientras eso ocurría,
el riesgo país seguía su escalada, hasta terminar en un
nivel intolerable de 1221 puntos, a la vez que la Bolsa caía 6,1
por ciento. Esto no aguanta, le dijo un encumbrado banquero
a Página/12. Y no aguantó. Tenemos que reconocer la
realidad, dijo Cavallo por la noche, al hablar en la Bolsa de Comercio.
Antes que la crisis desbordara al Gobierno por completo, el ministro entregó
a los mercados la promesa máxima, la que siempre quisieron oír.
Vamos a ir a déficit cero, tanto en la Nación como
en las provincias, vociferó, provocando el aplauso espontáneo
de los socios de la Bolsa, congregados por la celebración del 174º
aniversario. Eso significa que de aquí a fin de año, el
Gobierno recortará el gasto público en 1500 millones de
pesos, mientras que el conjunto de las provincias debería hacerlo
en igual magnitud.
Tenemos que reformular nuestro plan fiscal. Hay que ir al déficit
cero y dejar de vivir de prestado. Con esas palabras, que significan
que habrá un megaajuste, Cavallo buscó ponerle un freno
a la crisis, cuya intensidad redujo al Gobierno a una situación
de extrema debilidad. Sin posibilidad de negociar un nuevo rescate con
el Fondo Monetario Internacional, sin la chance de apelar a otro megacanje,
el Gobierno ofreció lo único que tenía a mano: achicar
el gasto público todo lo que sea necesario. Y lo necesario es que
el déficit desaparezca. Hace tres meses y veinte días, al
asumir como ministro de la Alianza, Cavallo despotricó contra quienes
le pedían el ajuste, calificando a los mercados como miopes
y explicando que esa alternativa abortaba para siempre las ilusiones de
reactivación. Ayer completó un giro de discurso de 180 grados
y le dio la razón a los economistas con los que se venía
peleando, como Roque Fernández, Carlos Rodríguez y Jorge
Avila, de la ortodoxa universidad CEMA.
Por la mañana, en una tensa reunión de gabinete, Chrystian
Colombo hizo una cruda descripción de la crisis y les reclamó
a los ministros la elaboración de un plan de ajuste. No hay
lugar a discusión, advirtió, antes de que nadie dijera
nada, según relató a este diario uno de los participantes
del encuentro. La orden concreta fue que cada ministro debe preparar un
programa de reducción de gastos en su cartera, para ser presentado
en 48 horas. Página/12 pudo saber que se analizan las
siguientes medidas:
Pago de salarios altos con bonos: una de las alternativas que se
discute en el Ejecutivo es la liquidación de un porcentaje de los
salarios más altos del Estado con bonos. Es lo mismo que hizo la
provincia de Buenos Aires y otras administraciones del interior, pero
en el caso de los empleados de la administración nacional el piso
se fijaría más arriba. Para el Estado, es una forma de bajar
salarios sin tener que comunicarlo de ese modo. Los comercios nunca aceptan
los títulos a valor nominal, pero eso ya no sería un problema
para el Gobierno.
Reducción de sueldos altos: es otra opción que se
estudia en Economía. Se fijaría un nivel salarial a partir
del cual se reduciría un determinado porcentaje. La rebaja no sería
generalizada, como ocurrió el año pasado, cuando todos los
empleados sufrieron una quita del 12 por ciento.
Achicamiento de estructuras jerárquicas: por ejemplo, en
los entes de control de las empresas privatizadas. Se eliminarán
direcciones o áreas en distintos ministerios y organismos descentralizados.
Eliminación o fusión de organismos: el Poder Ejecutivo
cuenta con esta facultad por la ley de superpoderes, cuya aprobación
se produjo también en un momento en que la crisis financiera amenazaba
con derrumbarlo todo. En Economía se desempolvó el proyecto
de ajuste que José Luis Machinea hizo en mayo de 2000, donde se
proponía -entre otras cosas- el cierre de la agencia de noticias
Télam y de la imprenta del Congreso.
Eliminación de jubilaciones de privilegio: lo dijo anoche
Cavallo, pero es un objetivo muchas veces pregonado y que nunca se pudo
concretar. El ministro afirmó que esta vez sí, la depuración
de los padrones permitirá un ahorro importante, especialmente suprimiendo
beneficios de las cajas jubilatorias provinciales transferidas a la Nación.
