Por Victoria Ginzberg
Se encuentra acreditado
que Jorge Rafael Videla, en su calidad de Presidente de la República
Argentina, tomó parte en la formación y mantenimiento de
la organización ilícita denominada Operación
Cóndor. Con estas palabras el juez federal Rodolfo
Canicoba Corral dispuso ayer el primer procesamiento de un dictador por
su participación en el plan de coordinación de la represión
en el Cono Sur durante la década del 70.
El magistrado procesó y dictó la prisión preventiva
de Videla y trabó embargo sobre sus bienes hasta cubrir la suma
de un millón de pesos en un extenso escrito en el que se prueba
la existencia del Plan Cóndor, sus objetivos criminales y la responsabilidad
del dictador argentino debido al ejercicio de sus funciones de gobierno,
en su calidad de máxima autoridad de la nación y presidente
de Argentina, y como tal representante del Estado en el exterior.
La imputación de Videla como responsable político
y no como comandante en jefe del Ejército refuta el argumento de
cosa juzgada que los abogados del represor realizaron en la
causa por robo de bebés y que fue rechazada por jueces de
primera instancia y camaristas, por la que Videla se encuentra preso
desde mediados de 1998.
El listado de personas extranjeras que desaparecieron en Argentina y de
los argentinos desaparecidos en el exterior aportado por la Subsecretaría
de Derechos Humanos, documentos del archivo del Terror de Paraguay, los
informes de inteligencia del agente de la policía secreta pinochetista
Enrique Lautaro Arancibia Clavel condenado el año pasado
por el asesinato del general Carlos Prats y su mujer, informes desclasificados
de Estados Unidos y los testimonios tomados en esta y otras causas en
las que se investigan crímenes relacionados con las dictaduras
latinoamericanas forman la prueba principal que le permitieron a Canicoba
Corral probar judicialmente la existencia del Operativo Cóndor.
El documento del Departamento de Estado norteamericano que fue remitido
por el agente del FBI Robert Scherrer desde la embajada de Buenos Aires
el 28 de septiembre de 1976 es esclarecedor. Allí se menciona textualmente
que Operación Cóndor es un nombre clave para la recopilación
y el intercambio sobre los llamados izquierdistas, comunistas o marxistas.
Fue recientemente establecida entre los servicios secretos de América
del Sud (...) Además de Chile, sus miembros incluyen Argentina,
Bolivia, Paraguay y Uruguay. Brasil acordó provisoriamente proporcionar
información confidencial.
La totalidad de las piezas probatorias permiten estimar la existencia
de una organización criminal político-militar a nivel internacional
sostenida por el poder ejercido de autoridades jerárquicas militares,
civiles y policiales de los países que habrían integrado
la misma, con fines criminales ilícitos como es, entre otros injustos,
la desaparición forzada de personas, escribió Canicoba
Corral. En el fallo también se mencionan otros delitos que realizó
esta asociación ilícita agravada: robos, utilización
y falsificación de documentos, imposición de tormentos y
asesinatos.
El juez consideró que existirían tres fases o etapas que
integrarían el Plan Cóndor: El intercambio de información
de inteligencia entre los Estados, la ubicación del denominado
elemento subversivo o terrorista y la ejecución o traslado del
sujeto de cualquier otro país signatario.
Al imputar concretamente la responsabilidad de Videla en el Plan Cóndor
que habría estado a cargo de la SIDE, Canicoba Corral
cita las declaraciones de Otto Carlos Paladino, ex secretario de Inteligencia,
y el agente Aníbal Gordon, que declararon ante la Justicia en 1984
y 1986 respectivamente. Ambos afirmaron que las órdenes provenían
de quien detentaba el Poder Ejecutivo. El aquí firmante estima
coherente entender que la participación del referido (Videla) dentro
del acuerdo ilícito en el marco de la represión interestatal
clandestina a nivel internacional resultó de vital
importancia y trascendencia ya que éste país no podría
haber resultado parte integrante del mismo sin la correspondiente decisión
de su máxima autoridad política.
