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Condena leve para un aristocrático
ex embajador que mató a un hombre

Un año de prisión en suspenso
y diez de inhabilitación para el
uso de armas fue la condena para Pueyrredón Saavedra Lamas.

Pueyrredón Saavedra mató a un hombre que habría querido matarlo.
A los 81 años había salido a comprar leche con un arma.

Por Cristian Alarcón

El juez casi murmuró la sentencia. Pero alcanzó a escucharse con claridad en la sala que uno de los miembros del tribunal había votado en disidencia por la “absolución” de Julio Pueyrredón Saavedra Lamas. Entonces el mismo juez dijo que era de imaginar la votación de los otros dos magistrados. Y leyó la condena: un año de prisión en suspenso y diez de inhabilitación para el uso de armas, además de un tratamiento médico psiquiátrico. El hombre de 84 años, acusado de matar de un tiro a Osvaldo Rojas, de 26 años, una madrugada de 1998, permaneció en su silla, con la misma parsimonia que mostró durante todo el proceso. La madre de Rojas, con lentes oscuros, se retiró llorando. “Es lo normal para alguien que tiene plata. La plata siempre lo será todo y para la Justicia también. Yo soy así, no tengo nada”, dijo mostrando su propio cuerpo, su ropa, su sencillez contrastante con el dandismo evidente del anciano patricio.
Fue un trámite muy corto el de la lectura del veredicto. La audiencia iba a comenzar a las once de la mañana, pero se suspendió hasta las dos de la tarde. Sentado, con su bastón a un costado, el nudo inglés en la corbata, y un solo botón del saco prendido, el hombre que fue embajador, dueño de un banco, de una aseguradora, y miembro de la aristocracia porteña por herencia, clase y apellido, juntaba como en un rezo las cuidadas manos de venas azules bajo una piel transparente. Era una extraña situación en la que el hombre esperaba una condena que en realidad no podía significarle la cárcel. La querella, representando a la familia de Rojas, había pedido la pena de un homicidio simple, sin ningún atenuante, que le hubieran significado por lo menos ocho años. El fiscal había solicitado una condena de tres años por homicidio con el atenuante de exceso en legítima defensa, una pena excarcelable. Su abogado, Miguel Angel Pierri –el representante de la familia de Rodrigo– había requerido la absolución por legítima defensa.
En el fondo lo que el lunes había quedado en juego en el juicio era si el Tribunal Oral 8 consideraría que Osvaldo Rojas pudo haber intentado asaltar al anciano. Fueron cruciales en la decisión de los jueces el antecedente por robo que tenía y algunas entradas a comisarías. Sin embargo, no hubo pruebas directas de que a las seis y media de la mañana del 20 de setiembre Rojas hubiera realmente intentado robar junto a otras dos personas al viejito de bastón y perramus negro que cruzaba la calle Arenales, cerca de Talcahuano, cuando iba de su departamento a un kiosco para hacerse de leche y sandwiches para su desayuno. En el juicio Pueyrredón volvió a contar que tres hombres se le cruzaron, uno lo agarró con el brazo del cuello y otro llevaba un cuchillo de cocina. El, dijo, sólo atinó a sacar el revólver que accidentalmente llevaba en el bolsillo de su sobretodo y disparó al aire, sin querer realmente matar al ladrón.
Lo cierto es que nadie vio esa escena. El fiscal cuando pidió la condena reconoció que las calles de Recoleta a la madrugada son silenciosas y que era extraño que ni siquiera se hayan oído corridas y gritos. Un portero vio el caminar tambaleante de un joven que llego hasta él y alcanzó a decir “me dieron dos tiros. Ayudame”. Le habían dado en realidad uno solo, en el estómago, y se desangraba. Mientras tanto el anciano se había vuelto a refugiar en su departamento, donde asegura que pasó los siguientes días abrumado y con heridas producto de los golpes de los ladrones. La policía interrogó a las personas que la madrugada estaban despiertas en la zona. Habían visto al anciano. Uno de ellos declaró que siempre iba armado, y que alguna vez había mostrado el revólver en el bolsillo interior del perramus. El ex diplomático, y descendiente tanto de Martín de Pueyrredón como de Cornelio Saavedra, asegura que tenía el arma encima porque la noche anterior se la había devuelto un amigo embajador. En su casa guardaba otras veinte, de calibres variados, todas cargadas cuando las encontró la policía.
Ayer querellantes y defensores hicieron su balance. Pierri defendió la actitud de su cliente. “El arma le salvó la vida, tuvo una conductalógica”, dijo y atacó a Carlos Novellino, el hombre que oficiaba de tutor judicial de Osvaldo Rojas. El muchacho había pasado por el Neuropsiquiátrico Borda en su adolescencia con diagnóstico de brote oligofrénico y había quedado bajo su resguardo. “Si ese tutor hubiera hecho bien las cosas el chico estaría vivo”, lamentó Pierri. José Luis Fernández, el abogado de los Rojas, lo entendió de otra manera: “En este juicio la víctima era una persona que fue muy pobre, con un antecedente muy menor por hurto de cinco años atrás, y el victimario una persona que tuvo mucho poder. El Tribunal buscó una sanción pero fue una sanción leve, como una palmada. La diferencia de clases estaba en el ambiente y pesaba”.

 


 

CINCO PASAJEROS HERIDOS EN EZEIZA
Aterrizaje turbulento

Tres brasileños, un chileno y un argentino tuvieron ayer un penoso aterrizaje en el país: resultaron heridos cuando el avión de la empresa Lan Chile en que viajaban de Santiago a Buenos Aires fue sacudido por una fuerte turbulencia, en momentos en que –según informó la Fuerza Aérea– no había en el cielo señal alguna que indicara posibles dificultades en el recorrido. Dos de los heridos tuvieron traumatismo de cráneo, uno con un corte profundo y otro con daños en las vértebras cervicales, un tercero sufrió problemas en la columna, otro tuvo daños en los dientes y el quinto en los huesos del cuello.
Los lesionados fueron llevados del aeropuerto de Ezeiza en varias ambulancias hasta un sanatorio privado de la Capital Federal, donde un herido con un corte en profundo en la cabeza quedó en observación.
La información fue suministrada por jefe de prensa de la Fuerza Aérea, comodoro Jorge Reta, quien relató que el accidente se registró en el vuelo 601 de Lan Chile, que salió de Santiago a las 8 (9 de Argentina) y llegó a Buenos Aires antes de las 11.
En el trayecto, el vuelo sufrió “turbulencias en aire claro”, dijo Reta: eso sucede cuando no hay nubes ni algún otro elemento que “haga predecir que va a haber distorsiones en la atmósfera”.
Lo cierto es que el avión, con 153 pasajeros y 12 tripulantes, sufrió violentos sacudones y uno de los turistas golpeó en el techo sobre su asiento y con el impacto “deformó el sector donde van las máscaras de oxígeno”, detalló Reta. Un comunicado de Lan Chile indicó que la nave se vio afectada por “turbulencias severas, mientras realizaba la aproximación para aterrizar en el aeropuerto de Ezeiza”.
En cuanto a si los pasajeros llevaban o no el cinturón de seguridad colocado, no hubo información de ninguna de estas fuentes. Reta dijo que la repartición se limitó “a atender a los pacientes y después a trasladarlos a la clínica”.
Los lesionados fueron llevados primero al Departamento de Sanidad del Aeropuerto de Ezeiza, desde donde los derivaron después de efectuarles las primeras curaciones.

 

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