Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


“Encontrar el teatro en los ritmos de la música”

Vive en París. Es uno de los principales referentes en el teatro mundial. Dirigió �Eva Perón� de Copi y �La Dama de las Camelias� con Isabelle Adjani. El martes debuta en el Colón.

Alfredo Arias pensó una
puesta alejada del naturalismo.
“Los personajes de una obra son
como piezas de ajedrez.”

Por D. F.

Dice que Argentina se parece a un cuerpo sin cabeza. Que está dislocada. Que lo que más valora de Francia es el orden. Y que lo que más extraña de su país es el desorden. Volver, asegura Alfredo Arias, lo nutre de esa dosis de caos que necesita para tener ideas. Se fue en 1969, tres años después de haber montado Drácula. En París fundó el grupo TSE, dirigió, entre otras cosas, la Eva Perón de Copi y la versión de La Dama de las Camelias que, protagonizada por Isabelle Adjani, se presentó en Teatro Marigny y ganó el Premio Molière al mejor espectáculo de 1993 con la comedia musical Mortadela.
Hizo la régie de numerosas óperas trabajando con directores como Kent Nagano (con quien hizo, precisamente, The Rake’s Progress) o William Christie (Le Indes Galantes, de Rameau, en el Festival de Aix en Provence). Nació en Buenos Aires, es ciudadano francés y el gobierno de ese país lo nombró Comendador de las Artes y las Letras. Y esta ópera de Stravinsky que dirigirá en el Colón, a pesar de sus referencias a estilos del pasado y de su inspiración en una colección de pinturas de William Hoggarth (1697-1764), es para él “una obra sobre la memoria, sobre las desviaciones del recuerdo”. En su concepción “toda esta ópera es un flashback, una reconstrucción fantasmagórica, que empieza en el momento en que él llega al manicomio de Bedlam, porque eso me permite acentuar las tensiones teatrales. Y, paralelamente, hay una representación que transcurre en un teatro que está dentro del escenario, que es la memoria. La obra se construye con la diferencia entre ambas escenas, entre lo que pasó y lo que se reconstruye”.
Para Arias, además, los personajes “son piezas de ajedrez”. Su destino, de alguna manera, está predeterminado por las posiciones que ocupan en el tablero. “Dios mueve al jugador y este a la pieza”, escribía Borges y se preguntaba “¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza?”. Las palabras del director teatral no son demasiado diferentes: “Me interesa el juego de la actuación, yo pongo en escena un juego y los que juegan, tal vez, no saben todas las consecuencias de lo que hacen. El que sabe soy yo, que conozco el intercambio poético que se produce entre todos los elementos. La dramaturgia descansa en la acción”. Es por eso que las soluciones de quienes encaran las régies de ópera desde las transposiciones de época para la acción le parecen superficiales. “El trabajo debe ser desde adentro del actor. Lo otro es una respuesta de decoradores, no de directores de escena”. El otro aspecto fundamental, en la mirada de Arias, es la especificidad de la ópera con respecto al teatro. “En el teatro, los ritmos, la música, están ocultos. Hay que escribirlos durante los ensayos. En la ópera son el punto de partida. Hay que encontrar el teatro en los ritmos de la música”.

 

PRINCIPAL