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Juzgan a un ex embajador de 84 años por un homicidio en la calle

El fiscal pidió ayer tres años de prisión para Julio Alberto Pueyrredón Saavedra Lamas, un ex embajador apasionado por las armas. Iba a comprar leche cuando se topó con Osvaldo Rojas, quien habría intentado asaltarlo, y lo mató.

Por Cristian Alarcón

Esta la historia de un crimen sobre la calle Arenales, a las seis y media de la mañana, cuando aún duerme Recoleta. Pero no es la historia de un tiroteo entre ladrones y policías, ni la de una simple pelea callejera. Es la del cruce entre Osvaldo Rojas, un hombre de 26 años declarado insano por un diagnóstico psiquiátrico, bailantero, con un antecedente por robo, con Julio Alberto Pueyrredón Saavedra Lamas, entonces de 81 años, abogado, ex banquero, ex embajador, de linajes patricios varios y apasionado coleccionista de armas. Con una de ellas, un revólver calibre 38, fue que ese día, el 20 de septiembre de 1998, mató a Rojas porque, según jura, lo quisieron asaltar. Había salido a comprar leche y sandwiches para el desayuno. La calle estaba vacía, los porteros de la zona sólo escucharon dos disparos. Uno vio a Rojas caminar tambaleante y balbucear sus últimas palabras, antes de caer al piso. Ocho días más tarde la policía dio con el anciano de alta alcurnia. Ayer el fiscal solicitó tres años por “homicidio simple atenuado por el exceso en la legítima defensa. “Pudo haberlo amenazado, disparado al suelo, pero lo mató”, dijo.
El pasado de estos hombres de clases tan distantes, acaso símbolos de dos argentinas en tiempos en que la polarización crece, salió al ruedo durante el proceso judicial que comenzó con el asesinato. Fue sobre todo la defensa –a cargo de Miguel Angel Pierri, abogado de la familia del cantante Rodrigo Bueno– quien hizo hincapié en los antecedentes del muchacho, y en que Pueyrredón es “una víctima de la violencia callejera”. Ayer fue el día de los alegatos. Pierri confirmó que fue el con su arma quien disparó, pero en uso de su legítima defensa. “Seguramente fue víctima de un joven que robaba a ancianos. Es un privilegiado porque puede contarlo”, dijo y pidió a los jueces la absolución.
Para los abogados de la familia Rojas “se estaba encaminando. Tuvo un brote oligofrénico cuando era adolescente pero estaba estudiando panadería, tenía una novia y una pensión del Estado por cien pesos”.
La madrugada del 20 había ido a bailar con la chica a una bailanta de Once. Según ella, regresaron a la casa de él, en Jean Jaurés y Corrientes y luego salió a comprar cigarrillos. Pero se volvió a saber de Rojas a unas 30 cuadras. La versión del ex embajador es que cuando estaba cerca del quiosco tres hombres lo atacaron: uno lo agarró del cuello y otros dos intentaron aferrarlo. Al tercero le vio un cuchillo de cocina. Por eso no dudó en sacar el arma del bolsillo derecho del tapado y disparar “al aire”. En el forcejeo uno de sus agresores le habría bajado el brazo, y por eso la bala 38 fue a dar en el estómago de Rojas.
Después del incidente Pueyrredón decidió no denunciarlo. Caminó a su casa y allí se quedó, con algunas heridas, jura. La policía allanó su casa ocho días después. El comisario Larrosa, que entró al departamento de Arenales 1384, detalló que el anciano en el dormitorio intentó tomar un objeto que tenía oculto bajo las frazadas. Era un revolver Colt calibre 38 con seis cartuchos. Por eso decidieron registrar cada rincón del tres ambientes con vestidor en el que vivía con su mucama. La sorpresa no fue menor. Ayer, al preguntar a un perito forense sobre una posible paranoia del acusado, uno de los jueces detalló: “en el placard un revólver, una pistola, cartuchos; en una valija un revólver; en otra valija otro revólver; en el interior de la cocina un revólver, más cartuchos; en un vestidor una escopeta, un rifle; debajo de un sillón una ametralladora; en el armario de la cocina otra pistola”. En total eran 20 armas. Todas estaban cargadas. En el bolsillo del perramus estaba el 38 con el que se comprobó que fue asesinado Rojas.
Ayer el abogado de la querella, José Luis Fernández, hizo hincapié en “el polvorín” que tenía en su departamento, en su título de campeón de tiro y en la declaración de Nicolás Olivera, un portero de la cuadra que dijo que Pueyrredón –al fin y al cabo tataranieto de Cornelio Saavedra y descendiente de Martín de Pueyrredón– iba siempre armado y con un elegante bastón de madera con un estile disimulado en la punta. Pierrialegó que su defendido tenía el revolver en el bolsillo porque el día anterior se lo había devuelto su amigo, el embajador José María Figuerola, a quien se lo había prestado. Y explicó que hubo un tiempo en que el coleccionista vivía en un palacete de la calle Austria con espacio suficiente para mostrarlas sobre la pared. El fiscal Luis Misculín no se detuvo en las armas. Ni en el pasado de titulos y cargos del acusado. Pero consideró posible un ataque. “Rojas era proclive a este tipo de hechos”, dijo. Y aunque sin testigos directos, pidió tres años para el anciano de armas llevar, porque se habría defendido “sobrepasando los límites de la racionalidad”.

Un testigo para Trovato

Por C.A.

No sólo que Julio Pueyrredón Saavedra Lamas tuvo tantos cargos como armas, sino que es descendiente directo de Martín de Pueyrredón, tataranieto de Cornelio Saavedra, hijo del intendente de Buenos Aires durante el gobierno de Castillo y nieto del Premio Nobel de la Paz Carlos Saavedra Lamas. Pero sus relaciones sociales no terminan en los ilustres apellidos. Hace poco más de dos años, durante el juicio al ex juez Francisco Trovato, Pueyrredón fue la estrella de una de las audiencias. Declaró que su amigo Trovato le había dado dinero para pagar el famoso placard por el que lo encarcelaron, con lo cual se intentaba demostrar que el juez había pagado el mueble y no la empresa Almagro Construcciones como parte de una coima. Aquella vez con su bastón, su saco de tweed, el pañuelo de seda en el bolsillo, arrancó carcajadas en el público y la ira de los jueces. “Me dijo que tenía tan buen gusto que quería que fuera a su casa a controlar el placard”, dijo entre un sinfín de autorreferencias y comentarios sobre su largo currículum con los que enojó a los jueces.

 

 

 

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