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HOY TERMINA LA EXITOSA “YO SOY BETTY, LA FEA”
Lo que las mujeres quieren

El programa fue uno de los más sorpresivos éxitos de la temporada de TV. Su guionista defiende la transformación de Betty en linda.

Betty deja de ser fea en el
inesperado final de la telenovela.
“Una telenovela es un sueño colectivo”, responde su guionista.

Por Julián Gorodischer

Betty, la linda, llega a su final en la Argentina sin debate ni polémica. Por algún motivo, aquí la recepción a su cambio de estilo fue favorable, y casi nadie quiso discutirle a Fernando Gaitán, su guionista, la necesidad de mejorarle las facciones y el peinado para, sólo después, ofrecerle un casamiento y una pareja serena. Hoy, cuando diga el “sí” frente al altar, Betty olvidará para siempre la posibilidad de simbolizar una revancha para las feas. Hasta el martes, lo intentó: exhibió una dignidad a prueba de enamorada, que la llevó a rechazar al arrepentido Armando Mendoza con firmeza: “Ya lo saqué de mi cabeza, doctor...”, respondió, tras la declaración fallida (con serenata de Ricardo Montaner incluida). Pero después, llegó el tiempo del final facilitado. Esta semana, la telenovela redondeó un rating promedio de 30 puntos, convirtiéndose en el programa más visto de Telefé.
Después de dejar atrás el rencor, y de ceder ante el reclamo de los empleados de Ecomoda (que pedían a la pareja Betty-Armando al frente de la compañía), Betty decidió confesar: “Sí, estoy enamorada”, y despachó al galán francés -.de nombre Michel– a Cartagena. Olvidó la traición de Don Armando, también el juego al que la había sometido sólo para mantener el control de la empresa, los besos falsos, y liberó la pasión por el amo, esa incondicionalidad que le mantuvo la idealización aún después de descubrir el asco de su ex jefe al tocar a la fea. Betty, la linda, tras el proceso gradual de transformación, intentó .-primero– ser dura y reivindicar al “cuartel” para defender públicamente el sesgo distintivo que hizo de esta novela un éxito en 18 países, la llevó a la tapa del The Washington Post y el Financial Times.
Pero la fuerza de los finales clásicos, con felicidad para la heroína, fue más fuerte, y Gaitán tomó una decisión difícil. En su capítulo final, podrá verse a una Betty radiante en su vestido blanco, caminando por la iglesia (elegida por su padre) mientras Armando Manzanero, invitado para la ocasión, canta “Somos novios”. La mujer, que generó al nacer un grito de horror de la enfermera, luce ahora como una modelo: el pelo lacio y brillante, el cuerpo torneado, la ropa y el maquillaje a la moda. Hará esperar al prometido por un pequeño accidente con el auto, y pronunciará su “sí” de rigor; se estará sumando a la legión de finales previsibles con boda incluida.
¿Qué secreto, qué clave que sólo Gaitán puede ver fue más fuerte que la fidelidad a la fealdad del personaje? “Era necesario que cambiase para no correr el riesgo de perder el carácter popular de la tira .-dijo el guionista, en entrevista telefónica con Página/12–. Una telenovela, ante todo, es un sueño colectivo, un anhelo popular, y la demanda de muchas mujeres era que hubiera un cambio estético. Yo creí que la telenovela necesitaba una vuelta de tuerca. Pero también tengo un respeto muy alto por la novela clásica. Nunca ingresé a la telenovela para desestimar lo que se hizo.” Sin embargo, Elsa Cortés .-su asistente colombiana– admitió que la ola de llamados en reclamo de una Betty que siguiera fea y sola, o junto a Nicolás Mora (su amigo también feo) fue creciendo a medida que se acercaba el desenlace.
En su país natal, Betty caló demasiado hondo: durante dos años logró que se adelantasen las sesiones del Parlamento para que los legisladores pudieran verla y convocó entre sus fans al mismísimo presidente Andrés Pastrana. “Lamento que la telenovela llegue a su fin; fue un período refrescante para Colombia. Era como descansar; uno se reía y aliviaba el trajín del día. Y lamento también que Betty se quede con Don Armando Mendoza”, declaró el primer mandatario. También una presentadora distante como Patricia Janiot rompió el tono frío de la cadena CNN Internacional para comentar al aire: “Lo lógico hubiera sido que Betty mandara a Armando a donde ya sabemos, y se fuera con Michel a Cartagena...”. Fueron ecos de un “fenómeno” que se coló en sistemas de circulación atípicos para el género. Ahora, después de cautivar al continente (y a Rumania y Rusia) Betty deja paso a las secuelas. La cadena RCN, dicen, está preparando la comedia “El cuartel”, con las actrices que conformaron a la tribu de feas, compañeras de oficina, una novela sobre la vida sentimental del amigo de Betty, Nicolás Mora (el actor y estrella de rock Mario Duarte), y hasta un dibujo animado protagonizado por una Betty niña. Todos ellos, claro, sin Ana María Orozco, hastiada del agobio de un país paralizado cada vez que aparece su imagen en la pantalla. Fernando Gaitán sintetizó la presión, preguntado por lo que se viene después del ciclón Betty. “Ahora .-dijo con tono reposado– sólo necesito dormir por un buen rato.”

 

Simbólica

Hubo numerosas polémicas en torno al programa más exitoso internacionalmente de la historia de la televisión colombiana. La política colombiana se alzó en pleno cuando Betty, tiempo atrás, estuvo a punto de aceptar un soborno. “Es vergonzoso”, presionó el comunicado de un fiscal que amenazó con llevarla a los tribunales por “ensuciar” la imagen de Colombia en el mundo. En el camino, y más allá de la controversia por su final (que llevó a una franja de incondicionales a publicar una solicitada en el diario El Tiempo de Bogotá, titulada: “Gaitán traidor”), la telenovela será recordada, con certeza, como un hito. Nunca antes una heroína de melodrama latinoamericano había llegado a la tapa de The Washington Post. Escribió el periodista Scott Wilson, en febrero de este año: “Betty se ha convertido en un símbolo que valoriza a la mujer común, en un país donde la conquista del concurso nacional de belleza se contaba entre los logros más altos de la expresión femenina”.

 

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