Por
Silvina Friera
La
pequeña Valentina, la nieta de Estela Carlotto, presidenta de Abuelas
de Plaza de Mayo, abre la puerta del ascensor y cuenta que no tuvo clases
porque no les pagan a los maestros. Entusiasmada con su rol
de anfitriona, recibe con el encanto de sus diez años a María
José Gabín, Mariana Richaudeau y José María
Gutiérrez, tres de los muchísimos actores que encarnaron
a nietos de desaparecidos en el ciclo Teatro por la identidad.
De a poco van apareciendo las dueñas de casa, las abuelas Carlotto,
Alba Lanzilloto y Argentina Rojo, contentas por los resultados de esta
movida artística, social y cultural, que nació el año
pasado con la precursora A propósito de la duda, un montaje con
dramaturgia de Patricia Zangaro y dirección de Daniel Fanego. Las
Abuelas transmiten una energía contagiosa, como jóvenes
a punto de ir a un recital de rock. Ofrecen café y galletitas mientras
comentan detalles de algunas de las 41 piezas semimontadas y del éxito
impresionante que tuvo la experiencia. Nos llaman abridoras
de caminos porque iniciamos la búsqueda de desaparecidos. Transformamos
las lágrimas en fuerza para la lucha. No vivimos llorando, no estamos
cerradas, rencorosas, ni con odios. Esta tarea no puede terminar con nuestras
vidas. Sin duda, los jóvenes tomarán el relevo, comenta
Carlotto a Página/12.
El día en que el riesgo país trepó a los 1500 puntos,
Gutiérrez, que interpretó al que sería, simbólicamente,
el último nieto vivo en 2053, en El Inocente, de Jorge Huertas,
sostiene que la respuesta del público responde a una necesidad.
Hablamos de la dignidad del hombre, del deseo de un mundo mejor,
de que no se repitan las mismas atrocidades. Hoy escuchamos noticias sobre
la economía que son feroces, dice el prestigioso actor, con
una extensa trayectoria en el teatro y la televisión. Es
un genocidio económico, porque están destrozándonos.
Me pregunto qué pasa con los jóvenes, qué se les
ofrece, qué expectativas tienen. Creo que nuestra labor es alentar
a los chicos, decirles que hay esperanza, pero que tenemos que estar todos
juntos, porque la esperanza es una construcción social. Teatro
por la identidad es un bálsamo dentro de este clima que estamos
viviendo, opina Carlotto. El arte no necesariamente tiene
que servir para algo. Sin embargo, lo impresionante es cómo mucho
público joven se enteró de una problemática que desconocía.
En este sentido, los actores cumplimos una función social única,
analiza Gabín, que trabajó en La Entrevista, escrita por
el debutante Bruno Luciani.
Los resultados del ciclo fueron contundentes: desde el 9 de abril hasta
el lunes pasado, más de 30.000
personas vieron las 41 obras del ciclo. Sentir el aplauso del público
y el agradecimiento de toda la gente me ha movilizado como ningún
otro trabajo, me ha modificado también como actriz. Me saludaban
muchas abuelas y se me ponía la piel de gallina, porque seguramente
ellas veían reflejada parte de su historia en muchas de las obras,
de una manera artística, ficcional y metafórica, agrega
la ex Gambas al ajillo. Para Richaudeau, esa nieta inolvidable de Blanco
sobre Blanco, escrita por Alejandro Mateo, Ita Scaramuzza y Alfredo Rosenbaum,
Teatro por la identidad logró torcer el rumbo del individualismo
feroz que se inculca en la sociedad. Me conmovió ver a mis
compañeros, muchos actores jóvenes, con o sin experiencia,
con ganas de descubrir cuál es la función social del artista.
Fue un espacio generador de ideas, porque siento que el público
se llevó alguna reflexión, algo que comentar en su casa,
con los amigos, señala la actriz. Tengo la edad (25)
de la generación de los hijos de desaparecidos y me honra mucho
esta pertenencia. Los jóvenes tenemos el derecho a saber lo que
pasó en libertad y sin miedo. Sin el ejemplo de las Abuelas nada
de esto hubierasido posible, advierte Richaudeau. Lanzilloto habla
con la satisfacción de la misión cumplida. Cuando
tiene un motivo, la gente sale a la calle y no tiene miedo, admite.
