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EL PORTAL EDUC.AR ORGANIZO SU MEGAENCUENTRO FILANTROPICO
Bajo el paraguas de Bill Clinton

El ex presidente de Estados Unidos disertó sobre la injusticia y las bondades del avance tecnológico. Recaudaron 250 mil pesos.

Inés Pertiné, el presidente Fernando de la Rúa y Bill Clinton almorzaron juntos en Olivos.

Por Nora Veiras

Sólo faltaban las porristas. El team de Fernando “Aíto” de la Rúa se amontonaba como un equipo de fútbol a las puertas de uno de los salones del Hotel Hilton. “¡Bill, Bill!”, gritaban algunos desesperados por organizar la histórica foto. El convocado no era otro que Clinton, el ex presidente de Estados Unidos que acababa de disertar sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la educación, invitado por la Fundación Varsavsky. Los Aito’s boys estaban en éxtasis después de haber sido elogiados por “la creatividad” volcada en el portal Educ.ar. El entusiasmo y la perfecta organización remarcaban el magro resultado de tamaña movida: Varsavsky había previsto que se podrían comprar unas 1000 computadoras para equipar las escuelas públicas a razón de 1000 pesos cada una, pero sólo se recaudaron 250 mil pesos. El empresario desembolsó alrededor de 150 mil para persuadir al líder demócrata de la conveniencia de trasladarse a Buenos Aires para desasnar al auditorio sobre el riesgo de agudizar la brecha digital entre ricos y pobres.
“Educ.ar es el proyecto educativo más ambicioso”, repetía una voz en off desde el audiovisual proyectado en dos pantallas gigantes. Más de 600 personas ya se habían sentado con sus respectivas “cucardas” de “Press”, “Benefactor” o “Benefactor Vip”. La espera sólo contribuía a alimentar los corrillos sobre el caos económico. “La única forma de recomponer la confianza es llamar a un gobierno de unidad con Carlos Ruckauf de primer ministro”, evaluaba un ex funcionario del gobierno de Menem. “Acá van a tener que devaluar”, argumentaba un empresario vinculado al sector exportador. “Esto no da para más: hay que ver a cuánto se licitan las Letes”, especulaba otro que insistía en un nuevo ajuste inminente. Juan Alemann charlaba con Alberto Taquini; la vicerrectora de la UBA Susana Mirande, con Silvio Kovalsky; Aníbal Ibarra, con su secretario de Educación Daniel Filmus. Entre todos se mezclaban el embajador de Estados Unidos, James Walsh,Eduardo Elzstain (IRSA), José Ocatavio Bordón, Catalina Nosiglia, Miguel Kiguel, Jorge Pereyra de Olazábal, Luis Moreno Ocampo y Pedro del Piero.
Los pronósticos negros sólo se acallaron para escuchar al invitado estrella. El presidente Fernando de la Rúa se acababa de ubicar en la primera fila junto a los ministros Andrés Delich (Educación) y Adalberto Rodríguez Giavarini (Relaciones Exteriores) y al jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra. Parado delante de las banderas argentina y estadounidense, De la Rúa hijo abrió la conferencia. Aíto, director ejecutivo de Educ.ar por 5700 pesos mensuales, dijo que “acortar la brecha digital es la mejor forma de acortar la brecha social”, explicó por enésima vez que “con el crédito de 237 millones de pesos del Banco Interamericano de Desarrollo se realizará la conectividad de todas las escuelas –sólo el 6 por ciento tiene acceso a Internet– y le agradeció a Clinton por estar porque “queremos encarar una revolución que él ya ha hecho en su país”.
“Es para mí un gran amor”, se tropezó Varsavsky con su propia admiración al presentar al invitado. “Un gran honor”, tuvo que corregir, “compartir el escenario con un hombre que dio 8 años de paz y prosperidad a los Estados Unidos”. Un mérito indudable sólo para el goce de los estadounidenses. Y a costa, claro, de gran parte del resto del mundo. “Nuestro objetivo es reducir la brecha digital. En la Capital Federal, el 25 por ciento de la gente tiene acceso a Internet, en el resto del país sólo el 5 por ciento”, remarcó el empresario.
“Me encanta estar de vuelta en la Argentina. Tengo hermosos recuerdos de mi visita en 1997”, dijo el presidente y un escozor recorrió a más de un espectador temeroso de que abundara en algún elogio a su entonces anfitrión –hoy preso– Carlos Menem. No fue así. La mención fue sólo formal. Enfundado en un traje marrón en composé con una camisa mostaza y corbata ocre, Clinton empezó buscando complicidad: “Todos saben que tengo un lugarcito especial para el saxo, soy un saxofonista frustrado, por eso no puedo menos que admirar a alguien que funda una compañía con el nombre de Jazztel”, dijo en alusión a Varsavsky.
Clinton reivindicó el viaje, en 1877, de Domingo Faustino Sarmiento a Estados Unidos donde se dio cuenta de que “la educación es la mayor fuerza ecualizadora para la democracia”, señaló que “hace 8 años había sólo 50 sitios en Internet y hoy llegan a 150 millones y siguen aumentando”, destacó que “entre el ‘94 y el 2000 pasamos del 14 por ciento al 100 por ciento de las escuelas conectadas a la red”. Durante cuarenta minutos el ex presidente aportó datos para demostrar la inequidad del mundo: “En Estados Unidos, la mitad de la población tiene acceso a internet, en el sudeste asiático apenas hay una computadora cada 250 personas”. “La mitad de la población del mundo vive con 2 dólares por día. Por cada niño que nace hay 800 nuevos mendigos. Por cada minuto que pasamos acá, hay otra madre que muere en el parto”, repitió a modo de patchwork de los informes de Unesco, PNUD y BID. Eso sí, expresados con elocuencia.
El diagnóstico sobre la injusticia del mundo se completó con una reivindicación de la globalización, la interdependencia entre las naciones y la insistencia en una muletilla que reanimó a los funcionarios: “El Gobierno sólo no puede resolver los problemas. Tienen que ocuparse de los desafíos los gobiernos, las empresas y la sociedad civil”. Clinton exhortó a los directivos del portal educ.ar a no dejarse ganar por quienes los critican porque “si se tratara de resolver primero los problemas de comida, de trabajo, nadie hubiera progresado. Hay algún pobre niño para el que su vida va a cambiar por acceder a un sitio en la web. No desarrollar esta tecnología porque hay pobres es falaz”. Clinton aconsejó apostar a la capacitación de los docentes como la llave para aprovechar las nuevas tecnologías.
Antes de partir rumbo a la Residencia de Olivos (ver aparte), Bill compartió un cóctel con los “benefactores Vip”. Los que estuvieron sólo como invitados pudieron degustar saladitos en otro salón pero sin él.
–¿Cómo ve esta visita? –le preguntó Página/12 a un empresario.
–Es como ir a París y estar con Jaqueline Bisset –comparó el sesentón y abundó: “Para un empresario siempre es bueno estar en la agenda de Bill Clinton”.