Como una forma de demostrar a los mercados que el Gobierno estaba dispuesto
a hacer el ajuste, ayer se publicaron en el Boletín Oficial dos
decretos que comienzan a transitar el camino del achicamiento. Uno de
ellos establece la modificación de la estructura de la Anses (para
reducir el gasto 450 millones de pesos) y el otro fijó las pautas
para la reorganización de la estructura del Estado. En este último
caso, eso implicó la decisión de suprimir la presidencia
y el directorio del Instituto Nacional de la Administración Pública
(INAP), eliminar cuatro direcciones nacionales y 15 funciones ejecutivas.
Pero los financistas entendieron que ese gesto no era suficiente, y redoblaron
la presión.
Por la noche, Cavallo les respondió con el anuncio de que habrá
déficit cero. La realidad nos dice que no hay
financiamiento ni para el déficit de las provincias ni para el
de la Nación. Hemos agotado la receptividad de títulos de
deuda del sector público en los mercados de Argentina y del exterior,
describió, para justificar el ajuste. Antes, había dicho
que los problemas ciertamente son muy graves y que la crisis
es la más difícil de nuestra historia reciente.
Embalado en su discurso, Cavallo acusó a Raúl Alfonsín
-haciendo una referencia a él, pero sin nombrarlo- de defender
corporativamente el gasto excesivo y de mentir cuando
denunció las intenciones del ministro por privatizar la Anses y
el PAMI. A nadie se le ocurren ideas semejantes, protestó.
Y siguió: la Alianza no le da a De la Rúa todo el
apoyo que merece. Este fue el único punto, de tremenda significación
política, en que el presidente contradijo a su ministro. Tengo
todo el apoyo de la Alianza, pero igual quiero decir que acá el
que manda es el jefe, enfatizó, ante la mirada de los financistas
en la Bolsa de Comercio.
LA
ALIANZA DISCUTE A QUE COSTO SE REDUCE EL DEFICIT
Cuando nadie presta, ¿quién paga?
Por Santiago Rodríguez
Déficit cero. La
idea es fantástica, bárbara, la cuestión es quién
paga: ¿se lo sacamos a los jubilados y a los planes sociales o
disminuimos el pago de intereses de la deuda?, razonó anoche
un importante dirigente alfonsinista, apenas concluyeron los discursos
de Fernando de la Rúa y Domingo Cavallo en la Bolsa de Comercio.
La reflexión sintetiza el ánimo con que los radicales no
delarruistas y los frepasistas recibieron el anuncio del nuevo ajuste.
En la Alianza todos están de acuerdo en que no se puede seguir
viviendo de prestado, pero el problema no es el qué, sino el cómo.
Los discursos del Presidente y su ministro de Economía en el acto
por el aniversario de la Bolsa de Comercio dieron tela para cortar entre
los aliancistas. Primero, porque Cavallo se quejó de que la Alianza
no le brinda a De la Rúa todo el apoyo que merece y que la
Argentina necesita que tenga. Segundo, porque De la Rúa desdijo
al titular de Hacienda al asegurar que la coalición lo respalda,
aunque aclaró que acá es el jefe el que manda
y restó importancia a las declaraciones de la dirigencia, de las
cuales dijo son sólo opiniones.
El anuncio de déficit cero me parece una mera expresión
de deseos, teniendo en cuenta que la Ley de Convertibilidad fiscal fijaba
un déficit de 4500 millones de pesos y nunca pudo alcanzarse a
pesar de los sucesivos ajustes, opinó Federico Storani, y
remarcó que el punto es a qué costo se cumple esa
meta. Cavallo ha entrado en una contradicción porque antes hablaba
de reactivar la economía y ahora, frente a la presión del
mercado y los bancos, apela al ajuste. El ex ministro del Interior
manifestó, una vez más, que De la Rúa debe
recomponer la Alianza para que sea la base de apoyo de un proyecto que
tiene muchas asignaturas pendientes.
Storani prefirió no pronunciarse acerca del reproche de Cavallo
sobre la falta de apoyo al Gobierno ni sobre la reafirmación de
su autoridad por parte del Presidente, aunque sí lo hicieron en
reserva otros aliancistas críticos a la gestión de De la
Rúa. Lo de Cavallo es en respuesta a nuestra advertencia
de que pretendía quedarse con el manejo de toda la seguridad social
dijo un radical consultado por Página/12. Y lo de De
la Rúa es esa tontería del grupo Sushi de que tiene que
ejercer el liderazgo, una idea que a pesar de haberlo llevado al punto
de debilidad extrema en el que está todavía sigue en pie.
Eso de Cavallo de convocar a la unidad nacional y acto seguido descalificar
a la mitad..., se quejó otro radical, frente a la crítica
del ministro a los sectores que pidieron poner límites al ajuste.
