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El Gobierno mira de reojo a los mercados, un poco más aliviado

El consenso con los peronistas descomprimió tensiones. Alfonsín y el Frepaso, mientras no rompan, no preocupan. La huelga, piensan en la Rosada, tendrá adhesión masiva pero no repercusiones políticas. El Gobierno respira un poco mientras espera que baje el riesgo país.

Por José Natanson

Dificultosamente, el Gobierno pudo dar ayer un paso más en la ratificación del severísimo ajuste anunciado la semana pasada: el jefe de Gabinete, Crhystian Colombo, anunció que los 14 gobernadores peronistas firmarán hoy el Pacto de Independencia, el curioso nombre con que bautizaron la política de déficit cero. A pesar de que Fernando de la Rúa esquivó olímpicamente la propuesta alternativa que le alcanzaron el fin de semana, la UCR se mantuvo en un silencio cauto (Raúl Alfonsín no declaró la separación partido-Gobierno que temían en la Rosada); el Frepaso, sumido en un estado de asamblea, no retiró sus hombres del Ejecutivo. En medio de este panorama optimista, los cansados funcionarios registraban ayer dos focos de preocupación: el paro general anunciado para el jueves (ver página 6), y la incipiente ofensiva legislativa planeada por radicales y frepasistas para incorporar a través de una ley algunos puntos de la propuesta elaborada en la casa de Raúl Alfonsín.
u Gobernadores: fueron el centro de atención durante todo el día de ayer. A las diez de la noche, después de gritos y reuniones, aceptaron el compromiso que los aliancistas habían subscrito el domingo. Introdujeron algunas modificaciones y, como anoche había varios ausentes, decidieron que el acuerdo (y la foto) se cerrarán hoy a las diez en la Casa Rosada.
“Tenían reclamos puntuales: vencimientos, bonos, deudas. Cuando se dieron cuenta de que había voluntad del Gobierno para ayudarlos, y que había chances para el bono federal, aceptaron”, definían anoche en el Gobierno.
Según decían en la Rosada, nunca dudaron de que los gobernadores peronistas finalmente apoyarían el recorte. “El documento dice que van a acompañar la política de déficit cero, pero no especifica cómo. Además, salvo tres provincias, ellos tenían los mismos problemas de financiamiento que nosotros. Fue una coincidencia de intereses objetiva”, aseguraban.
u UCR: el partido, y especialmente la figura de Alfonsín, fueron la mayor preocupación del Gobierno durante los últimos días. Pero el jefe radical nunca se animó a dar el gran paso, a declarar la emancipación total del radicalismo respecto del Gobierno. “No quiere que le tiren la crisis por la cabeza”, explicaban en la Rosada la tibia respuesta de Alfonsín: al final, ni siquiera una alusión directa por parte de De la Rúa en su discurso del domingo –criticó a los que devaluaron– lo impulsó a romper formalmente con el Gobierno. “Esperábamos cuestionamientos. Es lógico. Pero lo central era que no se cortaran las relaciones”, aseguraba ayer por la tarde un importante un funcionario a Página/12.
u Frepaso: la situación es parecida. El mayor temor del Gobierno –el retiro masivo de todos los funcionarios frepasistas, especialmente del ministro de Desarrollo Social, Juan Pablo Cafiero– estuvo lejos de cumplirse. Hay focos de resistencia, que seguramente se irán expandiendo, y un estado de virtual asamblea, pero hasta ahora el Frepaso no adoptó una posición rupturista.
Según decían ayer en el Gobierno, el objetivo no es, como se pensó en los momentos más difíciles del fin de semana, desprenderse del andamiaje partidario, sino tratar de evitar las críticas en voz alta de las fuerzas políticas de la Alianza. “Ahora tenemos que ir construyendo más legitimidad”, era la definición que daban en la Rosada.
Con los gobernadores peronistas, el radicalismo y el Frepaso bajo control (al menos por ahora), en el Gobierno comenzaron a observar con preocupación dos nuevos frentes de conflicto:
u Sindicalismo: ayer, la ministra de Trabajo, Patricia Bullrich, se comunicó telefónicamente con el titular de la CGT oficial, Rodolfo Daer. A pesar del diálogo amable, los sindicalistas de las tres centrales finalmente se decidieron a convocar a un paro general para el jueves. “Va a ser fuerte, de eso no tenemos dudas. Pero por más importantes que sean, los paros tienen un efecto restringido: la gente está tan enojada con los sindicalistas como con los políticos y el efecto se diluye después de un par de días”, aseguraban ayer en el Gobierno.
u El Congreso: el bloque de diputados de la Alianza es uno de los pocos ámbitos en donde la coalición sigue funcionando de acuerdo a su versión original, con un aceitado diálogo radical-frepasista. Ayer, los diputados cruzaron llamados durante todo el día, preconfigurando una ofensiva para derogar el recorte e incorporar las propuestas de la Alianza.
Aunque admitían cierta inquietud, en el Gobierno creen que la cosa no pasará a mayores. Un ministro cercano a De la Rúa explicó que algunos puntos de la iniciativa preparada en la casa de Alfonsín, como la marcha atrás en el impuesto a las naftas, podrían incorporarse. “Pero sólo después de que haya un gesto fuerte de los partidos, después de que voten las leyes para bajar los sueldos del Poder Legislativo y Judicial y la extensión del impuesto al cheque”, aseguró.
u Mercados: son, al fin y al cabo, los destinatarios de todo este ajetreo. Ayer no hubo despacho oficial que no se conectara con la city, donde las variables no entraron en la dinámica caótica que muchos preveían: el riesgo país subió levemente, ubicándose en 1629, y la Bolsa bajó un poco. “La recuperación va a ser lenta. Los operadores financieros más especulativos estaban jugados a que todo se caía. Por eso van a esperar al menos hasta fin de mes para ver si efectivamente se cumple con el recorte. La confianza se consigue con tiempo”, decía ayer un funcionario que participó de las negociaciones de estos días. Cansado luego de tanto trabajo, apenas se animaba a arriesgar un pronóstico: “para que el riesgo país baje a 1000 puntos va a haber que esperar quince o veinte días. Pero nunca se sabe”, decía.


