Por Luciano Monteagudo
Hace 65 millones de años
que los dinosaurios desaparecieron de la faz de la tierra y la única
forma de estudiarlos seriamente es a través de sus fósiles.
Lo que han hecho en Jurassic Park es otra cosa, es... un parque de diversiones.
Las airadas palabras pertenecen al paleontólogo Alan Grant (Sam
Neill), la máxima autoridad en su materia, que juró y perjuró
que jamás volvería a la Isla Nublar, donde ocho años
atrás se enfrentó a una nueva generación de predadores
prehistóricos, creados genéticamente a partir de fragmentos
de ADN. En Jurassic Park III el Dr. Grant no falta necesariamente a su
palabra: no vuelve a la Isla Nublar sino que aterriza, muy a su pesar,
en la Isla Sorna, aquella que él nunca llegó a pisar en
El mundo perdido y donde se llevó a cabo el Plan B,
con más y mejores dinosaurios. Tampoco se puede decir que se dedique
a estudiarlos. Más bien, trata de salvar el pellejo en una aventura
que se parece mucho a una vuelta completa por aquello que decía
despreciar, un parque de diversiones.
Hay algo darwiniano en la manera en que Steven Spielberg ahora sólo
como productor concibió esta tercera entrega de una de las
sagas más redituables de la historia del cine. No se puede decir
que ésta sea precisamente una evolución con respecto a las
anteriores, pero sí que se trata, en todo caso, de aquella mejor
preparada para sobrevivir a su fama. La selección natural de Hollywood
ha previsto la adaptación del complejo producto originario en una
máquina tan simple como eficaz de puro entertainment.
La película dirigida por Joe Johnston colaborador permanente
de Spielberg desde hace más de veinte años, realizador de
Jumanji puede haber disfrutado de cien millones de dólares
de presupuesto y de las más modernas técnicas de animación
digitalizadas, pero en esencia trata de seguir siempre la premisa de las
viejas y nunca bien ponderadas B movies: buscar la síntesis, ir
siempre por la acción, sin vueltas ni culpas. Desde el comienzo
mismo del film, cuando un niño que pone en marcha el principio
de identificación de su público cae en paracaídas
en medio de esa isla infestada de dinosaurios, Jurassic Park III se propone
ir siempre al hueso, olvidándose de algunas de las farragosas explicaciones
a las que se veía obligada El mundo perdido, todavía basada
directamente en la literatura de Michael Crichton.
Por el contrario, aquí se parte del supuesto de que ya no hay nada
que explicar. Todo está previsto para que el espectador se suba,
junto al Dr.Grant, en ese avión que parte para sobrevolar la isla
prohibida y termine junto con él corriendo en medio de la selva,
tratando de escapar de las garras y mandíbulas de animales que
se suponían extintos. En tierra firme, casada con otro
y con un par de hijos, ha quedado ésta vez la fiel Ellie (Laura
Dern, en un papel que es casi un cameo). Los compañeros de aventura
del Dr.Grant se limitan a un inexperto discípulo (Alessandro Nivola)
y al vulgar matrimonio Kirby (William H.Macy, Téa Leoni), unapareja
que viene de una separación desastrosa y que tiene la oportunidad
de rehacerse, mientras busca a su hijo perdido.
A diferencia de lo que podría haber sucedido en manos del propio
Spielberg, nada hay de sentimental en la película de Johnston.
Por el contrario, se diría que Jurassic Park III no dispone de
tiempo para esas distracciones. Sus ajustados 91 minutos toda una
excentricidad en la industria de Hollywood de hoy, tan dada a confundir
calidad con duración se limitan a la pura peripecia. Todo
es funcional en la narrativa de JP III, pero no necesariamente mecánico.
Y mucho menos sus dinosaurios, que siguen siendo las estrellas del show,
pero siempre en términos de una narrativa y no de sus sofisticados
efectos especiales.
Si esta vez reaparecen los temidos velocirraptors, es porque su evolución
ahora les permite ser tanto o más inteligentes que las ballenas
o los delfines y hasta comunicarse entre sí, lo que los hace todavía
más peligrosos. El nuevo gran villano es el espinosaurus, aún
mayor que el TRex de El mundo perdido, pero la sorpresa corre por cuenta
de los pterosaurios, los gigantescos reptiles voladores que necesitan
alimentar a sus pichones y que consideran a esos humanos entrometidos
como el mejor alimento posible para llevar al nido.
Lo que a la película le falta en verosimilitud y desarrollo de
personajes lo gana en humor. Un teléfono celular que suena insistentemente
en los lugares más impensados y un montaje paralelo entre lo que
está a punto de suceder en la isla con un temible espinosaurus
y lo que disfruta en televisión un niño norteamericano la
imagen de Barney, el amable dino rosa de peluche son dos de los
logros de esta producción pensada, por supuesto, para tragarse
la boletería, pero que no por ello considera al espectador una
mera presa a depredar.
CONCLUYO
ELPRIMER FESTIVAL NACIONAL DE CINE JOVEN
Los pibes vienen filmando fuerte
Los films Globalización,
La muerte de un caudillo, El fuentón, Juan Camina, Vamos ganando-La
otra cara de Malvinas, Viaje en colectivo y Alberto, ganaron los premios
que entregó ayer el jurado del primer Festival Nacional de Cine
Joven. El festival fue organizado por el Club de Amigos de la UNESCO y
finalizó con una ceremonia de premiación en la escuela de
cine del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa). En
los seis casos, el premio consistió de una recompensa de 1000 pesos
y una cámara digital. En la categoría de realizaciones de
mayores de 18 años, Vamos ganando-La otra cara de Malvinas, de
Ramiro Longo, logró el premio Incaa a la mejor realización;
Viaje en colectivo, de Diego Lerman, y Alberto, de Ricardo Ariel Zuliani,
compartieron el premio Digiart al mejor guión. En la categoría
de realizaciones de menores de 14 años, Globalización, de
Santiago Bonora y Lorenzo Fay, obtuvo la recompensa a la mejor realización.
En la categoría de producciones de jóvenes entre 14 y 18
años, El fuentón, de varios directores, consiguió
el premio Unicef a la mejor película. El Festival Nacional de Cine
Joven es una iniciativa del Club Amigos de la UNESCO de Buenos Aires,
organización no gubernamental que promueve una campaña de
promoción del lenguaje audiovisual en todos los niveles del sistema
educativo. Propósito básico del festival es que niños
y jóvenes dejen de ser público pasivo de los medios audiovisuales
como el cine y la TV, y sean también ellos protagonistas activos
para, de esa manera, poder tomar la palabra.
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