El titular del bloque de diputados del radicalismo, Horacio Pernasetti,
sostuvo que cuanto antes lleguemos al déficit cero, mejor;
pero Cavallo lo plantea para el presupuesto en curso. El legislador
agregó que reconocemos la autoridad del Presidente, siempre
hemos sacado las leyes que se pidieron y seguiremos acompañándolo
en la medida en que mantengamos el compromiso de bajar el déficit
sin afectar el gasto social.
En seis meses es eventualmente imposible reducir a cero el déficit
de 6800 pesos previsto para este año, consideró el
frepasista Rodolfo Rodil y también mostró su malestar por
la quejas de Cavallo: Hemos otorgado todas las herramientas que
solicitó el Gobierno, como las facultades extraordinarias y la
canasta de monedas. Atribuir los problemas a una falta de apoyo de la
Alianza es un error, subrayó.
OPINION
Por Raúl Dellatorre
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Rehenes del mercado
Nos hemos quedado sin crédito. El diagnóstico
recorrió los comentarios de banqueros y las evaluaciones
de analistas y funcionarios durante toda la tarde. Finalmente, lo
reiteró el ministro en la Bolsa de Comercio. Y los mismos
que cortaron el crédito son los que fijaron las condiciones
para restituirlo: un fuerte ajuste del gasto, tanto a nivel nacional
como provincial, que indique no sólo que el sector público
podrá cumplir con los compromisos de la deuda sin sobresaltos,
sino además que no habrá factores políticos
que puedan interponerse. Y eso no es todo, ya que aun así
el crédito no volverá de inmediato sino que habrá
que mostrar por algún tiempo la voluntad y capacidad para
bajar el gasto.
Entre los banqueros que no pertenecen al exclusivo circuito de los
formadores de mercados (market makers), ayer se comentó con
ironía la inusual demora en anunciar los resultados
de la licitación de títulos de la deuda. ¿Hubo
algún arreglo para cambiar el resultado?, preguntó
este diario. Por lo menos, hubo conversaciones, respondió
intrigante un hombre del sistema. La anécdota revela que
ayer fue una última oportunidad que la banca
le dio a Cavallo: a partir de ahora, el crédito local queda
tan cancelado como lo está el del exterior para el sector
público.
Tras tres meses de intentar en forma infructuosa hacer políticas
activas en favor de la reactivación, Cavallo debió
resignarse a anunciar el mismo tenor de medidas que terminaron con
su antecesor, Ricardo López Murphy. La presión de
los mercados lo puso contra la pared. Atrapado por la propia trampa
de la convertibilidad, se quedó sin otra salida. Hasta hace
quince días podía discutir el ajuste, ayer los mercados
se lo impusieron.
Si Cavallo hubiera decidido no pagar los vencimientos de la
deuda por un importe equivalente al déficit, teóricamente
quedaba en una situación de equilibrio, pero la actividad
se habría caído rápidamente al cerrarse los
grifos externos, y con ello la recaudación; si devalúa,
encarece la compra de dólares del sector público para
pagar la deuda y licua los ingresos por recaudación, pero
además afecta a los sectores de ingresos fijos y con ello
provoca una depresión de demanda, por lo que también
cae la recaudación. Este nivel de gasto público no
se puede mantener en ningún escenario, reflexionan
los banqueros que alientan el encogimiento del Estado.
Pese a la inevitabilidad, Cavallo jugó una alternativa propia
hasta el límite, y perdió. Los mercados
le impusieron el ajuste. Y mañana podrán decidir el
próximo paso: devaluación, dolarización o lo
que más les convenga.
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La
corrida en clave de fuga
Por Alfredo Zaiat
Quienes lo conocen dicen que
no renunciará. Pero también dicen que no puede entender
por qué, justamente a él, le pasa lo que le pasa. Domingo
Cavallo ya no es el mago que soluciona todo simplemente con su presencia.
El mediterráneo es hoy un ministro de Economía tan desorientado
como en su momento estuvo José Luis Machinea, que no terminó
de entender la dinámica de la crisis. Hoy Cavallo no comprende
que esa dinámica ha adquirido la velocidad de fuga de capitales
y que esa huida no es contra él, sino que es para preservar patrimonios
ante la sucesión de fracasos para sacar a la economía de
la recesión. La fuga de estos meses de riesgo país por encima
de los 1000 puntos ha tenido a acciones y títulos públicos
como los activos de desprecio por parte de inversores. El MerVal está
en niveles de agosto del 98, cuando la crisis rusa amenazaba con
extender el default a los mercados emergentes vulnerables, entre ellos
el argentino. Y los bonos están cotizando a valores de remate que
se justifican por el convencimiento de sus dueños de que no podrán
cobrarlos y, por lo tanto, los liquidan.
