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OPINION

¿Hasta cuándo?

Por Eduardo Aliverti

Luego del séptimo ajustazo, la Bestia seguirá avanzando con el negocio de la salud y más tarde –o más temprano– con la privatización de los grandes bancos que quedan (Nación y Provincia). Pero seguirá necesitando de un gobierno que a la firme convicción política le sume unidad, fortaleza de liderazgo y disposición de reprimir hasta donde haga falta asumiendo los costos políticos. Y las huestes de Fernando de la Rúa no son nada de todo eso, empezando por él mismo. Naturalmente, hay el convencimiento de que la ausencia de una oposición política, sindical y social de envergadura, articulada, impide pensar a corto y mediano plazo en algún tipo de estallido general que afecte de verdad sus intereses. Expresado de otra manera, no hay ninguna posibilidad de salida por izquierda. El problema es que, como están dadas las cosas, necesitan una derecha mejor. A la chilena, a la mexicana y hasta a la brasileña. La local necesita revalidar sus títulos. En su variante económica tiene una voracidad incontrolable, sin más ideas que la exigencia de represión oficializada por el titular del Banco de Galicia. Y en la política es una derecha que cuenta con un Presidente ya cercano al hazmerreír, un partido de gobierno dividido que sólo lo respalda de la boca para afuera y un peronismo tupacamarizado. De todas formas, en dirección estratégica ni el sistema ni su modelo corren mayor peligro hasta donde alcanza la vista. Es en sentido táctico que no les queda –ni probablemente quieran– mucho más que el adelantamiento de las elecciones presidenciales, para que alguna esperanza en el imaginario colectivo genere un clima donde los nuevos negocios puedan salir con fritas. Habrá que ver qué inventan. La carta de demagogia protofascista de Ruckauf tiene pinta de empezar a apagarse: la provincia de Buenos Aires es una catástrofe ya inocultable y en el conurbano no hay mucho más que esperar estallidos sociales manifiestos. De la Sota, con algún resto desde su administración cordobesa porque le quedaba soga de privatizaciones, podría ser. Quizá en compañía del propio Cavallo, respecto de quien se insiste que podría fugar en cualquier momento, aduciendo falta de apoyo político, para reaparecer con alguna chance electoral. No por dramático deja de ser un momento histórico apasionante. Se está jugando la probabilidad de que la mayoría de los argentinos vuelva a caer en las trampas de los farsantes de toda la vida, o de que se animen a pensar que en lugar de Ezeiza –a la que esa misma mayoría seguirá conociendo por televisión y gracias– queda intentar algo diferente. La desobediencia civil, la movilización organizada, la esperanza en otras fuerzas políticas. ¿Es infinita la capacidad de los argentinos de confiar en estos liberales que destruyeron al país?

 

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