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ASALTARON UN BANCO Y TUVIERON REHENES DURANTE SEIS HORAS
Una tarde de puro terror en Flores

La llegada de la policía impidió que tres asaltantes del Banco Itaú de Flores escaparan: en cambio, tomaron más de 50 rehenes. Una mujer embarazada resultó herida. La negociación duró más de seis horas. Finalmente, se entregaron.

Por Horacio Cecchi

El reloj de la sucursal Flores del Itaú marcaba las 11.36. Un segundo antes, allí dentro, el tiempo se medía en demoras de caja o conteo de billetes. Un segundo después, para los 18 empleados y 46 clientes el tiempo cambió brutalmente de sentido: en ese momento tres jóvenes entraban al banco dispuestos a levantar lo que hubiera en caja. La primera intervención policial logró la detención de uno de ellos y la reacción de los dos restantes: dispararon contra los uniformados. Una mujer de 22 años y embarazada de 2 meses resultó gravemente herida. La policía estableció un doble cerco: hacia dentro, sitiando al banco. Hacia fuera, a los periodistas. A las 13.50, uno de los asaltantes se entregó, pero disfrazado de hijo de una rehén. Apenas pisó la vereda, lo vendió un tatuaje carcelario en la muñeca. El último, de 23 años y largo prontuario, fue soltando rehenes, pero se mantuvo firme, estirando el dramático paso de los segundos. Se entregó seis horas y media después de haber iniciado el asalto y de haber pedido la merienda: 10 pizzas, gaseosas y mate para todos los de adentro.
Pedernera 45 es el número de la sucursal del Itaú. Está ubicada a media cuadra de Rivadavia y de la Plaza Flores. Hasta hace poco tiempo, el local había sido ocupado por una sucursal del Buen Ayre. Pasadas las 11.30 de ayer, dos jóvenes entraron abruptamente al banco, mientras un tercero se quedaba de campana. “Me llevaron por delante. Yo creí que estaban apurados y salí caminando”, relató un cliente que no fue de la partida.
Ricardo Romero, de 25 años, Daniel Botte, de 29, y Luciano Javier Campo, de 23, se decidieron por la modalidad express. Planificación barata, escasa información previa, mucha audacia y velocidad de pies. Hubieran logrado 30 mil pesos y 600 dólares. Pero el minuto que debería haber durado el golpe se estiró a seis horas y media.
La mala performance empezó cuando el express aún era express y los asaltantes huían con el botín. Pero al pisar la vereda uno de ellos -Botte según los investigadores– se topó con un patrullero de la seccional 38ª. Intentó huir pero lo detuvieron. Estaba armado con una pistola 45 y una granada MK2. La escena fue vista por sus dos compañeros, que con dos pistolas comenzaron a disparar. En el intercambio, una bala hirió gravemente a una mujer de 22 años, embarazada, que intentaba huir con su hijo de tres años del cajero Link, ubicado a un costado de la entrada del banco. Se desplomó en la calle (ver aparte), mientras en el interior, Romero y Campo se refugiaban arreando empleados y rehenes hacia el fondo de la sucursal. Fueron cuatro o cinco minutos de gritos, llantos y caos. Todos cuerpo a tierra, debajo de los escritorios, mientras la incertidumbre ganaba el espectáculo.
A partir de ese momento, más de un centenar de uniformados de todo tipo, comandos del GEOF, de civil, altos jefes y demás, sitiaron el banco, ocupando techos y locales circundantes, cortando Rivadavia, Falcón y obviamente Pedernera, mientras un helicóptero sobrevolaba la zona y en los retenes comenzaban a reunirse los familiares de los rehenes.
A partir de la una del mediodía, la cantidad de rehenes molestaba a la bandita aún más que la propia policía. Comenzaron a desprenderse de ellos. Primero los ancianos y enfermos. Después, de a gotas, fueron soltando mujeres. Hubo un debate interno, una suerte de cooperativa entre dueños provisorios de la situación y dominados: ellos preguntaban cómo salir y los rehenes colaboraban con ideas. Intentaron los disfraces, hasta que a las 13.40 uno de los asaltantes, presumiblemente Romero, intentó pasar por hijo de una mujer descompuesta y a punto de ser liberada. Salieron los dos juntos. La mujer pasó: no tenía tatuajes en la muñeca. Romero quedó entre rejas.
Desde ese momento, hasta las 17, el tiempo se estiró más de lo que indican los relojes. La ansiedad se fue reuniendo en los rostros de los familiares. Se los podía identificar fácilmente entre los curiosos: elmiedo se les ve en la cara, en los movimientos acompasados de los pies o el tamborilear de los dedos, la vista clavada después de la esquina, dando la vuelta, traspasando el árbol y el patrullero. “Que se vayan, que les den lo que quieren, pero que los dejen ir”, susurraba la suegra de uno de los empleados a la mujer de otro. Sobre el umbral de una casa, en Falcón y R. Indarte, un padre escuchaba a través de un celular a su hijo. “Fue a pagar una factura y quedó adentro”. “Estamos bien, somos como cuarenta. Están tranquilos”, había dicho en la última comunicación, antes de que Romero dejara de ser hijo de una clienta.
El centro de operaciones policial se instaló frente al banco, en una vidriería. Allí recibieron a los liberados, allí desplegaron planos y el propio jefe policial Rubén Santos controló las maniobras. Entre tanto, Campo, que en su soledad amenazó con matar a todos y “salir con las patas para adelante”, terminó entregándose. Media hora antes, pidió diez pizzas de jamón y morrones, gaseosas, un mate y yerba. Después de la merienda, salió con la corbata de un cajero y las manos en alto.

