Por Cristian Alarcón
El juez casi murmuró
la sentencia. Pero alcanzó a escucharse con claridad en la sala
que uno de los miembros del tribunal había votado en disidencia
por la absolución de Julio Pueyrredón Saavedra
Lamas. Entonces el mismo juez dijo que era de imaginar la votación
de los otros dos magistrados. Y leyó la condena: un año
de prisión en suspenso y diez de inhabilitación para el
uso de armas, además de un tratamiento médico psiquiátrico.
El hombre de 84 años, acusado de matar de un tiro a Osvaldo Rojas,
de 26 años, una madrugada de 1998, permaneció en su silla,
con la misma parsimonia que mostró durante todo el proceso. La
madre de Rojas, con lentes oscuros, se retiró llorando. Es
lo normal para alguien que tiene plata. La plata siempre lo será
todo y para la Justicia también. Yo soy así, no tengo nada,
dijo mostrando su propio cuerpo, su ropa, su sencillez contrastante con
el dandismo evidente del anciano patricio.
Fue un trámite muy corto el de la lectura del veredicto. La audiencia
iba a comenzar a las once de la mañana, pero se suspendió
hasta las dos de la tarde. Sentado, con su bastón a un costado,
el nudo inglés en la corbata, y un solo botón del saco prendido,
el hombre que fue embajador, dueño de un banco, de una aseguradora,
y miembro de la aristocracia porteña por herencia, clase y apellido,
juntaba como en un rezo las cuidadas manos de venas azules bajo una piel
transparente. Era una extraña situación en la que el hombre
esperaba una condena que en realidad no podía significarle la cárcel.
La querella, representando a la familia de Rojas, había pedido
la pena de un homicidio simple, sin ningún atenuante, que le hubieran
significado por lo menos ocho años. El fiscal había solicitado
una condena de tres años por homicidio con el atenuante de exceso
en legítima defensa, una pena excarcelable. Su abogado, Miguel
Angel Pierri el representante de la familia de Rodrigo había
requerido la absolución por legítima defensa.
En el fondo lo que el lunes había quedado en juego en el juicio
era si el Tribunal Oral 8 consideraría que Osvaldo Rojas pudo haber
intentado asaltar al anciano. Fueron cruciales en la decisión de
los jueces el antecedente por robo que tenía y algunas entradas
a comisarías. Sin embargo, no hubo pruebas directas de que a las
seis y media de la mañana del 20 de setiembre Rojas hubiera realmente
intentado robar junto a otras dos personas al viejito de bastón
y perramus negro que cruzaba la calle Arenales, cerca de Talcahuano, cuando
iba de su departamento a un kiosco para hacerse de leche y sandwiches
para su desayuno. En el juicio Pueyrredón volvió a contar
que tres hombres se le cruzaron, uno lo agarró con el brazo del
cuello y otro llevaba un cuchillo de cocina. El, dijo, sólo atinó
a sacar el revólver que accidentalmente llevaba en el bolsillo
de su sobretodo y disparó al aire, sin querer realmente matar al
ladrón.
Lo cierto es que nadie vio esa escena. El fiscal cuando pidió la
condena reconoció que las calles de Recoleta a la madrugada son
silenciosas y que era extraño que ni siquiera se hayan oído
corridas y gritos. Un portero vio el caminar tambaleante de un joven que
llego hasta él y alcanzó a decir me dieron dos tiros.
Ayudame. Le habían dado en realidad uno solo, en el estómago,
y se desangraba. Mientras tanto el anciano se había vuelto a refugiar
en su departamento, donde asegura que pasó los siguientes días
abrumado y con heridas producto de los golpes de los ladrones. La policía
interrogó a las personas que la madrugada estaban despiertas en
la zona. Habían visto al anciano. Uno de ellos declaró que
siempre iba armado, y que alguna vez había mostrado el revólver
en el bolsillo interior del perramus. El ex diplomático, y descendiente
tanto de Martín de Pueyrredón como de Cornelio Saavedra,
asegura que tenía el arma encima porque la noche anterior se la
había devuelto un amigo embajador. En su casa guardaba otras veinte,
de calibres variados, todas cargadas cuando las encontró la policía.
Ayer querellantes y defensores hicieron su balance. Pierri defendió
la actitud de su cliente. El arma le salvó la vida, tuvo
una conductalógica, dijo y atacó a Carlos Novellino,
el hombre que oficiaba de tutor judicial de Osvaldo Rojas. El muchacho
había pasado por el Neuropsiquiátrico Borda en su adolescencia
con diagnóstico de brote oligofrénico y había quedado
bajo su resguardo. Si ese tutor hubiera hecho bien las cosas el
chico estaría vivo, lamentó Pierri. José Luis
Fernández, el abogado de los Rojas, lo entendió de otra
manera: En este juicio la víctima era una persona que fue
muy pobre, con un antecedente muy menor por hurto de cinco años
atrás, y el victimario una persona que tuvo mucho poder. El Tribunal
buscó una sanción pero fue una sanción leve, como
una palmada. La diferencia de clases estaba en el ambiente y pesaba.
CINCO
PASAJEROS HERIDOS EN EZEIZA
Aterrizaje turbulento
Tres brasileños, un chileno
y un argentino tuvieron ayer un penoso aterrizaje en el país: resultaron
heridos cuando el avión de la empresa Lan Chile en que viajaban
de Santiago a Buenos Aires fue sacudido por una fuerte turbulencia, en
momentos en que según informó la Fuerza Aérea
no había en el cielo señal alguna que indicara posibles
dificultades en el recorrido. Dos de los heridos tuvieron traumatismo
de cráneo, uno con un corte profundo y otro con daños en
las vértebras cervicales, un tercero sufrió problemas en
la columna, otro tuvo daños en los dientes y el quinto en los huesos
del cuello.
Los lesionados fueron llevados del aeropuerto de Ezeiza en varias ambulancias
hasta un sanatorio privado de la Capital Federal, donde un herido con
un corte en profundo en la cabeza quedó en observación.
La información fue suministrada por jefe de prensa de la Fuerza
Aérea, comodoro Jorge Reta, quien relató que el accidente
se registró en el vuelo 601 de Lan Chile, que salió de Santiago
a las 8 (9 de Argentina) y llegó a Buenos Aires antes de las 11.
En el trayecto, el vuelo sufrió turbulencias en aire claro,
dijo Reta: eso sucede cuando no hay nubes ni algún otro elemento
que haga predecir que va a haber distorsiones en la atmósfera.
Lo cierto es que el avión, con 153 pasajeros y 12 tripulantes,
sufrió violentos sacudones y uno de los turistas golpeó
en el techo sobre su asiento y con el impacto deformó el
sector donde van las máscaras de oxígeno, detalló
Reta. Un comunicado de Lan Chile indicó que la nave se vio afectada
por turbulencias severas, mientras realizaba la aproximación
para aterrizar en el aeropuerto de Ezeiza.
En cuanto a si los pasajeros llevaban o no el cinturón de seguridad
colocado, no hubo información de ninguna de estas fuentes. Reta
dijo que la repartición se limitó a atender a los
pacientes y después a trasladarlos a la clínica.
Los lesionados fueron llevados primero al Departamento de Sanidad del
Aeropuerto de Ezeiza, desde donde los derivaron después de efectuarles
las primeras curaciones.
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