Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12

Monos con navaja

Por David Viñas

“Política y teatro, dos recintos diferentes, pero paralelos y complementarios”.
G. B. Shaw

Tienen un ademán de piqueteros; también aparecen en lugares que no figuran en la geografía canónica de Buenos Aires, sosteniendo una obstinada agresividad que lleva a insinuar que “la cosa” no se ha clausurado sino, más bien, lo contrario.
–La historia, mis amables lectores, no ha llegado a su crucifixión.
Los que brotaron en Mosconi, en las afueras de Neuquén, en las encrucijadas de La Matanza o en los puentes sobre el Riachuelo –por marginados, episódicos y fragmentarios– provocan las sentencias de “los cejas levantadas” cuando afirman que ésos no representan la lucha de clases. Como si semejante dramaturgia histórica –otra desaparecida– sólo pudiera concretarse en la Larga Marcha o, simbólicamente, en cierto cuadro académico donde la libertad aparece con gorro frigio, subida a una barricada y rodeada de pistolas y fusiles musculosos.
–Ça ira, ça ira, les aristos a la enterne, cantaban.
Se trata, ahora, de una segunda cartografía que tampoco brota en los manuales del porteñismo bien pensante: Sarandí al 700, por la vereda de los impares; México al 1400, entre un zócalo color mostaza y dos árboles carnosos; San Martín frente a un convento mutilado; Humahuaca, una escenografía borrosa del Negro Ferreyra. Empecinados en decir no para empezar a pensar, con una insolencia desenvuelta o mediante sonrisas feroces, tajos y fogatas que brillan en repliegues de la ciudad.
–Argentina potencia, doctor.
Sospecho que no estamos de acuerdo: el país se ha convertido en una degradación abyecta y polvorienta que, en plano inclinado, y pese a malabares y ministros con ecuaciones de repuesto, amaga con trocarse en una factoría manipulada por algún código de Internet impávidamente despiadado.
–Hasta aquí, descripción y pronóstico legítimos.
Pero repetir, una y otra vez ese diagnóstico es lo que más se parece a una letanía inmovilizadora. La repetición se hace rutina y lo rutinario santifica los clishés ritualizados.
–D’ont cry for me, Argentina.
“Monos con navaja”, “Rebatibles”, “Venecia” y “Rojos globos rojos”, desde su arrinconada especificidad, no sólo trabajan mediatamente con esa “miseria nacional”, sino que apuntan a conjurar la obscena letanía que los compatriotas practicamos, cada vez más, y que ya nos define y vamos pedaleando resignados, entre otros “disfrutes”.
–Disfrutar, de la talla de, divertido, de cara a, son muletitas que colaboran en semejante letanía.
Menos mal: piqueteros, Briski, Serrano Raúl, el jujeño Adccame y Tato Pavlovsky. Las gentes que los rodean, y otros más que se asoman en jubilosos resquicios barriales: Thames, Zelaya, Balcarce la sombría, Sánchez de Bustamante. Confabulaciones que, al operar con el grotesco, actualizan de manera filosa, brusca y sin concesiones, la genealogía teatral que más descifra al presunto “país del tango”: tango, danza grotesca; Argentina, país grotesco. Ejecutando canibalismos y ternuras franeleras.
Sagaces teatristas de la política –entendida como teoría de la ciudad– desentrañan a un país anfibio que, equívocamente, participa de lo más cariado de América latina y de las vetustas noches locas de la capital de los franceses.

PRINCIPAL