Por Rory Carroll
Desde
Roma
Italia instaló un sistema
de defensa de misiles tierra-aire en el aeropuerto de Génova para
desviar ataques aéreos durante la cumbre del G8 de la semana que
viene, alimentando una histeria de violencia inminente. Una batería
de cohetes basados en tierra con un alcance de 13 kilómetros y
una altitud de 5000 pies fue ubicada como la última medida de seguridad
contra las amenazas de terroristas y manifestantes. Aviones no identificados,
helicópteros y globos corren el riesgo de ser derribados si se
acercan demasiado a los jefes de Estado del grupo de las siete principales
naciones industrializadas y Rusia.
El coronel Alberto Battaglini, del ministerio de Defensa, dijo que las
precauciones no eran excesivas. La medida, que fue planeada por
el gobierno anterior, puede ser susceptible a críticas, pero en
realidad es para actuar sólo como un disuasivo contra cualquiera
incursión aérea durante la cumbre. Son pequeños
misiles... que sólo tienen una función disuasiva para desalentar
cualquier ataque aéreo y no representan ningún daño
para los residentes de la ciudad, dijo. El sistema de misiles, llamado
Spada, fue erigido a los largo de la costa adriática de Italia
durante los bombardeos de 1999 de la Otan sobre Yugoslavia.
Se espera que más de 100.000 manifestantes anti globalización
converjan en la ciudad portuaria del norte durante la cumbre del 20-22
de julio. Interesados en evitar el caos de Gothenburg, Praga y Seattle,
los italianos se esforzarán por tener el máximo control
desplegando miles de policías antidisturbios, francotiradores y
equipos antibombas.
Anteayer, Otto Schilly, el ministro del Interior de Alemania, dijo que
Italia resucitaría los controles internos de la frontera de la
Unión Europea para evitar que los manifestantes entren al país.
Presumo que Italia abandonara el acuerdo de Schengen durante la
cumbre del G8 para evitar la llegada de elementos perturbadores.
Se informó que las autoridades han ordenados unas 200 bolsas para
cadáveres, establecido una morgue temporaria en un hospital y previsto
asesoramiento para oficiales de policía que pueden ser golpeados.
El aeropuerto, el puerto y las rutas de acceso estarán cerradas
y algunos líderes se alojarán en barcos en caso que las
batallas callejeras amenacen su seguridad.
La mayoría de los grupos activistas -cuyas causas incluyen el medio
ambiente y el perdón de la deuda a los países pobres- han
prometido tácticas pacíficas pero las autoridades están
nerviosas. Hay grupos marginales que amenazan con violencia y los choques
callejeros parecen inevitables. Historias anónimas de cantidades
de armas terroristas y sachets de sangre infectada con HIV han aparecido
en los medios italianos, provocando una atmósfera de muerte. Y
el millonario terrorista saudita Osama Bin Laden está relacionado
a un supuesto complot para asesinar al presidente George Bush.
Claves
El movimiento antiglobalización
tuvo su estreno mundial con la cumbre de 1999 en Seattle de la Organización
Mundial de Comercio, que los manifestantes hicieron colapsar en
medio de una ciudad virtualmente militarizada.
A partir de allí,
las movilizaciones se repitieron en Washington, Londres, Praga y
Gotemburgo, entre otros lugares que fueron elegidos por ser la sede
de diversas reuniones cumbre entre los grandes actores económicos
mundiales. La cumbre del G8 la semana que viene en Génova
es la próxima cita.
El movimiento representa
una extensa y heterogénea coalición de ecologistas,
contraculturales, indigenistas, proteccionistas y diversas corrientes
de izquierda.
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OPINION
Por Katharine Ainger *
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Por qué no voy a protestar
Soy una groupi dependiente de las manifestaciones antiglobalización;
en mi cartelera de noticias hay un viejo diario del cierre de Seattle,
un poster arrugado de una marcha zapatista en Ciudad de México
y un pañuelo rosa de Praga. Entonces, ¿porque no voy
a Génova para la cumbre del G8 de la semana próxima?
