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A LOS 82 AÑOS, MURIO AYER EL NOTABLE HUMORISTA MIGUEL GILA
El creador del “¡Que se ponga...!”

El cómico madrileño fue creador de un estilo. Vivió una vida llena de peripecias, sufrió la censura franquista y se exilió en Buenos Aires.

Definición: �El humor es como el amor, que ni Freud consiguió definirlo. El que yo hago
es la maldad de los hombres contada con la ingenuidad de los niños, o al revés�.

Gila sufría una enfermedad pulmonar y murió debido a una insuficiencia respiratoria.

Anduvo por medio mundo con el teléfono a cuestas, nació en Madrid y murió en Barcelona. El itinerario del humorista español Miguel Gila fue riquísimo en anécdotas e historias, y se detuvo ayer, a los 82 años, por culpa de una enfermedad pulmonar. Había ingresado el lunes pasado en una clínica barcelonesa debido a un agravamiento de su enfermedad y murió de una insuficiencia respiratoria. En el imaginario colectivo quedará para siempre una frase suya: “¡Que se ponga!”, y para aquellos que lo conocieron de cerca, el recuerdo de un hombre distinguido y abonado al bajo perfil.
Gila fascinó, con su humor españolísimo y universal a una Buenos Aires que, en los 60, parecía congeniar con su estilo corrosivo y sutil. Había comenzado su carrera artística como dibujante en la revista humorística “La Codorniz” y, desde entonces, se dedicó por entero a hacer reír. Huérfano de padre, estudió en un colegio religioso, pero las dificultades económicas familiares lo obligaron a abandonar los estudios a los trece años. Su primer trabajo fue como pintor de coches. Luego estudió para ser mecánico de aviación y trabajó en unos talleres de Barcelona donde se montaban aviones. A continuación, fue obrero en una empresa de Madrid. Tenía 17 años cuando comenzó la Guerra Civil, en 1936. Militante de las Juventudes Socialistas, intervino como voluntario. En Valsequilla (Córdoba) fue puesto frente a un pelotón de ejecución y logró salvar la vida. El fusilamiento se produjo al anochecer de un día lluvioso y los integrantes del piquete estaban borrachos. Por esa razón no le acertaron los disparos. Gila se hizo el muerto y logró sobrevivir. Poco después, en diciembre de 1938, fue hecho prisionero y, tras pasar por varios penales, quedó en libertad. Desde entonces, el futuro humorista se tomó la vida de otra manera. Y creció en él un sentimiento antimilitarista que le llevó a decir, más tarde, que tenía “un profundo y tremendo rencor hacia todos los militares”.
Se inició en el periodismo en el diario Imperio de Zamora y en Radio Zamora, donde retransmitía partidos de fútbol. En 1942 comenzaron sus colaboraciones en La Codorniz, que duraron hasta 1951, primero bajo el seudónimo de “XIII” y más tarde como “Gila”. Pero un día se convirtió en humorista oral, cuando se animó a leer un monólogo en un teatro de Madrid. Al poco tiempo debutó en escenarios de cabaret, con unipersonales de tipo surrealista, contando extrañas historias de guerra (“oiga, ¿es la guerra?” –pregunta al teléfono–, ¿está el enemigo?, ¡que se ponga!”, entre otros). Su humor se popularizó rápidamente en radio y en televisión, contribuyendo a ello la representación que hacía del tipo “español”, con el traje negro, camisa roja, la boina y pegado constantemente al teléfono. Por un comentario en Radio Madrid, en 1956, sobre una noticia según la cual en España no había presos políticos, fue suspendido durante seis meses y multado con cien mil pesetas. No podía trabajar, pero aprovechó ese período para escribir. Publicó varios libros: La Jaleo, el bizco y los demás, Un borrico en la guerra y el autobiográfico Un poco de nada, y su talento también fue requerido para el cine. Trabajó en unas treinta películas, entre las que merecen destacarse Sor Angélica, Mi tío Jacinto y Botón de ancla.
Paseó su humor por todos los países de América Latina. También se presentó en Francia, Italia y el norte de Africa. En 1968 se autoexilió en Buenos Aires, donde fijó su residencia hasta 1985, cuando regresó definitivamente a España. También vivió durante este período en Cuba, Chile, México, Uruguay y Paraguay. Durante esta etapa trabajó en radio, televisión y llegó a formar su propia compañía de teatro, con la que interpretó en México Yo escogí la libertad (1972) y en Buenos Aires Los cuernos de don friolera (1973) y La pirueta. Muchas veces le pidieron una definición del humor. Una vez dijo: “Es difícil definirlo. Es como el amor, que ni Freud consiguió definirlo. Pero diría que el humor que yo hago es la maldad de los hombres contada con la ingenuidad de los niños, o al revés”.

 

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