Por Hilda Cabrera
Inspirándose en una
tradicional fábula infantil que tiene por protagonistas a doce
princesas, hijas de un rey desconfiado y brutal dispuesto a saber adónde
van sus niñas durante la noche para que en la mañana sus
zapatos aparezcan gastados de modo tan ostensible, la actriz y marionetista
Ana Alvarado, cofundadora del grupo El Periférico de Objetos, escribió
El detective y la niña sonámbula, obra que también
dirige y puede verse en el Teatro del Pueblo (Diagonal Norte 946), los
viernes y sábados a las 16, y de martes a domingo, también
en ese horario, durante las vacaciones de invierno. La protagonista no
es aquí una princesa sino una chica del llano que solamente dormida
puede cumplir los deseos que la asaltan en la vigilia. Piensa que
sus padres la tratan como a una nenita porque no quieren que crezca. Ella
tiene sueños románticos y desea escapar de esa tutela que,
cree, le quita libertad, resume Alvarado en una entrevista con Página/12.
La autora obtuvo con esta pieza destinada a espectadores de 6 a
12 años la Primera Mención en el III Concurso Iberoamericano
de Dramaturgia Infantil que organiza periódicamente el Centro de
Documentación del Títere de Bilbao.
Intérprete en todas las piezas de El Periférico (entre otras
las celebradas Máquina Hamlet, Zooedipous y Monteverdi Método
Bélico (M.M.B.) e integrante del Grupo de Titiriteros del Teatro
San Martín, Alvarado no es una debutante en el teatro infantil.
Egresada de Bellas Artes y en sus inicios alumna del fallecido maestro
titiritero Ariel Bufano, lleva realizados varios espectáculos para
niños y adolescentes en calidad de autora (a veces coautora) y
puestista. Entre sus creaciones se destacan El niño de papel (Premio
Getea Teatro XXI 2000), estrenado por el Grupo de Titiriteros del TSM;
La travesía de Manuela y Oceánica, un mundo de sirenas (con
coreografías de Lanterno-Dorín). El detective... es una
apuesta en cooperativa con el elenco, compuesto por los actores Adrián
Canale e Ileana Brodsky, los marionetistas Javier Swedzky y Alejandro
Bracchi, Cecilia Candia (a cargo de la música), Rosana Bárcena
(vestuario), Susana Arrieta, diseñadora de títeres y objetos
junto al también escenógrafo Bracchi, Guillermo Arengo (iluminador,
en colaboración con Canale) y Tatiana Sandoval, asistente de dirección.
¿El teatro de títeres para niños exige técnicas
especiales?
La diferencia con el teatro de objetos para adultos no está
en la técnica sino en los límites que le ponemos a la manipulación.
En mi trabajo con El Periférico puedo tomarme ciertas libertades,
comprensibles sólo para el espectador adulto. Si hay violencia,
ésta puede ser más explícita, pero las técnicas
son básicamente las mismas. Varían según el espectáculo.
En El niño de papel me permití hacer una reelaboración
de otras puestas y busqué separar el texto de la acción.
La voz no salía del muñeco sino del actor, separado a su
vez del muñeco. En El detective... en cambio la idea es relacionar
las imágenes que aparecen en un video con el juego de los actores
y el movimiento de los títeres, que tienen más presencia
en las escenas oníricas.
¿El protagonismo del actor no interfiere en la fantasía
que despierta el títere?
En otra época probablemente sí, pero hace tiempo que
se trabaja con el actor a la vista. Es un código instalado, y a
los chicos no les molesta. Ellos tienen muchas menos restricciones que
los adultos. Puede que los mayores duden entre observar al actor y al
muñeco para seguir la historia. Esto no pasa con los niños.
Miran lo que les gusta más, generalmente el objeto. Cuando olvidamos
esta característica, nos equivocamos.
Una regla es entonces no apartarse del mundo infantil...
Ni de su ritmo. De la increíble velocidad que tienen para
captar cosas que suceden al mismo tiempo. A veces cuesta llegar a entender
sus códigos. Nos obligan a buscar nuevas formas de diálogo.
¿Cuáles, por ejemplo?
En El detective... utilizamos el video. Esto nos permite jugar con
varios puntos de interés: la palabra, los muñecos y las
imágenes proyectadas. El video es un elemento más para trabajar
y ganar para la escena.
¿Qué papel juega la palabra en ese contexto?
La palabra no pierde valor si le llega al chico de manera clara.
Escribí esta historia recordando un cuento de mi infancia, con
unas princesas que querían ser libres y un rey bastante monstruoso,
de esos que cortaban cabezas. En mi historia, el padre de la niña
sonámbula es un hombre preocupado que se enoja fácilmente
pero ama a su hija. En la puesta aparece un auto casi a escala real, que
se transforma, y ése, creo, es otro elemento de atracción.
Los titiriteros tenemos un campo de acción muy distinto al de los
actores. El nuestro es el de los objetos, y lo más interesante
pasa por ellos y no por nuestro cuerpo. En esta obra el tema central es
el deseo de libertad y los límites que le ponen los padres al querer
preservar a sus hijos.
¿Seguirá viajando con El Periférico...?
Tenemos dos obras en preparación, que si se estrenan en Europa
es por el tipo de producción que concertamos pero no porque no
pensemos en la Argentina. En El Periférico me ocupo de la dramaturgia
o dirijo pero no escribo. Eso se lo dejo a Daniel Veronese
(otro de los fundadores del grupo, junto a Emilio García Wehbi).
Lo mío es la literatura infantil. Tengo dos obras a medio hacer
y una terminada, una historia de amor entre una ratona y un gato que puede
ser interpretada por actores, aunque la concebí pensando en títeres.
No diseño muñecos, pero podría hacerlo. Estudié
en Bellas Artes y me dediqué a la pintura hasta que me pasé
al teatro. Desde entonces mi imaginario es de ellos.
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