Por Silvina Friera
Transgresor, irreverente y
original. Una combinación explosiva, que define la vida y la obra
de Dario Fo. El dramaturgo, actor, docente y sexto Premio Nobel italiano
(1997), rescató uno de los tesoros más preciados de la cultura
europea: las tradiciones teatrales de los bufones y los fabuladores de
la Edad Media. Juglar del siglo XXI y anarquista libertario de pura cepa,
Fo satiriza sobre la hipocresía de la sociedad, desde los escándalos
políticos hasta el divorcio y el aborto. Quiero ser un clásico.
Me dedico a escribir cosas que no duran en el tiempo. Como los griegos,
que creaban tragedias para representarlas cuatro o cinco veces. Incluso
(William) Shakespeare no escribía para la posteridad, explica
Fo en el documental sobre su obra, que Film & Arts emite mañana
a las 21.
Autor de 47 piezas teatrales, entre las que se destacan Mistero Buffo
(escrita en 1969), Muerte accidental de un anarquista (1970), No se paga,
no se pagará (1974), el guión de tres películas y
más de 60 canciones, el éxito, la polémica y la censura
(en los 60 su programa de TV fue prohibido por blasfemo) acompañan
la prolífica carrera de Fo. Considerado por la crítica como
el mejor dramaturgo italiano después de Luigi Pirandello, Fo nació
el 24 de marzo de 1926 en Varesse, un pueblito cercano a Milán.
Nieto de un conocido cuentista popular, que lo familiarizó con
los mitos folklóricos de la región de Lombardía y
con el teatro de marionetas, hijo de un jefe de una estación ferroviaria
local, siempre se sintió culturalmente parte del proletariado.
Nací politizado. Viví al lado de hijos de sopladores
de vidrio, pescadores y contrabandistas. Las historias que me contaron
eran agudas sátiras sobre la hipocresía de la autoridad
y las clases medias, admite el dramaturgo italiano. El documental
traza un paralelismo entre sus obras más destacadas, la docencia
y el pensamiento del actor. Los testimonios de Fo se enlazan con imágenes
del carnaval de Venecia (fiesta popular milenaria, en donde las máscaras
sirven como excusa para entregarse a los excesos) y con la representación
de la emblemática Mistero Buffo.
Hay textos medievales que ya no hacen reír al público.
Estamos acostumbrados a la TV, al cine, a las tiras cómicas. Intento
traducir los textos al lenguaje actual, confiesa. Una de las partes
más atractivas del documental muestra a Fo seduciendo a sus alumnos
con historias sobre el uso de las máscaras, en un seminario que
dio en Umbría (entre Roma y Florencia). El pueblo siempre
quiso romper el esquema que lo ahogaba. La sátira no sólo
es contra el que detenta el poder, sino contra quienes tienen las llaves
del rito religioso, como en Mistero Buffo, subraya Fo. En esta pieza
teatral está latente una visión juerguista de las tradiciones
y cuentos bíblicos, lo cual, aún hoy, sigue enfureciendo
a los sectores más reaccionarios de la Iglesia Católica.
En el sketch más popular, sobre el papa Bonifacio VIII, Fo presenta
al Santo Padre como un monstruo avaro, cruel y corrupto, y lo hace confrontar
con Jesucristo.
En 1970, Fo y su esposa, la actriz Franca Rame, regresaron a Milán
para fundar el grupo teatral La Comuna. Se presentaron en fábricas
y estadios de fútbol. Entendí que ya no era posible
ser los bufones pagados de la burguesía. Habíamos provocado
al público burgués, lo habíamos abofeteado y, sin
embargo, se reían, lo disfrutaban, éramos como sus masajistas,
ironiza Fo. Con Muerte accidental de un anarquista, el dramaturgo captó
la atmósfera de la época, marcada por el terror hacia una
fuerza policial armada y entrenada en secreto, fuera del control del estado
democrático. Basada en una investigación sobre el supuesto
suicidio de un anarquista, que saltó de una ventana,
estando bajo custodia policial, Fo desnuda todo el sistema de corrupción
policial y judicial italiano de los años 70. Las imágenes
finales del documental, en las que Bonifacio VIII dialoga conJesucristo,
sintetizan la trayectoria de Fo. Soy la cabeza de la Iglesia Romana,
en cambio tú eres la cabeza de los leprosos, dice el personaje
encarnado por Fo, mientras más de mil espectadores festejan con
aplausos la irreverencia de un maestro de la provocación.
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