“Seguro que son chicos buenos”

“Están tranquilos”, decía en voz baja y a través del celular, debajo de un escritorio, uno de los rehenes a su padre que se encontraba fuera. Y era cierto: después de los primeros minutos de violencia, los dos asaltantes que quedaron dentro se mostraron gentiles y caballeros. A tal punto que varias mujeres liberadas coincidieron en una encendida defensa de sus captores: “Nos trataron muy pero muy bien. Seguro que son chicos buenos, son muchachos muy jovencitos, y no quieren seguir con esto”, sostuvo una de ellas. “A mí hasta me dejaron hablar por teléfono para tranquilizar a mi familia”, aseguró otra. Diferentes testimonios relataron, además, que en todo momento los asaltantes aclaraban: “No les vamos a robar a ustedes. Queremos lo del banco. Y al banco no le hace nada porque tiene seguro”. El perfil de mosqueteros fue ganando terreno hasta la media tarde, cuando el último que mantenía la resistencia se descolgó con un pedido a cuenta de los federales: 10 grandes de jamón y morrones, gaseosas, cigarrillos y mate, para repartir entre tanta gente encerrada y con hambre de soluciones. “Hasta nos ofrecieron chocolates”, completó Yolanda Montenegro.

UNA EMBARAZADA RECIBIO UN BALAZO Y FUE OPERADA
La mujer en la línea de fuego

Está estable, su estado es delicado y hay que esperar su evolución en las próximas 48 horas; entonces se sabrá si el embarazo puede continuar. Corre serio riesgo.” Los médicos de guardia del hospital Alvarez fueron cautos en el diagnóstico sobre el estado de salud de Yolanda Firlan, de 22 años, herida en la región lumbar durante el enfrentamiento ocurrido ayer en el Banco Itaú de Flores. El director del hospital, Daniel Esteban Milessi, dijo que la bala que ingresó por la región lumbar derecha y salió por el glúteo izquierdo, afectó “la arteria femoral, el intestino delgado y el hígado”, provocando gran pérdida de sangre. Al daño físico se sumó el psicológico, ya que la mujer cayó herida cuando llevaba de la mano a su hijo de tres años y su esposo había sido tomado como rehén. El embarazo, de ocho semanas, podría ser afectado por las transfusiones y por la medicación que se le suministró a la mujer, que fue operada de urgencia.
“Fue tremendo ver a la mujer en el piso, herida, y al chiquito parado a su lado; era tremendo”, relató un testigo que estuvo dentro del banco cuando ocurrió el tiroteo. El niño fue llevado al hospital junto con su madre, en una ambulancia del SAME, y por unas horas estuvo en una sala de pediatría, con médicos y psicólogos, aunque no había sufrido herida ni golpe alguno. Debió quedarse en el establecimiento desde el mediodía hasta las tres de la tarde, cuando su padre –que había sido tomado como rehén– fue liberado y pudo ir a buscarlo.
Ninguno de los testigos vio el momento preciso en que Yolanda Firlan fue herida. “Era un caos y los ladrones habían dejado salir a otra mujer embarazada que aparentemente no tuvo ningún problema”, comentó una empleada del banco que fue tomada como rehén. El tiroteo comenzó cuando el primer policía uniformado ingresó al banco, luego de que uno de los empleados hiciera sonar la alarma. Al parecer la mujer herida estaba junto a las cajas y habría quedado en la línea de fuego.
Sobre el embarazo, el médico Francisco Alvarez, dijo anoche que “no se puede pronosticar el futuro y hay que esperar 48 horas para ver la evolución del postoperatorio”. Admitió que la situación “es sumamente riesgosa”. El titular del hospital, Daniel Milessi, precisó que durante la operación “hubo que hacerle un by-pass”, de modo tal que participaron también expertos en cirugía cardiovascular. Milessi sostuvo que el embarazo “lamentablemente pasó a ser un tema secundario, porque todavía estamos luchando para salvarle la vida a la madre”.
El director se manifestó pesimista porque “se le hicieron transfusiones de sangre, una operación reparadora muy importante y recibió medicamentos, lo que podría provocar la pérdida del embarazo”.

 

 

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