Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


En la pelea contra los gremios el
Gobierno tiene al “enemigo ideal”

La avanzada de Bullrich contra el paro, acompañada por Cavallo, está apoyada
en la mala imagen de los sindicalistas. Previsiones sobre el paro.

Cavallo y Bullrich piden que los trabajadores donen un día.

Por José Natanson

Envalentonado por la tibia reacción de la Alianza, por el acuerdo firmado con los gobernadores peronistas y por el precario equilibrio de los mercados, el Gobierno salió ayer a enfrentar a los sindicalistas, que mañana realizarán un paro en repudio al megarrecorte anunciado el fin de semana. La ministra de Trabajo, Patricia Bullrich, le pidió a los dirigentes gremiales que se bajen el sueldo como “gesto patriótico” y dijo que, en lugar del paro, los trabajadores podrían donar una hora de su trabajo a los jubilados (ver página 9). “Son los enemigos ideales”, admitían en la Rosada sobre los dirigentes gremiales, los únicos que los superan en imagen negativa.
Para entender mejor el cruce entre Bullrich y los gremialistas conviene tener en cuenta los acontecimientos de los últimos días. La semana pasada, jaqueado por la suba del riesgo país y la tasa de interés, con el crédito prácticamente cortado, el Gobierno anunció su política de déficit cero: un nuevo ajustazo en el sector público.
A pesar de que en principio la oposición parecía enorme, finalmente quedó claro que no era así: el radicalismo –y su jefe, Raúl Alfonsín– oscilaron entre la cautela y el silencio. El Frepaso hizo algo parecido. Los gobernadores peronistas, luego de unos días de reuniones, finalmente acompañaron el recorte. En medio de tanta tibieza, sólo el sindicalismo se animó a reaccionar: el lunes, las tres centrales sindicales anunciaron un paro conjunto para mañana.
El Gobierno ya había elegido a los sindicalistas como blanco. Primero fue Fernando de la Rúa, que en su discurso del domingo criticó a los que “paran el país”. Ayer lo imitó Bullrich: antes de ingresar a la Casa Rosada para el acto en el que se firmó el Pacto de Independencia con los gobernadores del PJ, la ministra le sugirió a los gremialistas que acompañen el recorte y se bajen el sueldo. Y, en su declaración más controvertida, le pidió a “los trabajadores que en vez de hacer el paro donen una hora de sus salarios para colaborar con un fondo solidario”.
La ministra insistió después. Dio instrucciones a sus colaboradores para que revisaran planillas y registros en busca de las cifras exactas de los salarios sindicales. Y, a través de un comunicado difundido ayer por el Ministerio de Trabajo, informó que si los gremios imitan al Estado nacional y reducen los haberes de sus dirigentes un 13 por ciento se conseguiría un ahorro de 156 millones de pesos.
En cuanto a la propuesta para que los trabajadores donen una hora, Bullrich aclaró a Página/12 que había querido decir lo siguiente: “cada paro le cuesta al país entre 600 y 1000 millones. También implica un costo para el trabajador, al que muchas veces les descuentan el día. Lo que yo dije es que sería bueno que esa plata, en lugar de perderse, fuera para subirles el sueldo a los jubilados”, explicó.
La estrategia de polarizar el enfrentamiento con el sindicalismo no es nueva. “Son los enemigos ideales”, confesaba ayer un funcionario muy cercano a De la Rúa. Y repasaba: el Gobierno ha decidido no enfrentarse con Alfonsín ni con el Frepaso, no puede hacerlo con el PJ, y mucho menos con el poder económico. Resultado: sólo quedan los gremios.
Para decidir la nueva ofensiva, en la Rosada analizaron un sondeo telefónico realizado ayer: indicó que el 70 por ciento de la población estaba en contra de la huelga y que el 80 por ciento estaba a favor de que los sindicalistas se recorten los sueldos. Sólo el paro de los estatales que se concretará hoy contó con un respaldo de casi el 50 por ciento de los consultados.
A pesar de las cifras, en el Gobierno admitían que la huelga de mañana será fuerte. “Siempre que para el transporte el paro es grande. Además,
la temperatura social no es la mejor”, explicaban. Sin embargo, estaban convencido de que el efecto político será limitado. “Los gremialistas están más deslegitimados que los políticos. Va a pasar lo mismo que losparos anteriores: por más fuerte que sean, el impacto se diluye después de un par de días”.
En cualquier caso, fue Patricia Bullrich la que salió a defender con energía las posición del Gobierno. Ya lo hizo otras veces: la última, cuando criticó a Juan Pablo Cafiero por sus declaraciones en General Mosconi. Parece sentirse cómoda en aquel lugar. Igual, no deja de ser curioso que en el reparto de roles dentro del Gabinete le haya tocado justamente a ella, una mujer de larga militancia peronista, el papel del funcionario duro.

