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GENOVA ES LA PROXIMA PARADA EN LA LUCHA CONTRA LA GLOBALIZACION
Paren el mundo, nos queremos bajar

Del 20 al 22 de julio se realizará en
Génova la cumbre de los siete países
más industrializados y Rusia. Es una
nueva ocasión para los antiglobalizadores, así como para un dispositivo de represión que incluye misiles tierra-aire. Aquí, lo que se está preparando, y la polémica.

Un momento de las protestas en Seattle, que lanzaron el movimiento antiglobalizador.

Por Rory Carroll
Desde Roma

Italia instaló un sistema de defensa de misiles tierra-aire en el aeropuerto de Génova para desviar ataques aéreos durante la cumbre del G8 de la semana que viene, alimentando una histeria de violencia inminente. Una batería de cohetes basados en tierra con un alcance de 13 kilómetros y una altitud de 5000 pies fue ubicada como la última medida de seguridad contra las amenazas de terroristas y manifestantes. Aviones no identificados, helicópteros y globos corren el riesgo de ser derribados si se acercan demasiado a los jefes de Estado del grupo de las siete principales naciones industrializadas y Rusia.
El coronel Alberto Battaglini, del ministerio de Defensa, dijo que las precauciones no eran excesivas. “La medida, que fue planeada por el gobierno anterior, puede ser susceptible a críticas, pero en realidad es para actuar sólo como un disuasivo contra cualquiera incursión aérea durante la cumbre.” “Son pequeños misiles... que sólo tienen una función disuasiva para desalentar cualquier ataque aéreo y no representan ningún daño para los residentes de la ciudad,” dijo. El sistema de misiles, llamado Spada, fue erigido a los largo de la costa adriática de Italia durante los bombardeos de 1999 de la Otan sobre Yugoslavia.
Se espera que más de 100.000 manifestantes anti globalización converjan en la ciudad portuaria del norte durante la cumbre del 20-22 de julio. Interesados en evitar el caos de Gothenburg, Praga y Seattle, los italianos se esforzarán por tener el máximo control desplegando miles de policías antidisturbios, francotiradores y equipos antibombas.
Anteayer, Otto Schilly, el ministro del Interior de Alemania, dijo que Italia resucitaría los controles internos de la frontera de la Unión Europea para evitar que los manifestantes entren al país. “Presumo que Italia abandonara el acuerdo de Schengen durante la cumbre del G8 para evitar la llegada de elementos perturbadores.” Se informó que las autoridades han ordenados unas 200 bolsas para cadáveres, establecido una morgue temporaria en un hospital y previsto asesoramiento para oficiales de policía que pueden ser golpeados. El aeropuerto, el puerto y las rutas de acceso estarán cerradas y algunos líderes se alojarán en barcos en caso que las batallas callejeras amenacen su seguridad.
La mayoría de los grupos activistas -cuyas causas incluyen el medio ambiente y el perdón de la deuda a los países pobres- han prometido tácticas pacíficas pero las autoridades están nerviosas. Hay grupos marginales que amenazan con violencia y los choques callejeros parecen inevitables. Historias anónimas de cantidades de armas terroristas y sachets de sangre infectada con HIV han aparecido en los medios italianos, provocando una atmósfera de muerte. Y el millonario terrorista saudita Osama Bin Laden está relacionado a un supuesto complot para asesinar al presidente George Bush.

 

Claves

El movimiento antiglobalización tuvo su estreno mundial con la cumbre de 1999 en Seattle de la Organización Mundial de Comercio, que los manifestantes hicieron colapsar en medio de una ciudad virtualmente militarizada.
A partir de allí, las movilizaciones se repitieron en Washington, Londres, Praga y Gotemburgo, entre otros lugares que fueron elegidos por ser la sede de diversas reuniones cumbre entre los grandes actores económicos mundiales. La cumbre del G8 la semana que viene en Génova es la próxima cita.
El movimiento representa una extensa y heterogénea coalición de ecologistas, contraculturales, indigenistas, proteccionistas y diversas corrientes de izquierda.

