Por
Sergio Kiernan
Veterano
de la función pública, fue ministro del gobierno bonaerense
de Oscar Alende entre 1958 y 1960 y del de Roberto Levingston entre 1970
y 1971, y presidió el Banco Provincia durante la gestión
de Alejandro Armendáriz, entre 1983 y 1987. Veterano de las instituciones,
fue asesor de la ONU, de la OEA y del BID. Ahora presidente de la Comisión
Nacional de Energía Atómica, antiliberal famoso cuando
Lanusse reemplazó a Levingston, no sólo lo echó sino
que disolvió el Ministerio de Economía, aporta una
visión casi histórica de la serie de calamidades, errores,
trampas y malas decisiones que llevaron al país a su triste situación.
¿Cómo llegamos a esta situación?
El país está desencajado en el sistema internacional.
En este mundo globalizado, donde se expanden el comercio, las corporaciones
transnacionales, los mercados financieros, donde hay una revolución
informática, los desafíos y oportunidades son cada vez más
intensos. La calidad de las respuestas a estos desafíos resulta
esencial: malas respuestas producen pésimos resultados, las buenas
respuestas abren nuevas fronteras. Nosotros dimos las peores respuestas
imaginables en esta globalización. Nos endeudamos indiscriminadamente
desde el golpe militar de 1976, donde se pone en marcha este fenómeno
de desregulación financiera y endeudamiento sin límite que
creó una bola de nieve que crece y no se puede parar. Y en un escenario
altamente especulativo, esto resulta fatal, porque pone al país
en una situación extremadamente vulnerable. Frente a la expansión
de las multinacionales hay dos actitudes: incorporarlas para enriquecer
el tejido productivo del país, acceder a mercados, traer tecnología,
siempre preservando el espacio del capitalismo nacional; o hacer lo que
hicimos nosotros, entregar el mercado interno, desnacionalizar el aparato
económico, traer inversiones para comprar activos ya existentes
y no para ampliar el aparato productivo, que producen para el mercado
interno y gastan mucho en divisas, lo que generó un déficit
notable en el balance de las filiales que operan en la Argentina. Y en
un mundo en el que crece la participación de la tecnología,
nosotros seguimos insistiendo en ser exportadores de productos naturales.
Todo esto generó un déficit espectacular del balance de
pagos en donde los intereses de la deuda más las utilidades de
las empresas que operan en la Argentina representan la mitad de las exportaciones.
El sistema es deficitario, dependiente, incapaz de generar empleo, incapaz
de integrar el territorio y por lo tanto configura esta economía
de alto desempleo, exclusión e inseguridad.
¿Esto es así porque la globalización es así?
No, esto es así porque nosotros respondimos de la peor manera
posible. Estas cosas no pasan por casualidad, este país tiene problemas
para ser una nación integrada. Un capitalismo nacional tiene como
requisito endogenizar los núcleos dinámicos del crecimiento,
para que sea el capital propio el que genera los excedentes que surgen
de los sectores más dinámicos, como las comunicaciones,
la informática, la energía. Los países exitosos son
esos en que las empresas privadas y en menor medida el sector público
lograron endogenizar y controlar los recursos básicos.
Las empresas argentinas no hacían esto ni antes de los setenta:
lo hacía el Estado como herramienta de política, con tarifas
subestándar, con distorsiones, mal.
Desde luego, caímos en esta situación porque lo que
había antes era tan vulnerable que fue fácil reemplazarlo.
Es el país más inestable institucionalmente del siglo, no
hay país que tuviera cincuenta años de inestabilidad política
en el mundo, lo que es un obstáculo formidable. Pero quiero decirle
que con todas sus dificultades, si se comparan cómo eran las cosas
en los sesenta y como son ahora, el modelo anterior tenía mucho
más dinamismo: menos vulnerable, casi sin deudas. Ahora estamos
sin perspectivas, cada vez más periféricos en el comercio
mundial, fuertemente endeudados, aterrorizados por el riesgo país,
en gran vulnerabilidad, loque lleva al Gobierno a tomar esta decisión
tan fuerte de proponer el déficit cero y pagar sólo si hay
recaudación.
¿Es un parche o un plan?
Es una medida extrema impuesta por la emergencia que abre un gran
interrogante: la recaudación es una variable que sabemos es fuertemente
afectada por el nivel de actividad y, ¿cuál va a ser el
comportamiento de la recaudación? En una versión extrema
de declinación de la recaudación se llega a la extinción
del sector público, por agotamiento de los recursos. Por eso es
una medida extrema. La pregunta entonces es si estas reglas de juego que
se impusieron en la década pasada son compatibles con la realidad
económica, si no nos estamos acercando a un momento en que esas
reglas entran en contradicción con la realidad y hay que cambiarlas.
Y hay que ver si estas medidas de emergencia les dan aire a las reglas
de juego como para prolongar su funcionamiento, a un costo realmente muy
alto.
¿Esta contradicción se resuelve cambiando las reglas
del juego? ¿Realmente?
Ya pasó muchas veces, las reglas ya cambiaron muchas veces.
Los brasileños establecieron una regla del juego con devaluaciones
escalonadas y un ataque especulativo tiró abajo el esquema en 1999.
A nosotros nos pasaron cosas así muchas veces. En la década
del treinta muchos países desconocieron sus deudas externas...
Lo que hoy es el fantasma del default...
Sí, y en esa época prácticamente el único
país que no entró en default en América latina fue
la Argentina.
¿Cómo se cambian las reglas? Porque usted está
dando ejemplos donde hay desastres o ataques exteriores a la economía.
Raramente los cambios en las reglas de juego se producen preventivamente,
en la práctica las cosas suceden porque suceden. Lo que no quita
pensar cuáles son las condiciones de mantenimiento de reglas que
nos llevan a situaciones tan extremas como las que estamos viviendo ahora,
con ajustes constantes, con blindajes, dependiendo ahora de la recaudación.
¿Cuánto dura eso? Este mes se habla de rebajas salariales
del ocho por ciento, ¿y si el mes próximo son del veinte
por ciento?
Buen resumen: todo depende de una variable. Somos un país
hipotecado, que trabaja para el banco.
Es evidente que a usted este ajustazo no le parece una salida. Supongamos
que baja un poco la fiebre y permite pensar en qué hacer, ¿qué
pasos tomaría usted?
Yo pararía acá. El dilema es si estas reglas de juego
son sostenibles hasta si con estas medidas extremas se ponen en marcha
mecanismos que generan cierta reactivación, de crecimiento, como
espera el Gobierno. Si las medidas no funcionan...
¿Dolarizar?
De ninguna manera. Igual, ya estamos en buena parte dolarizados,
ya destruimos nuestra moneda desde hace años, la terminamos de
matar con la hiperinflación. Ahora no hay política monetaria
posible, no hay prestamista de última instancia.
¿Devaluar?
Está todo atado, está la deuda, está la dolarización
de buena parte de la economía. Seguir con la reglas del juego implica
un costo terrible, salir una gran incertidumbre. No me pida propuestas,
yo quiero hacer descripciones.
¿De la Rúa puede pilotear esto?
Le tocó un barco que tiene el timón clavado, para
que no cambie de rumbo aunque quisiera.
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