Lanzilloto alude a una reflexión que escuchó en boca del
sindicalista de la CTA, Víctor De Gennaro: Las calles peligrosas
son las calles vacías. Gabín asegura que las seiscientas
personas, entre actores, directores, dramaturgos, escenógrafos,
vestuaristas, iluminadores y empresarios de las salas que impulsaron el
ciclo, se pusieron en acción como una forma de resistencia. Cuando
mirás el país sentís que todo te arrastra hacia la
opresión económica. Lo que más rescato de H.I.J.O.S
y Abuelas es que no se sentaron a llorar. Al contrario, salieron a luchar
contra el olvido. Ellos son una voz de resistencia que no debemos perder
nunca porque es lo único que nos salva, apunta la actriz.
¿En qué medida el teatro contribuyó a divulgar
la causa de Abuelas?
José María Gutiérrez: Les dimos una mano. Estuve
en un ámbito parecido como fue Teatro Abierto. La diferencia es
que la totalidad de los actores que participaron eran primerísimas
figuras, con una conciencia formada, desde el punto de vista de la vida
y con respecto al arte y a la política. Lo fabuloso de este trabajo
fue que los jóvenes actores, que recién están iniciando
sus primeras armas sobre el escenario, han recibido del público,
de las Abuelas, un eco que los ha marcado. Por eso, este movimiento tiene
que seguir. Afortunadamente, es un fenómeno contagioso y no hay
que vacunarse.
María José Gabín: Fue un canalizador diferente
del mensaje institucional de Abuelas. A través de la ficción
existe otra entrada de acceso a la verdad. Siempre me pregunto cuántos
chicos de más de 20 años, que han tenido una vida fuera
de la realidad porque no conocían su identidad, pudieron sentir
dudas desde un lugar lateral, simplemente como espectadores. Debe ser
muy fuerte llamar por teléfono y decir: Yo dudo. Teatro
por la identidad sirve como un vehículo para que esos chicos puedan
dar ese paso. Además, esta experiencia tiene que sentar las bases
para darnos cuenta de que hay una preocupación por la identidad,
un tema que uno puede pensar que pasó hace tanto tiempo, que sólo
quienes lo padecieron están interesados. Sin embargo, el público
se aproximó con muchísima pasión, especialmente los
jóvenes.
Mariana Richaudeau: Creo que sembramos el deseo de que se propague
la duda, de averiguar, de que alguien del interior sienta la necesidad
de generar una movida desde sus propios lugares con el tema de la identidad.
Estela Carlotto: El trabajo del actor es un acto de amor permanente
porque siempre se entrega al público. Fue masivo, una explosión
inédita. La actividad grupal de la gente de teatro llevará
al encuentro de nuestros chicos. Sesenta y tres jóvenes vinieron
después de la obra a buscar su identidad. ¿Cuántos
posibles nietos hay dentro de esta cantidad de chicos que se sacaron sangre
para compararla con la de sus posibles abuelos?. Falta tanto para encontrar
a todos, que creo que los actores van a quedar enganchados para siempre
con la institución Abuelas. En los últimos viajes que hice
al exterior, llevé el video de A propósito de la duda, y
la gente se sorprendía, decía que era un fenómeno
único. Es uno de los numerosos esfuerzos de la sociedad
para evitar el olvido, para cultivar la memoria, para estar presentes
en el camino de la historia.
Alba Lanzilloto: Lo novedoso es cómo a través de una
obra de teatro se presenta la realidad desde tantos ángulos, que
es imposible que alguien que duda no se de cuenta de la verdad. Contracciones
(de Marta Bertoldi) plantea una situación terrible. Veía
a la mamá en su hamaca hablándole a su futuro bebé
y a la hija de esa señora, que creía que era otra persona
y que también le habla a su futuro hijo. Tengo una hermana desaparecida
que estaba embarazada y sé lo madraza que era. Yo me la imaginaba
a Anita diciendo lo mismo. Algo similar me sucedió con la obra
sobre el último nieto en 2053. Dentro de algunos años, puede
darse esa situación, que losbisnietos quieran averiguar sobre su
identidad. Yo soy mujer de un poeta y estoy convencida de que el arte,
por el sólo hecho de existir tiene valor, no necesita mandar mensajes.
|