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Miedos argentinos frente a una
crisis que va tragándose el futuro

Perder el trabajo, sufrir una poda salarial más, padecer la confiscación de los ahorros, no poder afrontar las deudas, fundirse, quedar atrapados
en un caos. Temores que crecen y se multiplican en preguntas ávidas.
Qué hay de verdad. Cómo defenderse.

El dólar ya no es una referencia
de estabilidad, sino una amenaza creciente de deuda impagable y ruina.

Por Julio Nudler

“Nosotros y los miedos” fue una célebre serie de televisión, surgida en 1982 (tiempos de derrumbe nacional), con guiones de Jorge Maestro y Sergio Vainman. Ese programa no existe hoy, pero una serie de miedos persiguen fuera de pantalla al argentino medio y se le convierten en tortura cotidiana a medida que avanza la crisis. Una crisis que es más fácil sufrir que entender, y que asume contornos amenazantes pero imprecisos, que no permiten discernir los datos duros de las fantasías persecutorias. ¿Será que toda promesa de mejora, como la que formulan periódicamente los gobernantes, terminará siendo mentira? ¿Será que todo presagio catastrófico acabará cumpliéndose? Mientras todo el andamiaje tiembla, la gente abriga temores concretos, angustiantes, que condicionan sus actitudes y sus estados de ánimo. Estos son sus miedos:
Perder el trabajo, sabiendo que será muy difícil conseguir otro. Esto conduce a aceptar condiciones abusivas, a someterse. Quien tiene más de un empleo busca retenerlos todos, a costa de su calidad de vida, para cubrirse de la eventual pérdida de alguno. La alternativa es caerse a la banquina, mezclarse a la masa de excluidos. De hecho, la desocupación está creciendo y los empleos posibles son cada vez más precarios.
Sufrir un recorte del salario, frente a un cúmulo de gastos fijos que no parecen soportar más podas. Ya no existe la intangibilidad del sueldo, como tampoco la estabilidad laboral, ni siquiera como objetivo en la sociedad. Hasta el propio Estado decide pagar cada fin de mes lo que pueda, de acuerdo a su recaudación. Por lo menos desde 1995, en la primera gran crisis de la convertibilidad, la remuneración del trabajo ha venido cayendo sistemáticamente. La misma tarea se retribuye cada vez menos, y las aspiraciones de quienes pueden cumplirlas se sobreajustan hacia abajo para poder atrapar las pocas oportunidades que se presentan. Desde hace tres años se contrae sin pausa el ingreso medio de los argentinos.
Fundirse, si el mercado sigue reduciéndose y avanza la concentración, si el costo del crédito o impuestos como el de 1,2 por ciento sobre los movimientos en cuenta corriente (débitos y créditos) se llevan toda la rentabilidad, o si se es proveedor de una empresa que cierra o emigra del país o de un organismo que resuelve no pagar. Tampoco hay ninguna chance de emprender otra actividad con alguna perspectiva.
Perder los ahorros, licuados por una devaluación, confiscados en una reedición actualizada del Plan Bónex o evaporados en una quiebra generalizada del sistema financiero. Crece así la obsesión por protegerlos (¿esconderlos en casa, guardarlos en una caja de seguridad, sacarlos del país si son de un monto suficiente?). Por ahora, el temor más grande no es a la quiebra de los bancos sino a la devaluación, riesgo cambiario que se expresa en una amplísima brecha entre las tasas en pesos y en dólares.
No poder afrontar las deudas, sobre todo las tomadas en dólares, como un crédito hipotecario, si se pierden ingresos o hay una devaluación. Para esta última eventualidad, la esperanza es que los insolventes sean tantos que el Gobierno y la banca deban contemplar su situación con reprogramaciones o quitas. Pero la zozobra existe, y en todo caso disuade de asumir ningún compromiso nuevo, aunque sea a costa de seguir viviendo mal.
No encontrar el modo de realizarse personalmente, de aplicar los conocimientos acumulados, de ejercer la vocación. Ver cómo se cierran las oportunidades para artesanos, técnicos, científicos, artistas, planteándose la emigración como única disyuntiva, real o imaginaria. Individuos y grupos siguen investigando y creando, pero a los gobernantes no les interesa lo que hacen.
Quedar atrapado en un descontrol general de la situación, un desmadre, una implosión social, económica y política, un país piquetizado, caótico y anárquico. Por ahora sólo hay vislumbres de un escenario de esa clase, pero en los últimos diez meses, con la desarticulación de la Alianza y losfocos de rebelión social, casi carentes de cauce político, la amenaza viene tornándose más creíble.
Sufrir el colapso de servicios básicos, como los de salud por el Estado y las obras sociales, la entrega de medicamentos inalcanzables de otro modo, la educación o la defensa ante embates naturales o ambientales. O ver suprimido el medio de subsistencia por la anulación de una pensión graciable, o padecer una interminable demora en el otorgamiento de un beneficio jubilatorio. Frente a éstas u otras contingencias, no tener a quién recurrir porque los organismos públicos no escuchan ni ayudan.
Ser víctima de un delito, en medio de una galopante inseguridad. Ante esto, se imponen conductas preventivas (llevar consigo lo mínimo indispensable, elegir por dónde caminar, volver temprano, desconfiar, recelar de todos).

