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TEATRO POR LA IDENTIDAD TERMINO, PERO SIGUE SIENDO OBJETO DE DEBATE
“Esto lleva al encuentro de nuestros chicos”

Abuelas de Plaza de Mayo en la vida real (Estela Carlotto, Alba Lanzilloto y Argentina Rojo) y nietos de desaparecidos en la ficción (María José Gabín, Mariana Richaudeau y José María Gutiérrez) coincidieron en que el ciclo gratuito fue un rotundo éxito: 30 mil personas vieron las 41 obras presentadas.

Por Silvina Friera

La pequeña Valentina, la nieta de Estela Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, abre la puerta del ascensor y cuenta que no tuvo clases porque “no les pagan a los maestros”. Entusiasmada con su rol de anfitriona, recibe con el encanto de sus diez años a María José Gabín, Mariana Richaudeau y José María Gutiérrez, tres de los muchísimos actores que encarnaron a nietos de desaparecidos en el ciclo “Teatro por la identidad”. De a poco van apareciendo las dueñas de casa, las abuelas Carlotto, Alba Lanzilloto y Argentina Rojo, contentas por los resultados de esta movida artística, social y cultural, que nació el año pasado con la precursora A propósito de la duda, un montaje con dramaturgia de Patricia Zangaro y dirección de Daniel Fanego. Las Abuelas transmiten una energía contagiosa, como jóvenes a punto de ir a un recital de rock. Ofrecen café y galletitas mientras comentan detalles de algunas de las 41 piezas semimontadas y del éxito “impresionante” que tuvo la experiencia. “Nos llaman abridoras de caminos porque iniciamos la búsqueda de desaparecidos. Transformamos las lágrimas en fuerza para la lucha. No vivimos llorando, no estamos cerradas, rencorosas, ni con odios. Esta tarea no puede terminar con nuestras vidas. Sin duda, los jóvenes tomarán el relevo”, comenta Carlotto a Página/12.
El día en que el riesgo país trepó a los 1500 puntos, Gutiérrez, que interpretó al que sería, simbólicamente, el último nieto vivo en 2053, en El Inocente, de Jorge Huertas, sostiene que la respuesta del público responde a una necesidad. “Hablamos de la dignidad del hombre, del deseo de un mundo mejor, de que no se repitan las mismas atrocidades. Hoy escuchamos noticias sobre la economía que son feroces”, dice el prestigioso actor, con una extensa trayectoria en el teatro y la televisión. “Es un genocidio económico, porque están destrozándonos. Me pregunto qué pasa con los jóvenes, qué se les ofrece, qué expectativas tienen. Creo que nuestra labor es alentar a los chicos, decirles que hay esperanza, pero que tenemos que estar todos juntos, porque la esperanza es una construcción social. “Teatro por la identidad” es un bálsamo dentro de este clima que estamos viviendo”, opina Carlotto. “El arte no necesariamente tiene que servir para algo. Sin embargo, lo impresionante es cómo mucho público joven se enteró de una problemática que desconocía. En este sentido, los actores cumplimos una función social única”, analiza Gabín, que trabajó en La Entrevista, escrita por el debutante Bruno Luciani.
Los resultados del ciclo fueron contundentes: desde el 9 de abril hasta el lunes pasado, más de 30.000 personas vieron las 41 obras del ciclo. “Sentir el aplauso del público y el agradecimiento de toda la gente me ha movilizado como ningún otro trabajo, me ha modificado también como actriz. Me saludaban muchas abuelas y se me ponía la piel de gallina, porque seguramente ellas veían reflejada parte de su historia en muchas de las obras, de una manera artística, ficcional y metafórica”, agrega la ex Gambas al ajillo. Para Richaudeau, esa nieta inolvidable de Blanco sobre Blanco, escrita por Alejandro Mateo, Ita Scaramuzza y Alfredo Rosenbaum, Teatro por la identidad logró torcer el rumbo del individualismo feroz que se inculca en la sociedad. “Me conmovió ver a mis compañeros, muchos actores jóvenes, con o sin experiencia, con ganas de descubrir cuál es la función social del artista. Fue un espacio generador de ideas, porque siento que el público se llevó alguna reflexión, algo que comentar en su casa, con los amigos”, señala la actriz. “Tengo la edad (25) de la generación de los hijos de desaparecidos y me honra mucho esta pertenencia. Los jóvenes tenemos el derecho a saber lo que pasó en libertad y sin miedo. Sin el ejemplo de las Abuelas nada de esto hubierasido