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“El Plan Colombia ataca al pequeño
campesino, no a los paramilitares”

La negociación con la guerrilla seguirá, más allá de quién suceda al presidente Andrés Pastrana, pero el combate en la selva también se intensificará, según el analista colombiano Javier Zuluaga.

Manuel Marulanda Vélez, alias “Tirofijo”, número uno de la guerrilla de las FARC.

Por Pablo Rodríguez

La situación social en Colombia, el futuro del país a partir de la implementación del llamado “Plan Colombia”, la posibilidad de una solución política o militar del conflicto del Estado colombiano con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y con el ELN (Ejército de Liberación Nacional), las perspectivas de resultados del proceso de paz con ambas guerrillas, el papel de Estados Unidos en el país bajo la administración Bush: de todo esto conversó el analista colombiano Javier Zuluaga con Página/12. Zuluaga es investigador del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia. Vino a Buenos Aires invitado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y el Area de Conflicto y Cambio Social del Instituto Gino Germani de la UBA para hablar en las Primeras Jornadas de Conflicto Social, que reunió a investigadores de varios países de América latina para debatir sobre la situación social en la región.
–¿Cuál es la situación social en Colombia?
–La situación económica y social del país se ha deteriorado mucho en los últimos años por tres razones: la dinámica de la guerra, que afectó a la vida cotidiana de la mayoría de la población, la recesión más intensa de los últimos 70 años, y la ausencia de políticas sociales del gobierno para encarar la situación tradicional ahora agravada en Colombia. Y esto, a pesar del éxito de algunas reivindicaciones del movimiento sindical y otros movimientos sociales. Otra dimensión del conflicto social es la lucha de los campesinos. En el último año, las movilizaciones aumentaron por las fumigaciones correspondientes a la primera fase de aplicación del Plan Colombia. Estas fumigaciones evidencian que el Plan Colombia no es un plan antinarcóticos ya en la política de fumigaciones de cultivos de coca: está previsto que la mayoría de estas fumigaciones se desarrollen en zonas del sur del país, dominadas por las FARC, y no en las controladas por los paramilitares. Y la verdad es que los cultivos de coca de los narcolatifundios están en las zonas de los paramilitares. Los otros, los realizados por campesinos pobres, son los que controlan las guerrillas.
–Hace un mes, las FARC lanzaron una ofensiva justamente sobre una base del Ejército en la zona sur del país, donde está también el batallón norteamericano que entrena a los colombianos. ¿Se trata de la primera respuesta militar al Plan Colombia?
–No todo lo que ocurre en el país debe verse en relación al Plan Colombia. La intensificación de la guerra en Colombia es muy anterior al Plan Colombia; data de principios de los ‘90. Y la guerra se intensificaría aún sin Plan Colombia. El Plan Colombia simplemente refuerza al Ejército para prepararlo para esa intensificación. Por otra parte, la colaboración militar norteamericana es muy estrecha desde hace muchos años y sólo se interrumpió en parte de la década pasada, por las denuncias de violaciones a los derechos humanos contra el Ejército colombiano y por la mala relación de la Administración Clinton con el gobierno de Samper, anterior al de Pastrana.
–Justamente, en relación al gobierno de Pastrana, que está a un año de finalizar su mandato, ¿fue un fracaso o un éxito la política doble de impulsar un proceso de paz como nunca se vio en Colombia y de promover un plan de lucha antiguerrillera, también, nunca visto?
