Por Martín Granovsky
La música desparramaba
en los salones de la embajada francesa la melodía de Las
hojas muertas, y el título daba para más de una alusión.
¿El paquete de déficit cero? ¿La alianza de Fernando
de la Rúa con Domingo Cavallo? ¿La alianza con el Frepaso?
¿Los plazos fijos en pesos? ¿Las colocaciones en dólares?
En todo caso, el 14 de julio del 2001 no será recordado como un
día de gloria, y está claro que los hijos de la patria no
le encuentran la vuelta a la tiranía del riesgo país. El
riesgo París es decididamente más bajo que el riesgo país.
Si fuera por la recepción
de ayer, el Gobierno no existe. O casi no existe: el único ministro
presente fue Juan Pablo Cafiero, de Desarrollo Social. El frepasista llegó
cerca de la una con el jefe del gobierno porteño, Aníbal
Ibarra, y el presidente del bloque de la Alianza, Darío Alessandro.
Los tres venían de una reunión para coordinar una estrategia
común frente a la política de déficit cero encarada
por De la Rúa y Cavallo, que consiste en aproximar a cero las jubilaciones.
También comieron algún trozo de brie o camembert otros frepasistas
como Graciela Fernández Meijide y el senador bonaerense Eduardo
Sigal. Descartada la responsabilidad del dueño de casa el
movedizo embajador Paul Dijoud tejió aquí relaciones sólidas
con todos los sectores abundaron las explicaciones para la ausencia
de delarruistas. Una psicológica: ya nadie quiere salir de su casa
ni para llorar en compañía y en territorio extranjero. La
otra política: el Gobierno se debatía ayer entre la idea
de quienes creen que debe mantener su autoridad, léase no retroceder
en la quita a los jubilados, y la de quienes piensan que el paquete de
Cavallo es políticamente inviable y recomiendan, por eso, retroceder
y replantear el achicamiento del gasto fiscal desde otras bases.
En ninguna de las conversaciones
que mantuvieron con argentinos y extranjeros los tres dirigentes principales
del Frepaso manejaron, siquiera, la posibilidad remota de romper con la
Alianza. Quizás sea porque resulta difícil romper con algo
que no existe, pero lo cierto es que Cafiero no se propone dejar Desarrollo
Social, Alessandro no planea fracturar el bloque de diputados e Ibarra
no calcula hacerle un corte de mangas a su vecino del otro lado de la
plaza.
La situación económica
es tan crítica que fue el único tema de charla entre invitados
como los peronistas Diego Guelar, Fernando Maurette y Rodolfo Gil, cavallistas
como Albino Gómez, consultores como Enrique Zuleta Puceiro y empresarios
como Ricardo Gruneisen. A Carlos Menem le hubiera disgustado saber que
nadie reparó en su prisión, y menos en son de solidaridad.
Al contrario: Mariano Ciafardini, secretario de Política Criminal
del Ministerio de Justicia, aprovechó para aclarar que Raúl
Alfonsín nunca lo consultó sobre el fallo del juez Jorge
Urso dictando la preventiva para Menem a partir de la asociación
ilícita.
Alfonsín estuvo ausente,
pero su nombre no. Apareció de dos maneras. Unos lo criticaban
o lo elogiaban, pero siempre sobre la base de la idea errónea de
que toda la política argentina pasa por él, como si fuera
el encargado de la sortija en una calesita que nunca se detiene. Otros
se asombraban por la centralidad del nombre de Alfonsín en los
informes de las consultoras internacionales. Algunos tienen la noción
rudimentaria de que la política argentina se mueve esquemáticamente
como una relación entre Fernando de la Rúa, Domingo Cavallo,
Raúl Alfonsín, Hugo Moyano y los piqueteros, se quejaba
Zuleta.
Hay lecturas menos personalistas
de la Argentina, aunque no necesariamente más tranquilizadoras.
Un diplomático blandió la Lex Column de The Financial Times,
la sección más leída por los operadores financieros
de todo el mundo. Empieza así: Durante el año pasado,
la amenaza de un default argentino acechó a los mercados emergentes,
pero su impacto financiero quedó confinado a vecinos como Brasil.
De repente, el contagio puede expandirse como una agresión indiscriminada.
Agrega que los economistas se preguntan cuándo habrá
default, no si se producirá. Según el diario, una
de las claves es si se mantiene o no la confianza en los bancos, en su
mayoría extranjeros. Si esa confianza se quiebra, lo mismo
le ocurrirá a la Argentina. Conclusión final: La
turbulencia en los mercados financieros globales está dañando
la confianza en todo el mundo, mientras la economía internacional
frena su ritmo de crecimiento. Es inevitable que se produzca un vuelco
hacia una moneda de mayor calidad el dólar norteamericano
y eso haría más vicioso al círculo. La pregunta
era, ayer al mediodía, si la novedosa capacidad de daño
de la Argentina asustará lo suficiente al mundo como para merecer
una ayuda especial. Todos los ojos miraban a uno de los invitados, imposible
de distinguir de cualquier argentino presente si sólo se lo escuchaba.
Pero James Walsh, el embajador norteamericano, no utilizó su castellano
impecable para anunciar ningún paquete especial. Se mantuvo en
su declaración oficial del viernes, de apoyo al ajuste dispuesto
por De la Rúa y Cavallo.
Un importante diplomático
latinoamericano que pidió reserva de su nombre recordó que,
tres meses atrás, el canciller Adalberto Rodríguez Giavarini
discutió con Cavallo sobre si habría o no una ayuda bilateral
del Tesoro de los Estados Unidos. Rodríguez Giavarini pensaba que
no, y sabía que no porque no había recibido indicios de
soporte financiero al estilo del salvataje a México en 1995. Cavallo
tenía esperanzas basado en su experiencia de negociación
del Plan Brady, a comienzos del gobierno de Menem, cuando el gobierno
de los Estados Unidos tomó un compromiso con la Argentina a través
de las gestiones de Brent Scowcroft, entonces consejero de Seguridad Nacional
del presidente George Bush. Y ahora, ante la posibilidad de un desastre
mayor, ¿qué ocurriría? Hasta el momento nada. El
hijo de aquel Bush desconfía de cualquiera ayuda. Pero los argentinos,
siempre ilusionados con la inyección financiera de algún
sitio, antes europea o árabe, no abandonan el sueño de un
Jumbo cargado de dólares de regalo.
En el peronismo prevalecía
una estrategia. La dijo a este diario un ruckaufista: Que el Gobierno
se ponga de acuerdo internamente no significa que le vamos a firmar cualquier
cosa; significa sólo que nos vamos a sentar a negociar.
Nora Cortiñas, de Madres
de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, y Horacio Méndez Carreras,
abogado de los casos de desaparecidos franceses, se mostraron entusiasmados
con la posibilidad de procesar aquí a Alfredo Astiz, ya condenado
en Francia en 1990.
Chiste sobre la deuda. Hay
una noticia buena y una mala, anuncia un directivo del Fondo Monetario
Internacional. La buena es que encontramos la solución para
la deuda. Cavallo pregunta por la mala: Los argentinos tienen
48 horas para dejar el país.
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