 

En qué cree hoy Cavallo

“En las actuales circunstancias, frente al efecto contractivo de una reducción de gasto (público) se cierne el impacto infinitamente más recesivo de la huida de capitales. Por ende, todo lo que haga a la credibilidad del país tendrá un efecto expansivo (sobre la actividad económica) por la recuperación de la entrada de capitales. Con déficit fiscal cero, esa entrada de capitales irá plenamente a financiar decisiones de consumo durable y de inversión del sector privado.”
Esta afirmación pertenece a un flamante informe de la Fundación Mediterránea, que así sustituye su anterior enfoque y se pliega a una visión semejante a la de FIEL y Ricardo López Murphy, u otros economistas clásicos del establishment liberal. El eje se desplaza al shock de confianza como señal dirigida a los mercados. El cavallismo consuma así un giro de 180 grados en su diagnóstico y en las políticas consiguientes, apostando a una estrategia que hasta hace poco condenaba.

 

En qué cree hoy Cavallo

“En las actuales circunstancias, frente al efecto contractivo de una reducción de gasto (público) se cierne el impacto infinitamente más recesivo de la huida de capitales. Por ende, todo lo que haga a la credibilidad del país tendrá un efecto expansivo (sobre la actividad económica) por la recuperación de la entrada de capitales. Con déficit fiscal cero, esa entrada de capitales irá plenamente a financiar decisiones de consumo durable y de inversión del sector privado.”
Esta afirmación pertenece a un flamante informe de la Fundación Mediterránea, que así sustituye su anterior enfoque y se pliega a una visión semejante a la de FIEL y Ricardo López Murphy, u otros economistas clásicos del establishment liberal. El eje se desplaza al shock de confianza como señal dirigida a los mercados. El cavallismo consuma así un giro de 180 grados en su diagnóstico y en las políticas consiguientes, apostando a una estrategia que hasta hace poco condenaba.

 

COMO Y CUANTO CUBRE LA GARANTIA DE DEPOSITOS
Guía para ahorristas asustados

Por J. N.

Los depósitos bancarios de toda clase –cuentas corrientes, de ahorro y plazos fijos– están garantizados en el país hasta un tope, por cuenta, de 30.000 pesos, que también rige, por el equivalente en pesos, si el depósito está constituido en otra moneda (dólares, euros, yenes o cualquiera). Sin embargo, la restitución del dinero, ante la eventual insolvencia del banco, siempre se efectuará en pesos, independientemente de la moneda depositada. En tal caso, para traducir el importe de otra moneda a pesos se considerará el tipo de cambio vigente del Banco Nación al cierre del día anterior a aquel en que al banco en cuestión le fue retirada por el BCRA la autorización para operar.
Esto último significa que, de haber sobrevenido una devaluación, la garantía devolverá, tratándose de un depósito en dólares (u otra moneda extranjera) la cantidad de pesos equivalente a la nueva paridad. Esto implica que si el dólar pasara, por ejemplo, a valer 1,25 peso, Sedesa, que es la sociedad anónima conformada por los bancos que administra el fondo de garantía, le devolvería al titular de un depósito de 10.000 dólares la cantidad de 12.500 pesos. No obstante, como la garantía llega hasta los 30.000 pesos por cuenta, nunca se restituirá más que esta suma. Por tanto, si el depósito fuera de 30.000 dólares, el seguro pagaría la misma cantidad de pesos y no 37.500, aunque de esa manera estuviera devolviendo sólo 24.000 dólares.
Hay varios puntos cruciales a tener en cuenta. Uno es que la garantía es por cuenta, sin importar el número de titulares. De modo que si un individuo o un grupo familiar poseen, por ejemplo, 90.000 pesos, la única manera de tenerlos totalmente garantizados consiste en colocarlos en tres cuentas de 30.000 cada una en otros tantos bancos diferentes. Otra clave a atender es la tasa de interés, que puede convertirse en una trampa, especialmente en estos tiempos, cuando los bancos las suben para retener a los depositantes.
En este aspecto, el Banco Central fija periódicamente tasas de referencia. Cualquier depósito que rinda una tasa superior queda excluido totalmente del seguro. Ayer, precisamente, el BCRA estableció estos nuevos valores:
Plazos fijos de hasta 59 días, 17,50% anual en pesos y 10,25% en dólares.
Plazos fijos a 60 días o más, 17,75% en pesos y 9,50 en dólares.
Cuentas de ahorro, 5,00% en pesos y 4,50% en dólares.
Cuentas corrientes, 2,00% anual.
Dos casos especiales son los depósitos con premio del BBVA Francés y del Río Santander, ninguno de los cuales tiene garantía. Tampoco están aseguradas otras colocaciones, como las Obligaciones Negociables ni los Fondos Comunes de Inversión.
Una última consideración es que la garantía está pensada para afrontar colapsos de bancos individuales y no una crisis generalizada del sistema. Para atender el “riesgo sistémico” existe un seguro contratado en el exterior por 5000 millones de dólares, además de la expectativa de que los bancos que operan en la Argentina pero son sucursales de entidades financieras internacionales acudan en respaldo de sus filiales en caso de corrida. Pero ésta es una expectativa hasta ahora no sometida a prueba en la realidad, y frente a la cual hay opiniones divergentes.

 

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