 

OPINION
Por Katharine Ainger *

Por qué no voy a protestar

Soy una groupi dependiente de las manifestaciones antiglobalización; en mi cartelera de noticias hay un viejo diario del cierre de Seattle, un poster arrugado de una marcha zapatista en Ciudad de México y un pañuelo rosa de Praga. Entonces, ¿porque no voy a Génova para la cumbre del G8 de la semana próxima? No me malinterpreten: es vital que mantengamos la presión sobre los países ricos que toman decisiones que afectan al planeta entero. Pero no debemos confundir la táctica de bloquear cumbres con el movimiento mismo. Durante los últimos años, esta táctica logró éxitos espectaculares, radicalizó a una nueva generación (yo misma incluida) y abrió un espacio político. Sin embargo, no podemos continuar indefinidamente en el ritual en escalada entre confrontación y represión que veremos suceder una vez más en Génova. No debemos poner toda nuestra energía en tratar de cruzar fronteras, en sacar a nuestros amigos de la cárcel o del hospital, en luchar contra la etiqueta de terroristas y una represión crecientemente brutal. Debemos dirigir la energía hacia la construcción de un movimiento sostenido también en otros frentes.
Y más allá de Génova, ¿adonde vamos? Los amos de la economía global ya están en fuga, en busca de nuevos lugares para reunirse. Son llevados en helicópteros, se reúnen en cruceros o en islas remotas. Huyen hacia el desierto; en noviembre, la Organización Mundial de Comercio, temiendo un reestreno de Seattle, se reunirá la próxima vez en Dohar, Qatar. ¿Los perseguimos? Deslegitimizar radicalmente estas instituciones requiere un ataque sobre varios frentes. Los movimientos con una amplia base social requieren energía, tiempo y paciencia para construirlos –movimientos como los Sin Tierra de Brasil, que está organizando un referéndum en 14 países latinoamericanos para consultar la voluntad popular sobre el Area de Libre Comercio en las Américas. (La última vez que hicieron algo similar, 6 millones de brasileños votaron para echar del país al Fondo Monetario Internacional.) También pienso en las tres personas muertas y los 13 heridos en Port Moresby, Papua Nueva Guinea, el mes pasado, cuando el ejército abrió fuego sobre 2000 estudiantes que protestaban contra las reformas económicas y la privatización apoyadas por el FMI y el Banco Mundial.
Lo que estamos viendo es un levantamiento global contra la economía neoliberal en países de todo el mundo. Los sudafricanos están combatiendo la deuda del apartheid, la liquidación de las empresas eléctricas, la privatización del agua que causó un estallido masivo de cólera en los últimos meses. Los sindicatos surcoreanos están de huelga general, pidiendo poner fin a las políticas neoliberales. Los ghanianos tomarán las calles este verano para oponerse a las privatizaciones del agua impuestas por el Banco Mundial.
Y, en casa, están creciendo una cantidad de pequeños desafíos a la transferencia hacia arriba del poder y la riqueza que la globalización acarrea. Los pequeños granjeros británicos viajan a la India para reunirse con otros granjeros que, compitiendo en un mercado global, no pueden darse el lujo de vivir de la tierra. Los trabajadores de salud pública están haciendo campaña contra la iniciativa de financiación privada y más allá, las consecuencias para los servicios nacionales de salud del Reino Unido del acuerdo Gats de la Organización Mundial de Comercio para el que han estado haciendo lobby los gigantes de la salud de Estados Unidos.
Los que hacen campaña están haciendo notar los “financiaciones buitres” hechas desde la City que están matando a los países pobres endeudados. Miren más allá del espectáculo de los enfrentamientos callejeros. Momentos de resistencia poco observados como éstos son parte de un creciente movimiento internacional de base que está creando un gran desafío a los mantras económicos que han construido este sistema global de desigualdad.

* Katharine Ainger edita el New Internationalist, sobre la resistencia global.
De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.

