Por
Martin Kettle y
Richard Norton-Taylor *
Desde Washington y Londres
La
determinación del presidente George W. Bush de desafiar a sus críticos
y avanzar con su sistema de defensa antimisilies (NMD) recibió
ayer un importante espaldarazo político cuando un test sobre el
océano Pacífico fue el primer éxito directo en casi
dos años. Los expertos del Pentágono destruyeron un misil
balístico intercontinental a 240 km sobre la superficie terrestre,
después de que el año pasado dos fracasos sucesivos en pruebas
similares amenazaran con que todo NMD pareciera técnicamente inviable.
Moscú y Pekín advirtieron ayer que el plan que favorece
Bush viola el tratado ABM de limitación de misiles balísticos
de 1972 y que es el lanzamiento de una nueva carrera de armamentos.
El test de ayer costó 100 millones de dólares. Viajando
a una velocidad de más de 25.000 km/h, un misil-antimisil de 1,
5 metros, lanzado desde el atolón de Kwajalein en las islas Marshall
(océano Pacífico), alcanzó al misil Minuteman II
lanzado 29 minutos antes desde una base de la Fuerza Aérea en Vandenberg
(California). Al chocar, se produjo inmediatamente una aureola blanca
que provocó a su vez el júbilo desbordante de los técnicos
militares norteamericanos. Hasta ahora, todo parece indicar que
todo salió bien, dijo el teniente general Ronald Kadish,
director de programa de defensa misilística del Pentágono.
Vamos a apurarnos a hacer el próximo test, agregó.
El éxito de ayer tuvo lugar sólo días después
de que el Pentágono confirmara que había priorizado la construcción
del sistema de misiles, y que pretendía tener funcionando un sistema
incompleto para el momento de la elección presidencial de 2004.
Bush le pidió al Congreso un aumento del 57 por ciento en el presupuesto
de investigación y desarrollo misilístico para 2002. Un
fracaso en el día de ayer hubiera reunido a la oposición
en un Senado cuyo orden del día está en manos de los opositores
demócratas. El éxito hace que esto resulte menos probable.
El presidente Bush se mostró complacido, pero evitó exhibir
esa satisfacción. Pero el alivio de toda su administración
era inocultable, porque sus repercusiones nacionales e internacionales
son enormes. Vamos a poner el plan en el primer lugar de nuestra
agenda, dijo el líder republicano del Senado Trent Lott.
Bush debe encontrarse con el presidente ruso Vladimir Putin en la cumbre
del G-8 que empieza el viernes en Génova (ver nota páginas
20-21). La defensa misilística y otras cuestiones están
en la agenda bilateral. Esta semana Putin se encontrará con el
presidente chino Jiang Zemin en Moscú. Y Bush visitará Gran
Bretaña antes de ir a Génova.
A pesar de que en las últimas semanas la oposición rusa
a los planes norteamericanos para el escudo antimisiles se habían
morigerado, la respuesta de Moscú fue limpia e inmediata. Alexander
Yakovenko, principal vocero de Relaciones Exteriores, preguntó
por qué había que amenazar la entera arquitectura
de los acuerdos de desarme y de no proliferación nuclear, basado
en el tratado ABM de 1972.
Rusia mantiene que el ABM fue la basa de la estabilidad global por décadas,
y advirtió que si Estados Unidos persiste en su sistema de defensa
antimisiles, los rusos considerarán como nulos todos los tratados
bilaterales existentes de control de armas. Putin amenazó que Rusia
responderá a cualquier acción unilateral norteamericana
multiplicando las cabezas nucleares en sus misiles. China fue aún
más estentórea en su condena, tal como venía siéndolo.
Dijo que la comunidad internacional estaba en contra del plan
de Bush, y que éste era un estímulo a la proliferación
nuclear.
*
De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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