Por
Irina Hauser
El
ministro de Economía, Domingo Cavallo, logró imponer una
modificación a la Ley de Etica Pública para flexibilizar
el régimen de incompatibilidades y de paso facilitar el nombramiento
del directorio que acompañará a Roque Maccarone al frente
del Banco Central (BCRA). El cambio de la ley se hizo por decreto, gracias
a la ley de superpoderes. Y repercutirá en todos los nombramientos
que el Gobierno haga de ahora en más: ya no será un impedimento
para acceder a cargos públicos haber trabajado para empresas vinculadas
al Estado o reguladas por él durante el año previo a la
asunción ni desempeñarse en ellas en el año posterior
a dejar el puesto.
El decreto que firmó el presidente Fernando de la Rúa en
medio de las turbulencias económicas, responde a un razonamiento
alentado por el superministro Cavallo: las restricciones impedían
que las personas calificadas accedan a funciones destacadas en la
Administración Pública Nacional o empresas privadas,
como dicen los fundamentos de la reforma. Un planteo que un asesor legal
del Poder Ejecutivo tradujo así: Estamos perdiendo la chance
de tener a las mejores personas para cada área. ¿O acaso
en el BCRA hay que terminar poniendo un músico en vez de banqueros
expertos o personas ligadas al sector empresario?.
Pedro Pou no es músico. Pero que sea empresario -.antiguo dueño,
por ejemplo, de las bodegas Navarro Correas-. y lo reivindiquen los banqueros
más poderosos del país no lo hizo un mejor funcionario en
los seis años al frente del Central. O al menos eso es lo que sostiene
el propio Cavallo, quien lo responsabiliza de haber provocado el actual
colapso económico. Pou se perpetuó en el BCRA aun durante
el gobierno de la Alianza, hasta que De la Rúa lo echó por
consejo del Senado en medio de acusaciones de no haber controlado eficazmente
al sistema financiero.
A la inversa, si es por el criterio que prioriza banqueros, a Enrique
Olivera no le exigieron habilidades financieras al nombrarlo presidente
del Banco Nación, y a Ricardo Gutiérrez tampoco al designarlo
titular de Banco de la Provincia de Buenos Aires.
La noción-modelo del banquero y el super empresario es la que prima
en la modificación que se hizo por decreto de una ley que al Congreso
le llevó años consensuar en un producto más o menos
digno. Entre los cambios introducidos se suprimió el texto que
establecía que las incompatibilidades se extendían al año
anterior o posterior al ingreso o egreso del funcionario. Aquella condición,
puntualizada en el artículo 15, estaba pensada para evitar que
quienes manejan información privilegiada en el Estado hagan uso
de ella en el sector privado, o viceversa.
Ahora sólo importa que las actividades no se superpongan, es decir,
que una misma persona evite cumplir simultáneamente funciones en
el sector público y en empresas privadas ligadas al Estado por
prestarle servicios, ser proveedora o estar bajo su control. Si trabaja
en la Administración Nacional, el único condicionamiento
es que se abstenga de intervenir -está claro que abstenerse es
un gesto voluntario en cuestiones relacionadas con las personas
o asuntos a los cuales estuvo vinculado en los últimos tres años
o tenga participación societaria. En caso de que se vaya
de la función pública, si tuvo intervención
decisoria en concesiones o privatizaciones de empresas o servicios
públicos tendrá vedada su actuación en los
entes o comisiones reguladoras correspondientes a los tres años
posteriores a la última adjudicación en la que haya participado.
Cómo se controlará esto, difícil tener certezas.
Por ahora, todo está centrado en la designación inminente
de cuatro directores del Banco Central (ver aparte). Aunque las riñas
entre los senadores continúen y tal vez los pliegos no vuelvan
a ser discutidos hasta agosto, habrá un obstáculo menos
gracias al decreto flexibilizador publicado en el Boletín oficial
el 2 de julio con el claro objetivo defacilitar el nombramiento. De hecho,
cuando Economía consultó a la Oficina Anticorrupción
(OA) en principio le pidió opinión sobre los cuatro casos
puntuales.
En un escrito el titular de la OA, José Massoni, recordó
que la Procuración del Tesoro ya dictaminó en otros casos
que la aplicación de los artículos de la Ley de Etica que
se refieren a conflictos de intereses no pueden ser entendidos y
aplicados mediante un apego automático e irreflexivo a sus términos
literales. Siguiendo esa línea, aunque sin dar aval directo
a los candidatos al BCRA ni sugerir que se cambie la ley por decreto,
Massoni dice que deberían excusarse de entender en aquellos
asuntos que estuvieran vinculados con las entidades financieras en particular
con las que tuvieron relación. Massoni busca destacar que
su opinión es de alcance limitado y que, en definitiva,
es el Senado quien aplica la ley en este caso. En el Ministerio de Justicia
es sabido que un buen sector de la OA no comulga con que la Ley de Etica
no sea aplicable a los legisladores y los jueces.
Tal como quedó amputada, la norma no sólo será aplicada
a los brazos económicos de la Administración Nacional sino
que tocará, entre otras, a salud y educación. Los argumentos
son los mismos en todos los casos y se basan en que las limitaciones (ya
erradicadas) afectan la eficiencia de las reparticiones estatales
y perjudican a la competitividad de la economía. Que
el perjuicio a la competitividad de la economía se refleja en la
imposibilidad de que el Estado reclute a sus funcionarios entre quienes
se encuentran actualmente en el ámbito de la actividad privada.
Que esto pone al Estado Nacional en inferioridad de condiciones
respecto de cualquier operador privado en mercados actualmente competitivos.
Y que eso afecta a la productividad global de la economía
argentina.
Son argumentos que buscan rematar en una conclusión: haciendo más
laxa una ley destinada a limitar la corrupción se pueden solucionar
las crisis económicas.
Los
cuatro candidatos
Por I. H.
Los
escollos de la Ley de Etica que preocupaban al Gobierno fueron los
que retrasaron el nombramiento del propio Roque Maccarone como presidente
del Banco Central. Los peronistas de la Comisión de Acuerdos
del Senado hicieron notar con cizaña que había sido
asesor del Banco Galicia hasta marzo de 2000. La designación
del sucesor de Pou finalmente quedó destrabada a fines de
mayo gracias a las gestiones de Domingo Cavallo y del jefe de Gabinete,
Chrystian Colombo.
Sin embargo, quedaron sin aprobación los pliegos de cuatro
candidatos a integrar el directorio con objeciones similares a las
que se le habían hecho al curriculum de Maccarone:
- Amalia Martínez Christensen que trabajó con
Cavallo y el actual viceministro Daniel Marx en la renegociación
de la deuda fue desde enero de 2000 asesora del directorio
del Banco de la Provincia de Buenos Aires en el sector de políticas
financieras y mercado de capitales, y jefa de proyecto IDEA-FUNDECE
sobre mejores prácticas de gobierno empresario.
- Felipe Murolo ex directivo del Central y del Banco Nación
en la gestión de Cavallo durante el menemismo, gestor del
Plan Bonex y superintendente de AFJP el año pasado
presidió el Banco Municipal de La Plata y desde este año
se incorporó como asesor del directorio del Banco de la Ciudad
de Buenos Aires.
- Hugo Bruzone fue asesor legal en el área Mercado de Capitales
del Banco Macro, entre marzo de 2000 y abril de 2001. Es un hombre
de confianza de Maccarone.
- Alfonso Prat Gay, postulado para vicepresidente del BCRA, es un
banquero de la City que viene trabajando en Londres desde 1999 como
jefe de investigación y estrategia de Monedas en J. P. Morgan.
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