No me malinterpreten: es vital que mantengamos la presión
sobre los países ricos que toman decisiones que afectan al
planeta entero. Pero no debemos confundir la táctica de bloquear
cumbres con el movimiento mismo. Durante los últimos años,
esta táctica logró éxitos espectaculares, radicalizó
a una nueva generación (yo misma incluida) y abrió
un espacio político. Sin embargo, no podemos continuar indefinidamente
en el ritual en escalada entre confrontación y represión
que veremos suceder una vez más en Génova. No debemos
poner toda nuestra energía en tratar de cruzar fronteras,
en sacar a nuestros amigos de la cárcel o del hospital, en
luchar contra la etiqueta de terroristas y una represión
crecientemente brutal. Debemos dirigir la energía hacia la
construcción de un movimiento sostenido también en
otros frentes.
Y más allá de Génova, ¿adonde vamos?
Los amos de la economía global ya están en fuga, en
busca de nuevos lugares para reunirse. Son llevados en helicópteros,
se reúnen en cruceros o en islas remotas. Huyen hacia el
desierto; en noviembre, la Organización Mundial de Comercio,
temiendo un reestreno de Seattle, se reunirá la próxima
vez en Dohar, Qatar. ¿Los perseguimos? Deslegitimizar radicalmente
estas instituciones requiere un ataque sobre varios frentes. Los
movimientos con una amplia base social requieren energía,
tiempo y paciencia para construirlos movimientos como los
Sin Tierra de Brasil, que está organizando un referéndum
en 14 países latinoamericanos para consultar la voluntad
popular sobre el Area de Libre Comercio en las Américas.
(La última vez que hicieron algo similar, 6 millones de brasileños
votaron para echar del país al Fondo Monetario Internacional.)
También pienso en las tres personas muertas y los 13 heridos
en Port Moresby, Papua Nueva Guinea, el mes pasado, cuando el ejército
abrió fuego sobre 2000 estudiantes que protestaban contra
las reformas económicas y la privatización apoyadas
por el FMI y el Banco Mundial.
Lo que estamos viendo es un levantamiento global contra la economía
neoliberal en países de todo el mundo. Los sudafricanos están
combatiendo la deuda del apartheid, la liquidación de las
empresas eléctricas, la privatización del agua que
causó un estallido masivo de cólera en los últimos
meses. Los sindicatos surcoreanos están de huelga general,
pidiendo poner fin a las políticas neoliberales. Los ghanianos
tomarán las calles este verano para oponerse a las privatizaciones
del agua impuestas por el Banco Mundial.
Y, en casa, están creciendo una cantidad de pequeños
desafíos a la transferencia hacia arriba del poder y la riqueza
que la globalización acarrea. Los pequeños granjeros
británicos viajan a la India para reunirse con otros granjeros
que, compitiendo en un mercado global, no pueden darse el lujo de
vivir de la tierra. Los trabajadores de salud pública están
haciendo campaña contra la iniciativa de financiación
privada y más allá, las consecuencias para los servicios
nacionales de salud del Reino Unido del acuerdo Gats de la Organización
Mundial de Comercio para el que han estado haciendo lobby los gigantes
de la salud de Estados Unidos.
Los que hacen campaña están haciendo notar los financiaciones
buitres hechas desde la City que están matando a los
países pobres endeudados. Miren más allá del
espectáculo de los enfrentamientos callejeros. Momentos de
resistencia poco observados como éstos son parte de un creciente
movimiento internacional de base que está creando un gran
desafío a los mantras económicos que han construido
este sistema global de desigualdad.
* Katharine Ainger edita el New Internationalist, sobre la resistencia
global.
De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
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OPINION
Por Sasha Blackmore *
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Por qué voy a protestar
Menos del 40 por ciento de los jóvenes votaron en las últimas
elecciones generales británicas. Puede que no todos elijamos
explicar nuestra desilusión, pero cuando miro a mis iguales
resulta claro que nos sentimos privados de nuestros derechos civiles
por nuestro gobierno supuestamente representativo y democrático.