–Para entender esta situación, hay que remontarse a diez años atrás, cuando se aprobó la nueva Constitución en Colombia. En aquel momento, la entonces Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar que unía a las FARC y el ELN lanzó una ofensiva militar para presionar al gobierno a sentarse a conversar sobre el papel de la guerrilla en el futuro colombiano. Desde aquel año, se hizo patente que el modelo de conflicto en Colombia sería el de negociar en medio de la guerra, sin tregua ni nada que se le parezca. Pastrana intensificó esta lógica. La política doble es una sola: ambas partes se fortalecen todo lo que pueden para sentarse a negociar. Tomandoen cuenta esto, se puede decir que el éxito de Pastrana fue abrir un proceso de paz que ya no se cerrará fácilmente. Pero la política del gobierno para mantener abiertas las negociaciones fue muy errática.
–El mes pasado, circularon rumores sobre negociaciones secretas para analizar la perspectiva de un nuevo gobierno ampliado, o una nueva Constitución, que contemple a las guerrillas. ¿Es eso posible?
–Desde su séptima conferencia en 1993, las FARC plantearon que su objetivo es la formación de un gobierno de reconstrucción nacional. Lo que están negociando las FARC es cómo se dará ese gobierno; de ningún modo piensan que la plataforma básica de ese gobierno sea negociable. En cuando a una nueva Constitución, las FARC y el ELN insisten en la convocatoria de una Asamblea Nacional desde la sanción de la Constitución de 1991. ¿Es posible que un gobierno legalmente constituido renuncie a su mandato para aliarse con una guerrilla? No. Pero se rumorea, sí, que habría un acuerdo entre el gobierno y las FARC para convocar a una nueva Asamblea Constituyente. El candidato presidencial del liberalismo, Horacio Serpa, está de acuerdo con la convocatoria si antes existe un acuerdo de paz para ser discutido allí. Otra posición propone transformar esa Asamblea en el lugar donde las guerrillas discutan un eventual acuerdo de paz.
–¿Eso no se parecería a la forma en la que la guerrilla del M-19 se convirtió en fuerza política, una forma que las FARC y el ELN rechazan?
–No necesariamente. Es una vía política de solución de un conflicto armado, pero ambas guerrillas descartan de plano el modo en que el M-19 dejó las armas a cambio de espacios políticos. También descartan el modelo de negociación de Centroamérica, que se dio en El Salvador o en Guatemala, que fue el de pactar reformas que se aplicarían con posterioridad a la suspensión de la guerra. Las FARC y el ELN pretenden entregar las armas una vez que las reformas que piden estén implantadas.
–¿De qué manera puede influir en esta perspectiva, o la del proceso de paz, el resultado de las próximas elecciones presidenciales?
–Las dos perspectivas más probables son el triunfo de Horacio Serpa o de la candidata independiente Noemí Sanín. En ambos casos continuará la negociación, pero quizás no en la forma en que lo hizo Pastrana. El hecho de que Pastrana haya entregado la zona desmilitarizada y otras concesiones a las FARC como paso previo al inicio de las conversaciones ha levantado varias críticas en el país. Serpa o Sanín encararían las conversaciones atendiendo a estas críticas y buscando ser más “duros”, pero sin abandonar la mesa de negociaciones. Lo que continuará igual es la colaboración de Estados Unidos en el fortalecimiento del Ejército colombiano.
–¿Esta colaboración continuará incluso bajo el gobierno de Bush en Estados Unidos, que no ha dado señales claras sobre el asunto?
–La Administración Bush no dio pautas claras sobre Colombia porque es normal que un nuevo gobierno se tome su tiempo para reevaluar lo que hizo el anterior. Pero justamente el equipo de Bush ha enviado señales indudables: quienes se ocuparán de América Latina, y de Colombia en particular, tienen una amplia experiencia en Centroamérica con los contras nicaragüenses, lo cual no es precisamente una garantía de moderación. En segundo lugar, la Administración Bush ha formulado la iniciativa regional andina, que es una ampliación del Plan Colombia a los países andinos.
–¿Y con el ELN qué va a pasar? ¿Es posible, como se dice en Colombia, que Pastrana ordene otra zona de despeje, esta vez para el ELN?
–Sí, yo creo que va a ser así. Además, está claro que las condiciones con el ELN serán distintas que con las FARC. Ya se ha pactado que habrá una reglamentación de las actividades en esa zona y que también habrá una verificación nacional e internacional de esa verificación.

 

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