posible”, advierte Richaudeau. Lanzilloto habla con la satisfacción de la misión cumplida. “Cuando tiene un motivo, la gente sale a la calle y no tiene miedo”, admite. Lanzilloto alude a una reflexión que escuchó en boca del sindicalista de la CTA, Víctor De Gennaro: “Las calles peligrosas son las calles vacías”. Gabín asegura que las seiscientas personas, entre actores, directores, dramaturgos, escenógrafos, vestuaristas, iluminadores y empresarios de las salas que impulsaron el ciclo, se pusieron en acción como una forma de resistencia. “Cuando mirás el país sentís que todo te arrastra hacia la opresión económica. Lo que más rescato de H.I.J.O.S y Abuelas es que no se sentaron a llorar. Al contrario, salieron a luchar contra el olvido. Ellos son una voz de resistencia que no debemos perder nunca porque es lo único que nos salva”, apunta la actriz.
–¿En qué medida el teatro contribuyó a divulgar la causa de Abuelas?
José María Gutiérrez: –Les dimos una mano. Estuve en un ámbito parecido como fue Teatro Abierto. La diferencia es que la totalidad de los actores que participaron eran primerísimas figuras, con una conciencia formada, desde el punto de vista de la vida y con respecto al arte y a la política. Lo fabuloso de este trabajo fue que los jóvenes actores, que recién están iniciando sus primeras armas sobre el escenario, han recibido del público, de las Abuelas, un eco que los ha marcado. Por eso, este movimiento tiene que seguir. Afortunadamente, es un fenómeno contagioso y no hay que vacunarse.
María José Gabín: –Fue un canalizador diferente del mensaje institucional de Abuelas. A través de la ficción existe otra entrada de acceso a la verdad. Siempre me pregunto cuántos chicos de más de 20 años, que han tenido una vida fuera de la realidad porque no conocían su identidad, pudieron sentir dudas desde un lugar lateral, simplemente como espectadores. Debe ser muy fuerte llamar por teléfono y decir: “Yo dudo”. Teatro por la identidad sirve como un vehículo para que esos chicos puedan dar ese paso. Además, esta experiencia tiene que sentar las bases para darnos cuenta de que hay una preocupación por la identidad, un tema que uno puede pensar que pasó hace tanto tiempo, que sólo quienes lo padecieron están interesados. Sin embargo, el público se aproximó con muchísima pasión, especialmente los jóvenes.
Mariana Richaudeau: –Creo que sembramos el deseo de que se propague la duda, de averiguar, de que alguien del interior sienta la necesidad de generar una movida desde sus propios lugares con el tema de la identidad.
Estela Carlotto: –El trabajo del actor es un acto de amor permanente porque siempre se entrega al público. Fue masivo, una explosión inédita. La actividad grupal de la gente de teatro llevará al encuentro de nuestros chicos. Sesenta y tres jóvenes vinieron después de la obra a buscar su identidad. ¿Cuántos posibles nietos hay dentro de esta cantidad de chicos que se sacaron sangre para compararla con la de sus posibles abuelos?. Falta tanto para encontrar a todos, que creo que los actores van a quedar enganchados para siempre con la institución Abuelas. En los últimos viajes que hice al exterior, llevé el video de A propósito de la duda, y la gente se sorprendía, decía que era un fenómeno “único”. Es uno de los numerosos esfuerzos de la sociedad para evitar el olvido, para cultivar la memoria, para estar presentes en el camino de la historia.
Alba Lanzilloto: –Lo novedoso es cómo a través de una obra de teatro se presenta la realidad desde tantos ángulos, que es imposible que alguien que duda no se de cuenta de la verdad. Contracciones (de Marta Bertoldi) plantea una situación terrible. Veía a la mamá en su hamaca hablándole a su futuro bebé y a la hija de esa señora, que creía que era otra persona y que también le habla a su futuro hijo. Tengo una hermana desaparecida que estaba embarazada y sé lo madraza que era. Yo me la imaginaba a Anita diciendo lo mismo. Algo similar me sucedió con la obra sobre el último nieto en 2053. Dentro de algunos años, puede darse esa situación, que losbisnietos quieran averiguar sobre su identidad. Yo soy mujer de un poeta y estoy convencida de que el arte, por el sólo hecho de existir tiene valor, no necesita mandar mensajes.

 

 

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