Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

KIOSCO12

OPINION

La ruptura del contrato

Por Mario Wainfeld

Nuevamente el círculo íntimo del Presidente se ocupó a full de su máxima obsesión: el discurso y sus aledaños. Fernando de la Rúa se maquilló debidamente, se ingenió para derivar el anuncio de los puntos más desagradables de sus decisiones: delegó en Chrystian Colombo la incómoda misión de ser preciso. Esto es, de reconocer que el recorte a jubilados, proveedores y empleados públicos será del 13 por ciento. El Presidente optó por el alivio del eufemismo: llamar “ahorro” a una rebaja que no tiene promesa alguna de restitución.
Ya lanzado, explicó que una quita salarial no es un ajuste. Dos conceptos dignos de incorporarse al diccionario de falacias gubernamentales que inauguró su correligionario Raúl Alfonsín con “la casa está en orden” y al que Carlos Menem hiciera cuantiosos aportes, desde el “salariazo” en adelante.
De la Rúa usó la palabra “equidad” o derivados una larga docena de veces. Pero queda claro que, como hiciera hace menos de cuatro meses Ricardo López Murphy, les habló a los mercados y no a la gente del común. Decidió seguir adelante con el ajuste... perdón, con el ahorro, sin haber sumado el apoyo de los gobernadores del PJ, ni de los integrantes de la Alianza y tras haber suscripto con los gobernadores de su coalición un aval lavado. Quedó solo, de la mano de Domingo Cavallo, defendiendo un plan de nula equidad y escasa seriedad.
El primer detalle de que las medidas contienen una marcada dosis de improvisación fue alterar lo que el mismo Presidente prometió: la quita no durará un mes, para ser reformulada con los datos de recaudación a la vista, sino tres. Es que –como informó Página/12 ayer– es imposible cumplir con ese modus operandi, aunque Cavallo y De la Rúa afirmaron lo contrario apenas horas atrás.
La aseveración presidencial que un desagio del 13 por ciento en el sector público no impacta en el sector privado es insostenible. La recesión obrará efectos para todos. Por añadidura, es de libro que, amén del contagio al sector privado, sobrevendrá una baja en la recaudación de impuestos.
No se sabe nunca cómo reaccionarán los mercados, pero deberían al menos aplaudir de pie al Presidente que aseguró que el único modo de llegar al déficit cero es sisar a los jubilados, empleados públicos (eso sí, de los tres poderes) y funcionarios de todo calibre. Ni siquiera sería justo que se enfurruñaran ante una confusa convocatoria a la lucha contra la evasión. Aunque prometió crear tribunales especiales, eso llegará mucho después que los recortes, tal vez nunca. Y, aunque describió que un evasor preso es “un símbolo de justicia y equidad”, los mercados saben que la gestión aliancista ha estado signada por una marcada carestía de símbolos tales.
Las medidas que De la Rúa maquilló y Colombo contó son crueles, injustas y, para colmo, ni siquiera cierran. Pero las acompañó un mensaje preciso: De la Rúa acaba de romper definitivamente su contrato electoral. Tamaña decisión no es ilegal: en una democracia representativa el mandatario electo representa a todos los ciudadanos y se autonomiza en cierto sentido de sus propios electores. Pero sí es cuestionable desde el ángulo de la ética política.
Así y todo, se dirá: Menem hizo lo mismo y no le fue tan mal, hasta fue reelecto que es una forma de santificar los cambios de rumbo. Tal vez De la Rúa piense lo mismo. Pero, si se sopesan la consistencia de su base política, su muñeca y el hastío palpable en la gente del común, la impresión primera es que el actual inquilino de Olivos no tendrá la estrella electoral de su antecesor que se prolongó desde 1989 hasta 1995 inclusive. Todo sugiere que, en su esfuerzo por complacer a los mercados, Fernando de la Rúa ha terminado de dilapidar la legitimidad política que le concedieron los argentinos hace menos de dos años. Y todo induce aconcluir que ese feroz recorte, como acontece con el “ahorro” de los jubilados, jamás volverá a integrar su patrimonio.


 

PRINCIPAL