PRESTAN 500 MILLONES AL GOBIERNO
Ayudita de los bancos

Los bancos decidieron salir al rescate del Gobierno. Al igual que un grupo de empresas encabezadas por Repsol-YPF, los 112 bancos que operan en la plaza local confirmaron ayer un aporte por 500 millones de dólares. El desembolso será tomado a cuenta de la liquidación del impuesto a las Ganancias que las entidades financieras deben realizar en 2003 y 2004. Será un anticipo a una tasa de interés cero.
El Gobierno destinará los recursos a capitalizar el fondo fiduciario de desarrollo provincial, con que se cubren vencimientos de deuda de los distritos del interior. Los primeros 200 millones de dólares serán aportados hoy mismo. Otro 30 por ciento (150 millones) dentro de un mes, y el resto, en 60 días.
La decisión de los bancos públicos y privados de realizar un aporte en medio de la crisis fue tomada ayer a la tarde, durante un encuentro multitudinario en el salón Bosch, en el tercer piso del Banco Central. El único funcionario presente fue el dueño de casa, Roque Maccarone. Según acordaron los propios banqueros, todas las entidades financieras harán su aporte sin excepción. Y el monto dependerá de la ubicación en el ranking de depósitos, a abril pasado.
De acuerdo a esta modalidad, el Nación será quien más dinero aporte: 72,2 millones ya que posee el 14,4 por ciento de los depósitos. Le siguen el Banco Provincia de Buenos Aires, Banco Galicia, BBVA Francés, Santander-Río y el BankBoston.
El apoyo de los bancos es una respuesta a la decisión de Domingo Cavallo a eliminar el déficit fiscal a través de un ajuste de unos 2300 millones de dólares para el período julio-diciembre.

 

 

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