 


 

CORTARON DURANTE 6 HORAS LA AUTOPISTA A LA PLATA
El piquete más anunciado

Por Martín Piqué

La caravana se había torcido a la derecha y avanzaba lentamente por el Camino General Belgrano. La autopista a La Plata estaba vacía, bloqueada por dos camionetas de la Bonaerense y un par de gendarmes que indicaban el desvío. Los automovilistas reprimían sus insultos, aunque otros parecían resignados, como si estuvieran acostumbrados a ese tipo de sorpresas. Desde sus vehículos no podían ver la causa de tanto lío, sólo los más atentos notaban la gruesa columna de humo que a lo lejos oscurecía el cielo gris de la tarde. A mil metros de allí, donde la humareda era más espesa y el olor a caucho quemado hacía picar la nariz, las preocupaciones eran mucho más urgentes.
Tres mil personas cortaban la ruta en ese remoto lugar del Conurbano, conocido como “la rotonda de Alpargatas”. Protestaban por el recorte de sueldos y jubilaciones dispuesto por el Gobierno, y pedían la liberación de los dirigentes Emilio Alí y Raúl Castells y de los piqueteros detenidos en Salta. Eran las cinco de la tarde. La multitud se preparaba para levantar la medida, que había cambiado la fisonomía habitual de ese rincón de Berazategui. La guardia de infantería se desplegaba delante de los alambrados de la fábrica Abbot, mientras los manifestantes se ordenaban detrás de una bandera celeste y blanca del Movimiento de Desocupados Teresa Rodríguez y marchaban hacia los colectivos que los llevarían de vuelta a Lanús, Glew, Almirante Brown, Florencio Varela y Francisco Solano. Atrás quedaban las fogatas y los árboles tirados sobre la ruta, utilizados como trinchera.
La marcha estaba compuesta por hombres y mujeres que llevaban banderas del Movimiento Teresa Rodríguez, del Movimiento de Trabajadores Desocupados de Lanús y Almirante Brown y de los Centros de Unidades Barriales de La Matanza. Muchos blandían palos y bates de béisbol y ocultaban sus rostros con bufandas y pasamontañas mientras gritaban con la voz afónica “¡Piqueteros... carajo!”, un cantito de los ‘70 actualizado al 2001. “La realidad es desastrosa, muchas veces hablamos de la miseria de Ruanda y Africa, pero hay que ver el interior del país y el interior del Conurbano para entender nuestros reclamos”, dijo a Página/12 Roberto Martino, uno de los líderes de la movilización, quien luego afirmó a este diario que la medida había sido decidida el jueves en un congreso nacional de desocupados al que asistieron representantes de Salta, Mar del Plata, Chaco y Neuquén. Allí se decidió llevar adelante un plan de lucha con “acciones simultáneas” en distintos puntos del país. “Parece que un gendarme puede actuar en Mosconi, Neuquén, Chubut y Chaco, pero cuando se trata de que unos cuantos desocupados van a actuar en solidaridad con los de otro lugar se ve algo conspirativo, maquiavélico”, se quejó Martino, consciente de las acusaciones de desestabilización que parten del Gobierno.

 

PRINCIPAL