Videla fue informado de su nuevo procesamiento ayer al mediodía,
cuando fue trasladado a Comodoro Py. En la secretaría de Oscar
Aguirre se le comunicó que sería citado nuevamente el 17
de agosto, para interrogarlo puntualmente por las desapariciones ocurridas
dentro del Plan Cóndor. Es la segunda oportunidad en que el dictador
deberá concurrir a tribunales en una fecha patria: el pasado 20
de junio fue indagado en esta causa. Canicoba Corral ya reclamó
las capturas internacionales del dictador paraguayo Alfredo Stroessner
que vive en Brasil como asilado político; del ex jefe
de la policía secreta chilena Manuel Contreras y de tres militares
y un policía uruguayo. El próximo paso será pedir
la extradición del dictador Augusto Pinochet, sobreseído
en Chile por padecer una demencia leve a moderada.
Represores de aquí
y de allá
En el escrito, el magistrado analiza las relaciones bilaterales
de Argentina con el resto de los países miembros del Operativo
Cóndor para lograr sus objetivos y menciona que según
el estado de la causa se puede afirmar que la asociación
ilícita se habría conformado, al menos, por:
Argentinos
Jorge Rafael
Videla: ex presidente de facto de Argentina.
Carlos Guillermo Suárez
Mason: ex comandante del Primer Cuerpo del Ejército.
Eduardo Albano Harguindeguy:
ex ministro de Interior, general de división.
Chilenos
Augusto Pinochet Ugarte:
general, ex miembro de la Junta Militar y dictador de Chile.
Manuel Contreras: ex
jefe de la Dirección Nacional de Inteligencia de la República
de
Chile (DINA).
Pedro Espinoza: coronel,
ex alto funcionario de la DINA.
Paraguayos
Alfredo Stroessner:
general de división, dictador de Paraguay.
Francisco Brites: general,
jefe de la policía de Paraguay.
Pastor Milcíades
Coronel: ex jefe del Departamento de Investigaciones de la Policía
de Asunción.
Benito Guanes: coronel,
ex jefe del Servicio de Inteligencia militar de Paraguay.
Uruguayos
Julio Vapora: ex comandante
en jefe del Ejército de Uruguay.
El coronel Guillermo
Ramírez, los mayores José Nino Gavazzo, Manuel Cordero
y Enrique Martínez y los capitanes Jorge Silveira y Hugo
Campos Hermida.
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El caso Rutilo Artes
En la resolución dictada ayer por el juez federal Rodolfo
Canicoba Corral se relatan decenas de secuestros de chilenos, uruguayos,
paraguayos, bolivianos y uruguayos en Argentina y de argentinos
en esos países que ilustran el accionar de las dictaduras
del Cono Sur dentro del Plan Cóndor. Entre ellos está
el caso de la argentina Graciela Rutilo Artes, quien fue secuestrada
junto con su hija Carla de nueve meses en Bolivia, abril de 1976.
Según los datos que pudo recopilar su madre, Matilde Artes,
Graciela fue torturada por una comisión de la Policía
Federal Argentina que se hizo presente en La Paz en una casa
perteneciente al Ministerio de Interior boliviano a mediados
de agosto de 1976. Todo indica que Graciela y Carla fueron entregadas
a los represores argentinos en la frontera VillazónLa
Quiaca. Es seguro que Carla llegó a Argentina: fue apropiada
por el torturador Eduardo Ruffo. La niña fue recuperada por
su abuela en 1985 y actualmente vive en España. Su madre
sigue desaparecida.
El médico paraguayo Agustín Goiburú vivía
con su esposa en Posadas, Misiones, desde 1959, ya que en su país
había sido perseguido por la dictadura de Alfredo Stroessner.
En 1969 la marina paraguaya lo apresó en aguas del río
Paraná y lo encerró tres meses en un sótano.
En diciembre de 1970 Goiburú y otros detenidos se escaparon
por un túnel subterráneo de la comisaría séptima
de Paraguay. El médico volvió a refugiarse en Argentina
y fue secuestrado el 9 de febrero de 1977 en Paraná, Entre
Ríos. Ese día fue interceptado por un Ford Falcon
gris claro sin chapa y una PickUp. Una semana después
el teniente coronel Juan Ibarra, jefe del Servicio de Inteligencia
de la Segunda Brigada de Caballería, le dijo a la señora
Goiburú que su esposo había sido llevado a Paraguay
y que las autoridades de ese país habían pagado muchos
dólares por él. El destino de Goiburú permanece
incierto. Según denunció su mujer, el médico
formaría parte de un grupo de cinco paraguayos que fueron
entregados por los argentinos a la policía de su país.
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