 

OPINION
Por Sasha Blackmore *

Por qué voy a protestar

Menos del 40 por ciento de los jóvenes votaron en las últimas elecciones generales británicas. Puede que no todos elijamos explicar nuestra desilusión, pero cuando miro a mis iguales resulta claro que nos sentimos privados de nuestros derechos civiles por nuestro gobierno supuestamente representativo y democrático. Miro a los gobiernos electos del mundo occidental y siento que ninguno de ellos es capaz de representar mis opiniones. Miro a las corporaciones y admito hasta dónde sus acciones se ven orientadas por su percepción del mercado y la demanda de sus accionistas de aumentar las ganancias. Finalmente miro a las organizaciones no gubernamentales, y sé que muchas de ellas nunca estuvieron más cerca del gobierno y sin embargo más lejos del poder.
La estructura de nuestros sistemas políticos y económicos es mayormente responsable de esta situación. Estaré en Génova porque el movimiento de protesta desafía y ayuda a corregir este desequilibrio de poder entre la sociedad, el gobierno y las corporaciones. Seré uno de los 5 mil o 15 mil que griten: “¡Paren! ¡Escuchen! ¡Piensen! ¡Debatan!”. Los números tienen poder. Fueron los 50 mil manifestantes en Seattle los que ayudaron a abrir un espacio en un cerrado debate económico neoliberal que dicta que las fuerzas de mercado son la mejor manera de regular la economía. Estos manifestantes alentaron al gobierno italiano a invitar a la cumbre del G8 a líderes e intelectuales del tercer mundo y a los líderes intelectuales con “autoridad moral incuestionable”. De la misma manera, Claire Short y Gordon Brown sienten ahora que tienen que explicar su agenda moral en The Guardian, bajo el título “Nuestra respuesta a los manifestantes”.
El crecimiento económico aparentemente es la prioridad más importante para los gobiernos. Amnistía Internacional advierte que “ahora se persigue el desarrollo económico a expensas de los derechos humanos”. Sin embargo, el estudio de la ONU de 2001 sobre las actitudes de los ciudadanos europeos reveló que el medio ambiente era la preocupación global número uno. El pueblo británico citó las relaciones raciales y la inmigración como preocupaciones más acuciantes que la economía, y la salud, la ley y el orden fueron considerados más importantes que el desempleo.
Los gobiernos, los cuerpos reguladores y las ONG están más entrelazados entre sí y con las empresas. Al aceptar la complejidad de los desafíos globales que enfrentamos, se han minimizado las opiniones más grandes y nobles. Las corporaciones y los gobiernos explican que no se pueden mover más rápidamente de lo que les permiten las fuerzas del mercado. La Organización Mundial de Comercio descarta intentos por parte de gobiernos nacionales de proteger derechos de medio ambiente o de trabajo como un impedimento injusto para el libre mercado. Por qué es que la sociedad debe hacer concesiones a las corporaciones y su afán de ganancias y no al revés: que las ganancias hagan concesiones a la sociedad.
El movimiento de protesta, como lo ha hecho siempre, ayuda a equilibrar la balanza entre los poderosos y los menos poderosos. George Bernard Shaw comentó que, como el hombre razonable cambia para adecuarse a la sociedad, todo progreso depende del hombre no razonable, que le exige a la sociedad que cambie para adecuarse a él. Los 25 mil en las calles en Gotemburgo dan fuerza a aquellos que simpatizan con nuestras preocupaciones a priorizar temas tales como el cambio climático, el hambre y el trabajo infantil.
Estos son sólo algunos de los motivos por los que yo, mi hermana y mis amigos elegimos ir a Génova y a Praga y a Colonia y a Birmingham y a Londres. No levantamos los adoquines o les tiramos piedras a la policía o a McDonald’s. Somos parte de los que el primer ministro del Reino Unido ridiculizó como “el circo viajante” de los manifestantes. Pero no estamos ahí para entretener. Estamos ahí porque nuestras opiniones no están siendo representados en nuestro sistema político. ¿Es tan poco razonable de parte nuestra querer crecer, y que nuestros hijos crezcan en un mundo más justo y más sostenible? Vamos a Génova para ayudar a que esto suceda.

* Estudiante de posgrado financiada por Forum para el Futuro.

 

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