Esa huida de capitales esta mudando a una etapa superior, que se extiende
ya no sólo a grandes inversores, sino también a pequeños
y medianos ahorristas. Esa corrida financiera impulsará al Gobierno
a medidas desesperadas y autodestructivas, como podría ser el pago
de parte de los salarios públicos con bonos como lo hizo Alvaro
Alsogaray en la década del 60 con los recordados Empréstitos
9 de Julio. Que en los hechos implica un default interno con la esperanza
de evitar el externo. A la vez, esa histeria facilitará esa ilusión
de que con más poder Cavallo podrá frenarla, ciertamente
con resultado nebuloso. Con cajeros automáticos colapsados por
la ansiedad del público por retirar el dinero disponible aparecieron
los fantasmas más temidos. Con el apetito creciente por cambiar
pesos por dólares, operaciones que se sucedieron en las ventanillas
de las entidades, se reflejó el instinto de preservar el capital
ante el cataclismo. Y con la correntada de retiros de depósitos,
dinero que se refugió en cajas fuertes o directamente fue girado
al exterior, se busca una trinchera de supervivencia frente al riesgo
que implicaría una devaluación.
Para evaluar en toda su dimensión la fuga de depósitos no
sólo hay que medir la caída nominal de las colocaciones,
sino también la modorra en su crecimiento. Desde febrero de este
año, con la renuncia de Machinea, hasta las últimas cifras
proporcionadas por el Banco Central, los depósitos privados bajaron
unos 5000 millones. Pero la situación es más compleja, puesto
que las imposiciones bancarias están por debajo del nivel de junio
del 2000, que era de 75.000 millones, al ubicarse en 72.700. En ese período,
la tasa pasiva promedio devengada ha sido de alrededor del 6 por ciento
anual, pero los depósitos no crecieron a ese ritmo para reflejar
una situación de estabilidad. Como mínimo, a esa tasa las
colocaciones tendría que estar en un nivel cercano a los 80.000
millones para que no cruja el andamiaje bancario. Esos más de 7000
millones faltantes implican una caída neta de fondos del sistema.
La historia reciente de las crisis financieras internacionales, incluyendo
la argentina del 89, muestra que los gestos y anuncios económicos
son irrelevantes para detener el pánico. Basta con recordar les
hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo, de
Pugliese en 1989; o el decreto 450 de un brutal recorte del gasto público,
de Erman González en 1990. ¿Qué traerá en
esta ocasión Cavallo? Rebaja de salarios; pagar sueldos públicos
con bonos; prometer bajar el gasto; déficit fiscal cero. Esto y
mucho más que le pida el mercado. Es la revancha de
Ricardo López Murphy. ¿Será suficiente?
La formalización de una convocatoria de acreedores, reconocida
por De la Rúa y Cavallo al admitir que ya nadie le presta a Argentina,
con pasivos privilegiados como los compromisos de deuda pública,
sólo agrega más incertidumbre. En esa lógica de concurso,
¿cuál es el límite de la ortodoxia económica
si se propone, por ejemplo, pagar salarios con bonos? ¿Cuál
sería el próximo paso si esa medida no alcanza? Esto sólo
evidencia que Cavallo apunta aquí y allá en errática
estrategia que termina espiralizando la crisis. La rebaja de Ganancias
para empleados en relación de dependencia tenía como objetivo
bombear el motor del consumo; con los bonos basura de Ruckauf y los que
estudia Cavallo para pagar salarios estatales terminará por ahogarlo.
A esta altura, resulta llamativo que haya sorpresas por la magnitud de
la crisis. Se sabe, desde el mismo día que Cavallo lanzó
la Convertibilidad, que este rígido sistema cambiario sólo
puede sostenerse con una ingreso sostenido de capitales. Con un saldo
neutro todo el edificio tambalea, pero con salida neta como la que padece
el país la crisis es inmanejable ante la debilidad de la productividad
de la economía argentina frente a la rectora, de Estados Unidos.
Quienes no quieren sobresaltos son los banqueros. Mientras Cavallo promete
déficit cero, aquellos que en la city están percibiendo
en tiempo real la fuga de capitales han empezado a mencionar una sigla
con sello náutico y de origen mexicano: Fobaproa. El Fondo Bancario
de Protección al Ahorro creado por el gobierno mexicano para rescatar
a los bancos, en 1995, en medio de la crisis que siguió a la devaluación
de su moneda.
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