 

Catorce horas con Aíto y Martín

Después de hablar y sacarse fotos con los “benefactores” del portal Educ.ar, Bill Clinton llegó a Olivos. La familia De la Rúa lo recibió en pleno: Antonio, Aíto, Agustina con sus nenes, Inés Pertiné y su esposo Fernando hicieron cola para darle la mano y besarlo. Primero, compartió un almuerzo donde primó la formalidad del anfitrión.
La crisis económica obsesiona al Gobierno y el canciller Adalberto Rodríguez Giavarini dio cuenta que esa obsesión invadió la comida. “Clinton presentó su experiencia de gobierno y recordó los ajustes que tuvo que hacer cuando era presidente. Dijo que lo central en su administración fue bajar el déficit y pasar al superávit, para luego lograr la baja de la tasa de interés y el desarrollo del país.”
Clinton salió de Olivos con un poncho salteño y un libro. Acompañado por Varsavsky y De la Rúa hijo, los mentores de su visita, terminó recorriendo las calles de San Telmo.
En una tarde lluviosa en la que sólo algún turista con poco tiempo podía atreverse a salir, Clinton sorprendió a los parroquianos frente a la Plaza Dorrego. Compartió un café doble y se fue sin más sobresalto que la firma del libro del bar.
Esos veinte minutos de relax fueron los últimos de Clinton en Buenos Aires. Luego se embarcó en el Tango 03 rumbo a Brasil. Varsavsky dijo que también se hizo cargo de los gastos del avión oficial. Quizás por eso cambiaron del imponente 01 al modesto 03. Ajeno a esos menesteres, Bill siguió la recorrida de “embolsos” por los países del sur.

 

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