Miro a los gobiernos electos del mundo occidental y siento que ninguno
de ellos es capaz de representar mis opiniones. Miro a las corporaciones
y admito hasta dónde sus acciones se ven orientadas por su
percepción del mercado y la demanda de sus accionistas de
aumentar las ganancias. Finalmente miro a las organizaciones no
gubernamentales, y sé que muchas de ellas nunca estuvieron
más cerca del gobierno y sin embargo más lejos del
poder.
La estructura de nuestros sistemas políticos y económicos
es mayormente responsable de esta situación. Estaré
en Génova porque el movimiento de protesta desafía
y ayuda a corregir este desequilibrio de poder entre la sociedad,
el gobierno y las corporaciones. Seré uno de los 5 mil o
15 mil que griten: ¡Paren! ¡Escuchen! ¡Piensen!
¡Debatan!. Los números tienen poder. Fueron los
50 mil manifestantes en Seattle los que ayudaron a abrir un espacio
en un cerrado debate económico neoliberal que dicta que las
fuerzas de mercado son la mejor manera de regular la economía.
Estos manifestantes alentaron al gobierno italiano a invitar a la
cumbre del G8 a líderes e intelectuales del tercer mundo
y a los líderes intelectuales con autoridad moral incuestionable.
De la misma manera, Claire Short y Gordon Brown sienten ahora que
tienen que explicar su agenda moral en The Guardian, bajo el título
Nuestra respuesta a los manifestantes.
El crecimiento económico aparentemente es la prioridad más
importante para los gobiernos. Amnistía Internacional advierte
que ahora se persigue el desarrollo económico a expensas
de los derechos humanos. Sin embargo, el estudio de la ONU
de 2001 sobre las actitudes de los ciudadanos europeos reveló
que el medio ambiente era la preocupación global número
uno. El pueblo británico citó las relaciones raciales
y la inmigración como preocupaciones más acuciantes
que la economía, y la salud, la ley y el orden fueron considerados
más importantes que el desempleo.
Los gobiernos, los cuerpos reguladores y las ONG están más
entrelazados entre sí y con las empresas. Al aceptar la complejidad
de los desafíos globales que enfrentamos, se han minimizado
las opiniones más grandes y nobles. Las corporaciones y los
gobiernos explican que no se pueden mover más rápidamente
de lo que les permiten las fuerzas del mercado. La Organización
Mundial de Comercio descarta intentos por parte de gobiernos nacionales
de proteger derechos de medio ambiente o de trabajo como un impedimento
injusto para el libre mercado. Por qué es que la sociedad
debe hacer concesiones a las corporaciones y su afán de ganancias
y no al revés: que las ganancias hagan concesiones a la sociedad.
El movimiento de protesta, como lo ha hecho siempre, ayuda a equilibrar
la balanza entre los poderosos y los menos poderosos. George Bernard
Shaw comentó que, como el hombre razonable cambia para adecuarse
a la sociedad, todo progreso depende del hombre no razonable, que
le exige a la sociedad que cambie para adecuarse a él. Los
25 mil en las calles en Gotemburgo dan fuerza a aquellos que simpatizan
con nuestras preocupaciones a priorizar temas tales como el cambio
climático, el hambre y el trabajo infantil.
Estos son sólo algunos de los motivos por los que yo, mi
hermana y mis amigos elegimos ir a Génova y a Praga y a Colonia
y a Birmingham y a Londres. No levantamos los adoquines o les tiramos
piedras a la policía o a McDonalds. Somos parte de
los que el primer ministro del Reino Unido ridiculizó como
el circo viajante de los manifestantes. Pero no estamos
ahí para entretener. Estamos ahí porque nuestras opiniones
no están siendo representados en nuestro sistema político.
¿Es tan poco razonable de parte nuestra querer crecer, y
que nuestros hijos crezcan en un mundo más justo y más
sostenible? Vamos a Génova para ayudar a que esto suceda.
* Estudiante de posgrado financiada por Forum para el Futuro.
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